Últimamente le pego al lado raro de la vida, a la parte increíble de esta mierda de humanidad. Me atraen los aspectos extraños de la gente que se sale de lo común. Me presta (como dicen los asturianos) leer historias de personas que un día fueron aparentemente normales y de pronto, sin razón alguna, se convirtieron en lo otro.
Una de esas novelas reales es la de Alfonso Graña, un chorbo que se convirtió en el primer rey gallego de los jíbaros del Amazonas. No es una novela de aventuras, es real. Lo leí a finales de 2006 en la revista dominical de El País, y ahora lo recuerdo, porque me gusta, porque me resulta extraña y difícil de comprender su huída hacia adelante, en fin, porque me da la gana.
Y dirás tú: "Esto es mentira". Pues me da a mí que no, que es verdad. Porque también dudaban de la verdad los que hablaron con Marco Polo de China y el Gran Khan a su vuelta a la humana civilización de comercio y padrenuestro, o los que dicen haber visto animales extinguidos, monstruos bastante monstruosos, yetis del Himalaya, elefantes de seis patas, tigres ciegos de Malasia, cosas así, o las diez personas que conocemos y que han estado en sitios que nosotros los normales ni imaginábamos que existían. Los jíbaros, esa tribu propietaria de la fórmula para reducir cabezas de sus enemigos, e insertarlas en un palo como si fuera un chupa-chups, esos mismos. Su rey era gallego, y encima por amor, ya les vale.
Moraleja: te puede pasar a ti, te puede dar el volunto y marcharte a tomar por culo, y de ahí en adelante, lo que la suerte depare, eso es cosa tuya. Qué miedo y qué alegría, no estar predeterminado, como enseñan los curas. Ah, la duda, esa importante cosa que mantiene la esperanza en lo nuevo y desconocido. Lo contrario es la certidumbre, que es una gran farsa. Es la esperanza lo que nos mantiene vivos a los borreguitos acojonados de a pie, porque nos da miedo de lo que somos capaces.
Hay gente a la que le revienta el cine de Woody Allen, por aburrido, por intelectual, por judío, por neoyorquino o por lo que sea. Es el misterio de la ironía y la parodia, que la misma broma les siente bien o mal a las personas según su origen. A mí me gusta generalmente lo que hace por dos cosas: porque es evidentemente más feo que yo, y por su humor negro, su alegre pesimismo que le da carta blanca para reírse de sí mismo y de sus congéneres, cosa sana.
Tal postura sólo la pueden ejercer las personas que ven la vida como una gran bola de mierda, y sobre esas bases, vamos a reírnos, vamos a compartir las miserias. Muchas personas dirán: ¿y dónde está la crítica social de la risa, dónde la posición ante la injusticia, el racismo, la guerra, la pobreza...? Yo me lo pregunto, y él (seguro) que también. En eso consiste su apuesta, creo, en que la única arma posible es el humor.
Os dejo una selección de frases o aforismos extraídos de sus películas, robadas impunemente de alguna web de por ahí (que pa eso está, pa compartir).
Andrés Rábago, en las pocas entrevistas que le he leído, siempre ha dicho que él no hace humor sino crítica social. Sin embargo, cuando leemos el periódico siempre encuadramos sus trabajos en la sección de chistes.
Pues no son precisamente chistes lo que hace. Si acaso humor negro, pero ni siquiera eso sería exacto. Humor negro es lo que hacen Woody Allen o los ingleses, Monty Python, por ejemplo. El Roto es otra cosa, es una puñalada al corazón. Para matar el imbécil que todos llevamos dentro.
"Si por un rayo de sol nadie lucha
nunca ha de verse la sombra vencida".
Miguel Hernández, 'Eterna sombra' (1941)
Esas palabras son el borrador eliminado de un precioso poema de posguerra. El poeta corrigió los dos últimos versos de este poema, uno de los últimos que escribió antes de morir con 32 años en la cárcel de Alicante.
Algunas de sus estrofas, incluída la final, dicen así:
"Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.
Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.
...
Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.
Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida".
...
Precioso, pero me parece muy distinto el poema con este final nuevo; me gusta personalmente más la versión del borrador, porque creo que, cercano su final, Miguel aparcó también a un lado la desesperanza.
Magnífico artículo de Felipe Fernández-Armesto en el ABCD sobre los cambios culturales en la comida occidental a partir de finales del siglo XIX. Explica cómo hemos pasado a lo largo de los años de ser tristemente finillos a ser mayoritariamente gordos en Occidente. Ahora en EEUU se quedan flipaos con las limitaciones de la Pasarela Cibeles a las modelos extremadamente delgadas, una de las pocas noticias españolas que dan la vuelta al mundo, aparte de las famosas palizas a toros, lanzamientos de cabras desde el campanario, etc.
Siempre hemos sabido que, en el sistema tradicional de poder, las clases pudientes eran obesas y las trabajadoras flacas, porque lo que las diferenciaba era el acceso a la comida: sólo los que podían pagarse papeo abundante podían abusar de él, y eso los convertía en distintos. Ahora lo que vale una pasta son las clínicas y dietas de adelgazamiento.
Cuando la industria burguesa averiguó la manera de producir, distribuir y vender a mansalva alimentos, y por tanto se abarató infinitamente su precio, los ricos decidieron que tenían que seguir siendo distintos al populacho y dejaron de comer: así nacieron los delgados como modelo de riqueza. Fuera Rubens y muerte a la venus de Willendorf.
Aunque aún sigue habiendo grandes capas de población mundial obligatoriamente en los huesos, por falta de existencias, es cierto que las capas populares abandonan la lucha de clases para abrazar la comida basura y las porquerías precocinadas, el colesterol y la acumulación de kilos pa su cuerpo. Es el tiempo el que manda, y hay quien puede pagarse cocineros y hay quien baja al supermercado a comprar contrarreloj bandejas de cosas que no sabemos si se comen, pero que alimentan.
Admirables los ricos, esa gente tan lista. Nos meten por la tele todas esas bazofias que ya no les sirven para distinguirse de la masa, comida, coches, gasolina, turismo, y ellos mientras a lo suyo, a sacar billetes.
Soy lector compulsivo de libros sagrados. Cada noche, antes de acostarme, no duermo antes de leerme diez o quince páginas del Corán, de la Torá o de la Biblia, elegidas a voleo, sin orden ni concierto pues en estas cosas de las creencias particulares no vale la pena hacer categorías. Aprendes bastante más de sexo y de ruina que con las series de Milikito.
Ayer decidí no volver a leer el Nuevo Testamento cristiano. Me siento engañado, porque repasando el Evangelio de San Mateo, en el punto culminante del Papeo Final, nadie dice nada de quién pagó la cuenta, y eso que Jesucristo (se supone) era de confianza, conocían a su Padre y tenía crédito. Hala, se va la pandilla del bar, con las barriguitas llenas de canapés y vino, se duermen su borrachera, se pelean, se traicionan, se ahorcan, en fin, lo de siempre, pero de quién acoquina el pastel, de eso ni mú.
Es lo que me revienta de las novelas malas, el final abierto.
De Nueva York cuentan muchas historias. El cine de Woody Allen se desarrolla casi por completo en esa megaciudad. Scorsese narraba en 'Gangs of New York' el inicio de la construcción decimonónica de NY como tierra de promisión y futuro para irlandeses, italianos y asiáticos. Luego llegaron millones de personas de toda Europa e Iberoamérica, huyendo de las guerras y el hambre. Casi todas tenían que pasar por Ellis Island, el centro de acogida para las remesas de inmigrantes.
Georges Perec narra poéticamente sus impresiones de dicho lugar, un sitio que aún existe, "el lugar mismo del exilio", por el que pasaron obligatoriamente quince millones de personas antes de entrar en el país que añoraban para salir adelante. Dicen que la mitad de la actual población de los EEUU tiene antepasados que pasaron por allí.
Me recuerda, no sé por qué, las imágenes de las filas de exiliados republicanos españoles andando camino de la frontera francesa, las calles atestadas de gente con su casa a cuestas, en Colliure o Montauban, las tristes muertes en hoteluchos de Antonio Machado o Manuel Azaña, los campos de concentración con que aquellas autoridades francesas obsequiaron a los desheredados que huían del festival nacionalcatólico de Franco. Son cosas que, aunque a nadie importen, de vez en cuando conviene no olvidar, por dignidad, más que nada.
[ Georges Perec: Ellis Island, Libros del Zorzal, Buenos Aires ]
Les decía yo a mis amigos que, contrariamente a lo que ocurre con las adaptaciones narrativas del cine, un buen título salva una mala novela, no siempre. Pero cuando ocurre es un fenómeno gozoso. Es el poder evocador de la poesía, la fuerza de expresar mucho en unas pocas palabras.
Y les ponía como ejemplo a Vicente Aleixandre y sus espadas como labios. Con Miguel Hernández pasa igual.
...
En el fuego de lo que fue
arde lo que será.
Esta frase impresionante la escribió Louis Aragon. Nadie lo conoce ya, y a nadie importa. Pero su verso es un cuchillo entrando en la carne y en la memoria de cada Uno.
Por eso leo de vez en cuando, para recordar lo que fui, y sospechar lo que seré.
Viendo el gran Borges que en Argentina el fútbol era más famoso casi que el psicoanálisis, dijo una vez: "No entiendo por qué todos esos muchachos corren detrás de una pelota. ¿Por qué no le dan una a cada uno?".
Ahora el escritor mexicano Juan Villoro saca a la luz sus crónicas futboleras en la editorial Anagrama, para que podamos comprobar que el famoso mito del divorcio entre fútbol y literatura es cosa del pasado. Y sobre todo cuando los escritores gozan juntando letras que unen el peloterismo con la vida, como es el caso. Testigo presencial de varios mundiales, Villoro narra además los aconteceres de la liga española, la resurrección de Maradona, las conversaciones con Valdano, sus recuerdos personales de ese juego donde veintidos personas en calzoncillos mantienen en vilo a gran parte de la población, de las empresas y de los dioses del mundo.
"En su debut como anfitrión televisivo en agosto de 2005, Maradona confirmó la tela de la que están hechos los héroes populares y la importancia del regreso en la imaginación de la gente. Gran aficionado al fútbol, Samuel Beckett escribió: "No hay partido de vuelta entre el hombre y su destino". Maradona se arruinó durante un tiempo suficiente para hacer válida esta sentencia. En España 82 Gentile lo pateó sin clemencia, mostrando lo irónicos que pueden ser los apellidos de los gladiadores. En sus años de retiro, padeció un achique aún más férreo, como si el destino fuera entrenado por Helenio Herrera. Sin embargo, cuando la realidad lo acorralaba hacia la muerte o el ridículo, el capitán de Argentina recuperó la emoción de estar cercado".
Beckett rara vez erró una profecía. Una tarde, en un campo lluvioso, la fatalidad aplicó su guadaña. No hay juego de vuelta. Diego se sometió a esa condena y la aceptó entre lágrimas y autoacusaciones que competían en dureza con las de Rousseau o San Agustín pero llevaban menos palabras: "La cagué". Cuando el destino ya le rozaba los tobillos, inventó un regate y encontró un excepcional punto de fuga. El crack que burló a media docena de ingleses en el Estadio Azteca, por una vez se burló a sí mismo".
El fútbol ya no es ese sitio donde amateurs amaban la pelota, más bien se ha convertido en un mercado de carne dirigido por traficantes de hombres, las marcas, los patriotismos, la publicidad y la televisión tienen el poder. Nos dicen que a tal hora tenemos que estar firmes ante el televisor, cantando el himno, pintorreados y ebrios de venganza o de lo otro, y vamos y lo hacemos. Pero en algún rinconcito del alma humana aún debe permanecer ese espíritu lúdico que considera esto como un juego donde uno puede hacerle una paradinha al portero. Difícil verlo así, pero no imposible. De hecho nadie quiere ver un partido amistoso, el mismo nombre mueve a risa porque lo que cuenta es la lucha, no el resultado, la guerra por otros medios, la competición pura, la humillación. Ni imaginar quiero un Irán-EEUU en el próximo mundial. O sí, porque a lo mejor en el campo nos daban una lección, o a lo peor se liaban a hostias y así se zanjaba el conflicto y todos éramos hermanos, coño, que no todo va a ser navidad.
Juan Villoro: Dios es redondo, Anagrama, 2006.
Artículos:
[ Ficha del ISBN del libro ]
[ Nota en Moleskine Literario ]
[ Fútbol & Literatura, en Poetas.com ]
[ Literatura y Fútbol, en Literaturas.com ]
[ Fútbol, pasión de literatos, en Soles Digital ]
[ Fútbol y literatura, en Lado B ]
[ La mal llamada guerra del fútbol, en Jabalí Digital ]
[ Fútbol e identidad nacional en Brasil ]
[ Diatriba contra el deportista, Mario Vargas Llosa ]
Libros:
[ El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano ]
[ Salvajes y sentimentales, Javier Marías ]
[ Fútbol, una religión en busca de un Dios, Manuel Vázquez Montalbán ]
[ Sport y autoritarismos : la utilización del deporte por el comunismo y el fascismo, Teresa González Aja ]
Releyendo Las cosas más extrañas, uno de los diarios de Andrés Trapiello, observo que nunca habrán estado tan cerca en el diccionario dos palabras y a la vez tan lejanas, aparentemente, en su significado:
Quizá sea que sólo se puede ejercer el arte de la intimidación en aquellos prójimos que sean lo bastante próximos como para que nos tengan en cuenta. Al resto, claro, ni con cien cañones intimidaremos, puesto que no tenemos la confianza suficiente.
Hombre, está el mundillo cultural como para que desaparezcan revistas. Y si encima la que muere es la mejor, pues apaga y vámonos. Ahora le toca a la barcelonesa Lateral, esa que siempre apostó por la no-ficción como género literario de futuro, por las narrativas consideradas menores y por Iberoamérica como escenario de nuevos tesoros.
Estaba yo tan tranquilo esperando a que apareciera en el quiosco el nº 133, tarde como siempre, pues llevaba ya tiempo saliendo a finales de cada mes, cuando leo en El Mundo del domingo una esquela escrita por Juan Bonilla en la que decía que era una revista tan buena que quizá no la mereciéramos sus (por lo visto) escasos lectores. Tiene razón, aunque yo de Bonilla no me fío, que sé que escribe necrológicas por encargo con varios años de anticipación, como con Rafael Alberti, y así cuando casca el interfecto sólo tiene que cambiar las fechas, pim, pam y trabajo hecho.
Es triste este asunto. Robert Juan-Cantavella, en el editorial del último número, que se puede consultar gratuito e íntegro en internet, dice: "Señoras y señores, ha sido un placer... Por la presente, damos cumplimiento al destino último de toda revista cultural independiente que se precie, quién sabe si a la más elevada de sus funciones: desaparecer. Y lo hacemos como Dios manda, es decir, porque no queda otra, aplastados contra la pared y alojando en el costillar dos centímetros de espada, con la cabeza bien alta y sin el más leve signo de consentimiento".
Palabras similares, por tristes, suelta Mihály Dés, su director, cuando afirma que sí, que Lateral muere por falta de lectores y compradores, pero sobre todo porque no tiene detrás una fundación de ricos banqueros que ya no saben dónde coño van a blanquear el puto dinero que le roban a los prójimos, y montan revistas de cultura, que viste mucho en las reuniones en las que se reparten el pastel.
Se reservan el derecho de resurrección, que eso es lo que esperamos los seguidores ateos de nuestra revista, que resucite en papel mortal, nada de ediciones digitales ni internet ni pamplinas de estas de la gente moderna, que ya hasta Sánchez Dragó tiene blog, joder. Aunque lo actualiza menos que el permiso de armas de la guardia vaticana, eso sí.
[Lateral nº 133, fin de trayecto]
"Pegayesos tocapelotas", me dijeron. "Hijoputas lameculos" les contesté.
Bellas palabras, unión de dos distintas que forman un nuevo concepto y que son necesarias para entender el mundo. Para entender, por ejemplo, que un sacamantecas cejijunto que llevaba pegatinas de ciempiés azulgranas en el guardabarros de su motocicleta bicilíndrica se descojonaba del boquiabierto aparcacoches de monovolúmenes que, con un mondadientes de hojalata, comía coliflores mientras su tataranieto bailaba pasodobles en la bocacalle.
Las composiciones así hechas se acercan bastante a la escritura mecánica que defendían los surrealistas. Mejor dejarlo para Nochevieja, que se acerca.
Salen ya las listas de los mejores libros del 2005, que retratan más a los que hacen las listas que a los autores.
El mejor libro que he leído en este año 2005 es, para qué vamos a dárnolas de intelectuales, las Páginas Amarillas, concretamente esas que tienen a Carlitos Brown en la portada. Como en la Biblia, ahí está todo.
Ningún otro me ha sido más útil. Un diez para los autores y para los editores, que supongo se habrán forrado, pues tiene todas las pintas, a nada que salgan buenas críticas en los medios de costumbre, de ser un best-seller.
Cuando era pequeño, es decir, cuando era Yo Mismo, algunos de mis familiares me regalaban libros ilustrados en época navideña. Así empecé a saber varias cosas, todas ellas imprescindibles: que se podía viajar al centro de la tierra, dónde estaba la guarida del Tigre de Mompracem, cómo dar la vuelta al mundo en 80 días, que debajo del mar había monstruos sólo visibles desde el ojo de buey del Nautilus, que se podía comprobar la maldad del perro de los Baskerville, que el Tibet era un país donde había unos monjes que vestían trapos rojos y amarillos, que Alfanhuí secaba lagartos pinchándolos en las paredes para sacar polvo para pintar. La escuela, en comparación con ese mundo fantástico, era un puto rollo lleno de crucifijos, pelotas de baloncesto y plastidecores.
También de chico pasé, como la mayoría de pre-hombres, enfermedades con nombres misteriosos, varicela, sarampión, paperas, cosas así exóticas que me postraron en cama semanas enteras y que, sin embargo, más que afligirme me alegraban, pues en esas largas mañanas y tardes mi madre me traía prestados todos los libros de Tintín y Astérix. El whisky de Haddock y la poción mágica de los galos fueron mi primer contacto con las drogas.
Luego descubrí la biblioteca, un sitio donde te dejaban leer libros gratis, costumbre que no sé yo si durará un par de décadas más antes de que alguien privatice la cultura y el derecho a la lectura del todo. Un sitio donde se estaba más en silencio que en misa y que era físicamente una nave industrial húmeda y oscura con los tomos antiguos de los Atlas y las Obras Completas de Tolstoi (en letra enana y papel biblia) pegados literalmente a las estanterías, como si algún Guardián de Palabras tirara de ellos cuando cualquier mangurrino quisiera leerlos.
Un hombre mayor reñía de vez en cuando a los que hablaban, tonteaban delante de las niñas o pegaban mocos en la parte de abajo de las mesas. Un sitio maravilloso. Desde esa época regalo libros de vez en cuando a la gente que los aprecia. Sí, los libros son caros, pero cuando uno regala libros hace dos cosas: demuestra la confianza que tiene en el destinatario del regalo, y también se retrata a sí mismo como persona que ama el silencio.
En una entrevista en Mercurio a Antonio Rodríguez Almodóvar, ahora escritor, antiguamente político y profesor de enseñanza secundaria, le preguntan si son muchas las posibilidades de que un niño lector de literatura infantil acabe siendo un lector adulto:
-"Suele ocurrir. Aunque por medio está el desierto de la adolescencia, cuando maduran vuelven a ser lectores, si lo fueron de niños. Es la regla. Por eso es tan importante cultivar alevines de lectores".
He seguido los artículos que Rodríguez Almodóvar ha publicado en un periódico andaluz, y he leído con gusto sus recopilaciones de cuentos populares, así como sus trabajos sobre la tradición oral en literatura, por eso no esperaba esa respuesta bronca y deseperanzada. ¿Cultivar alevines, como el que cría pavos? ¿para engordarlos y que luego alimenten más a sus amos, a los políticos que defienden las campañas de lectura, pero luego son completamente analfabetos, a los millonarios dueños de las editoriales de libros de texto, en una palabra, cebarlos? ¿o qué es lo que ha querido decir con esta metáfora? (creo que estoy muy suspicaz).
No me tengo por raro, tuve una adolescencia normal: algunos versos de ánimos suicidas, beber, tocar la guitarra, viajar sin billete, conocer gente, intentar el apareamiento a todas horas... lo normal en una sociedad de comodones. Y algo de lectura había. Igual que yo la mayoría de la gente que conozco. No necesariamente por fumar porros acaba uno pinchándose heroína, ni se atrofian el resto de sentidos por entrenar el paladar bebiendo dyc-colas. Lo que ocurre es que cuando deseamos algo y no lo conseguimos (porque, como en este caso, la edad del pavo es ya irrecuperable), tendemos a echar pestes de él, sea lo que sea.
La adolescencia podrá ser un desierto, como dice Rodríguez Almodóvar, pero en cualquier caso es una etapa necesaria, y en los desiertos resurge, siempre, la vida. Supongo que él, igual que todo el mundo, también habrá pasado por una etapa desértica alguna vez, y si no es así peor me lo pone, por divino. Así que cada cosa a su edad, que para todo hay que quemar etapas, incluso la de chupar de la teta pública
Cuando apareció el programa Un globo dos globos tres globos me gustaban los muñecos de colores, y la rana Gustavo y Coco, pero sobre todo la voz recia y la imagen misteriosa y a la vez cariñosa y amable de Gloria Fuertes recitando poemas que nunca rimaban saña con calaña, siempre cosas sencillas.
Nació en 1917. Murió en 1998. Que yo sepa nadie dice en ningún sitio nada bonito de ella, porque como su poesía era (supuestamente) para niños, era una escritora menor.
No sé por qué me acuerdo ahora de ella. Será porque cuando ahora veo los programas infantiles todos me parecen un poco absurdos, como a mi abuelo, que cada vez que veía Barrio Sésamo decía muy serio y muy cabreado: "¡Qué tonterías ponen en la tele!".
"La cosas no son tan simples", pensaba aquella tarde el Bien, "como creen algunos niños y la mayoría de los adultos."
"Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios; y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás."
"La cosas no son tan simples".
Augusto Monterroso: Monólogo del Bien
Por fin unos cuantos españoles le agradecen al pueblo mexicano y a la familia del presidente Cárdenas su apoyo, ayuda, y sobre todo, que acogieran y alimentaran a gran parte de los cientos de miles de desterrados por Franco tras la guerra, que ya nos vale, que tenemos menos memoria que el 386 de mi primo.
Tarde, pero llega ese reconocimiento. Siempre que me acuerdo de la historia del barco Sinaia, y sus 1600 tristes, derrotados, hambrientos y exiliados republicanos españoles desembarcando en Veracruz en aquel año del fin del mundo de 1939, me viene la imagen del Quijote vagando lentamente por esos campos desiertos, a lomos del viejo Rocinante, camino de su retiro castellano tras ser molido a palos.
Y después de la derrota, que nadie te espere a la vuelta, ese es el peor castigo. Y tras el lamento, la tortura eterna del olvido. Por este detalle pienso que más valor tiene lo que hicieron los hermanos de México, y para ellos, y para Lázaro Cárdenas, que dieron sin esperar nada a cambio más que una sonrisa y un llanto, este recuerdo.
[ Notas relacionadas: El Quijote (I) ]
Una vez un hombre dejó su trabajo de maestro y su fábrica familiar de lápices, y se fue, como todos los días, al campo a observar la naturaleza. Decidió que ya estaba bien de sociedad y de hacer tonterías con su vida, y se construyó, en un sitio prestado, a orillas de la laguna Walden, una casa de madera, y se fue allí a vivir solo, a comer lo que diera la tierra. Lo sencillo es mejor que lo complejo, decía.
¿Loco? ¿Eremita? ¿Antisocial? Escribió su tratado sobre la desobediencia civil, y relató su experiencia en un libro, 'Walden', que luego los jipis de los sesenta tuvieron como libro de cabecera para quedar bien en las reuniones.
Henry Thoreau, era sólo un hombre que no necesitaba más.
El servicio beta de Google Print intenta digitalizar libros de las principales bibliotecas, archivos y editoriales del mundo. Este proyecto se ha encontrado con la oposición de los gobiernos europeos. ¿Por qué? Porque en principio, para todo el que aspira a convertir la red en una auténtica mezcla heterodoxa de usuarios y empresas de servicios y software, lo que huela a Google+Información es considerado un peligro para la libertad de elección, puesto que la empresa de Brin y Page va tendiendo a convertir en monopolio cualquiera de sus novedades, pero de buen rollo. Una especie de Microsoft guay con todos sus servidores corriendo en Linux y dando servicios informativos gratis.
Por ahora lo que más me sorprende es que, ante esta oposición de gobiernos y editoriales para que se difundan libros en otras lenguas que no sean el inglés y se respeten los derechos del copyright, Google pedirá a las instituciones y empresas que les pasen una lista con libros que no deberían copiar. "Así que ahora, todos los que tengan derechos de reproducción pueden decirnos qué libros preferirían que no copiemos", dicen en Google.
Las cosas cambian, como en la película de David Mamet. Yo creía que hasta ahora lo lógico era que se hiciese al revés, es decir, que gobiernos, bibliotecas y editoriales facilitaran lo que sí se podría poner a disposición del público.
La Biblioteca Mundial del futuro no tiene por qué coincidir exactamente con este proyecto, pero creo que se parecerá bastante. Y si uno, desde su casa, puede tener acceso a todos los libros del mundo, ¿para qué las bibliotecas, para qué va a editar un libro una editorial? La industria editorial, salvo contados casos de best-sellers y poco más, sobrevive a duras penas. Decimos que los libros son caros, pero un libro te despierta la cabeza durante varíos días. No decimos que los cubatas son caros, ni el jamón de pata negra, ni los coches, y la gente se gasta una pasta en estas cosas.
La información tendrá que cambiar su modelo de negocio, igual que las empresas periodísticas, porque cuando se llegue a un estándar técnico para los libros electrónicos, la venta de libros en papel supongo que bajará.
Las cosas cambian, yo mientras voy a tratar de encontrar aquí textos que no hay dios que lea por otros cauces. Al final todos los modelos de transmisión de información coexistirán, igual que el cine no ha muerto tras el invento del VHS o el DVD, ni la música desparece por el intercambio de mp3. Y porque por ahora ni hacer tochos de fotocopias ni leer en pantalla me parecen alternativas plausibles. Adaptación, como los bichos.
De estas veces que vas por el mundo y como acabas de sumergirte en la lectura de algún viejo clásico y sorprendente, ya todo lo ves desde esa perspectiva.
En esas estaba cuando, al cruzar por un paso de cebra, una supuesta persona conducida por un quad (máquinas a motor de cuatro ruedas que no precisan de cerebro para apabullar al peatón) pega un frenazo y masculla entre dientes insultos irreproducibles a estas horas.
Pero como por casualidad, recuerdo lo que he leído de Marco Aurelio:
"Está en el deber del hombre el amar aún a los que le ofenden. Podrás amarlos si reflexionas que son para ti como hermanos; que si son culpables, no es a sabiendas, sino por ignorancia; que sin tardar mucho tiempo habréis desaparecido unos y otros y, sobre todo, que no han vuelto tu alma peor de lo que era antes".
Y tranquilamente me acerco y le doy al conductor un beso en la frente. Porque, como dice Marco Aurelio, si lo que él pretende es ponerme de mala leche y que de mi boca salgan la ira y el odio, y que me convierta en una persona despreciable... pues hago lo contrario.
Ahora somos inmensamente felices mi conductor de quads y yo, en nuestra casita, él conduciendo a toda hostia por la ciudad y yo recuperándome de la paliza que me dió, y que me hizo descubrir mi lado masoca, que desconocía por completo.
Todo ello gracias a Aurelio.
Si ya de por sí me parecería excelente la posibilidad de que alguna vez se hiciera una película de cine que narrara la vida y milagros del genial poeta Rimbaud, más aún me ilusionaría que dicha obra fuera interpretada por Leonardo di Caprio, en el papel de Rimbaud, y John Malkovich haciendo de Verlaine.
No por nada, es que a veces necesito ponerles caras a los que me están contando cosas, porque las palabras desnudas, si son anónimas o les falta el-qué-se-yo, hieren y hacen daño. Paranoias de verano, no hay duda.
PD: Ahora que lo pienso, Robert de Niro haría un buen trabajo en el papel de Baudelaire, y Johnny Depp sería un magnífico Alfred Jarry. Probablemente no habría mejor Walt Whitman que Brad Pitt, cuando pasen unos años, claro; James Joyce tiene todo el careto de Sean Penn... y creo que, rebuscando entre el mundillo literario, Harvey Keitel tiene todas las pintas de ser el doble de Victor Hugo. Y así más casera y modestamente, no veo otro Dostoievski que el simpar Antonio Resines. Y hay que seguir buscando una Virginia Woolf alternativa, que Nikole Kidman se parece a ella tanto como Danny DeVito a Ana Rosa Quintana o a cualquier otra persona que escriba cosas así medio originales.
Leer la biografía de un personaje mítico y excesivo puede producir la sensación de que Uno ha estado toda su vida dedicado a no hacer nada, a perder el tiempo en el peor sentido de la expresión.
Y eso es lo que me ha pasado cuando voy descubriendo a Eduardo Haro Ibars, poeta de una generación llena de luces y (sobre todo) sombras, machacada por la experimentación con esa sustancia de tan mala fama que se llamó heroína, a lo que hay que unir su carácter bisexual, dipsómano, lisérgico, hippy, porrero, alucinado por la estatua del demonio del Parque del Retiro y extremadamente dotado para la lectura y la poesía. Todo ello envuelto en una huída constante hacia el mundo de las drogas y la introspección, los viajes, la literatura, el periodismo (era el mayor de los seis hijos del escritor Eduardo Haro Tecglen, cuatro de ellos muertos en plena juventud), Amsterdam, París, Tánger, Madrid...
El autor, J. Benito Fernández, que ya había realizado un libro sobre Leopoldo Mª Panero (otro colega), no intenta adornar literariamente su pesquisa sobre la vida del biografiado, cosa que al principio puede hacernos creer que, simplemente, está mal escrita, de forma simple y llana. Pero es que la única forma de no hacer de la vida de EHI y su generación una especie de 'vida de santos' es ésa, relatar las cosas sin más palabras que las que ayudan a entender que hicieron lo que les dio la gana, y nadie puede decir que fueran infelices en su decisión. Y punto.
Relato terrorífico éste, sobre todo cuando se ven pasar los muertos jóvenes capítulo a capítulo, víctimas en su mayoría de esa rara enfermedad del Sida que, en los tiempos de la Movida, sólo afectaba a los divinos, y que se los llevó palante a casi todos. Tiempos duros de libertad esos años 70-80 del siglo pasado.
José Benito Fernández: Eduardo Haro Ibars : los pasos del caído, Anagrama, 2005.
Queridos niños: Ya sabéis que Hoy Día hay que tener personalidad para manejarse por el mundo e influir en la Historia y que no se lo coman a Uno por sopas. Para disfrutar de esa personalidad lo mejor es escribir un blog, sin duda. Y antes de escribir las primeras letras de cada tarde, cotejar las influencias que Uno pueda tener para conseguir la ansiada voluntad de estilo, que es esa cosa salerosa que nos distinguirá de la masa de borreguitos de a pie que vemos y comulgamos diariamente con Aquí hay Tomate, y luego decimos en las reuniones que no vemos la tele.
Pues amigos: el estilo personal se consigue como las lentejas, trabajando. Marie-Henri Beyle (llamado Stendhal) sentenció que todo escritor debe leer el Código Civil francés para aprender a redactar, y de esta forma, antes de ponerse a escribir el Rojo y el Negro se leía todas las mañanas 30 o 40 páginas de ese rollazo napoleónico infumable.
Los que quieren aprender a matar pueden empaparse de novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía o leer a Salgari o a Hammet. Los que quieran quedar bien en público que digan que han entendido a Umberto Eco y que el Código da Vinci es una mierda. Y así sucesivamente.
Uno, queridos amigos, se lee todas las mañanas durante varias horas el As, el Marca y el Mundo Deportivo, incluídas esquelas y anuncios de putas y chaperos, para aprender a escribir con voluntad de estilo y ser una persona de provecho en el mundo de Hoy Día.
En una playa a las nueve de la mañana se pueden hacer muchas cosas, incluso el amor. Y una de las cosas más reconfortantes es tumbarte y no hacer nada, aunque hay gente que no lo soporta.
María lee una revista en la que sale Judit Mascó. Y yo meto los pies en la arena y me pongo crema protectora factor cienmil, aún así me quemo, me refresco la nuca con el agua salada. Miro y no hay nadie, estamos solos.
¿Qué más puedo esperar de una playa desierta? Que lleguen las olas gigantes y me arrastren al fondo, que un marrajo me seccione una pierna y a partir de ahora me llamen el cojo que intentó nadar donde no se podía, que una gaviota se cague en el bocadillo de tortilla, que ya es atinar con todos los kilómetros al norte y al sur que tenías, hijaputa.
Que no se acabe el mundo.
Que pueda seguir viniendo aquí con ella, y que no haya nadie más que las medusas y el sonido continuo del agua estrellándose contra mi cuerpo, como hoy.
Igual que el lápiz se sabe de memoria lo que hay que pintar, porque lo lleva dentro, igual que la piedra se sabe la escultura que hay en ella, la pluma o el bolígrafo se sabían los exámenes (por eso en vez de estudiar, copiaba el día anterior toda la materia). Todo está dentro del material.
Pero con la máquina de escribir no pasaba igual, las teclas se quedaban pegadas a los dedos, no hacían tac tac tac, y las horas pasaban con los folios en blanco. Y peor que el tiempo pasando sin el reguero de tinta era el silencio. Nada había que contar.
Las máquinas también tienen su pequeño corazón, y reivindican ser usadas en un contexto determinado. Es lo que antiguamente se llamaba inspiración, y que ahora no sé como coño se llama, porque hoy, igual que ayer (bueno, prácticamente desde que cumplí los seis años), no estoy inspirado.
Uno tendría que hacer cada cierto tiempo un homenaje en recuerdo a las personas, sitios u obras de arte que le han conformado lo que ahora es, mejor o peor, eso es lo de menos. Pero uno (sin modestia) es ante todo individuo, único, irrepetible e intransferible, es decir, Uno, por estas cosas que leyó o que lloró o vió o pisó anteriormente.
Una de esas cimas (o simas), en mi caso, es Moby Dick, el libro de Herman Melville que trata sobre la lucha del capitán Ahab contra la gran ballena blanca. Si alguien me preguntara qué libro regalaría a quien está empezando a descubrir la lectura y el mundo, sin duda el primero entre unos cuantos sería éste.
"Llamadme Ismael", dice el narrador al principio. Los principios suelen decir mucho de los libros. Si a las dos páginas no tienes ganas de seguir leyendo hasta el final, entonces mejor dejarlo. A la aventura no obligan a nadie, es voluntaria. ¿Qué significa un hombre lisiado, un ballenero cojo marcado por un encuentro anterior con el monstruo, asustando a toda la tripulación del Pequod? ¿A qué viene tanto odio contra un animal misterioso?.
Dicen que ésta es una de las pocas historias que describen la grandeza y las miserias del ser humano, las obsesiones, las búsquedas de un dios, la lucha contra lo inalcanzable y lo infinito...
Sin duda, embarcarse sin rumbo en la inmensidad del mar buscándose a uno mismo y a sus obsesiones debe ser una de las cosas que explican el mundo. Sirve perfectamente para ahora mismo, aunque Melville lo describiera hace 150 años.
"Me encerré en esta casa cuando tenía 33 años para poder crear literatura. Estaba en el pináculo de mi belleza. Renuncié a mi intensa vida social, novios, familia, a todo. Tomé una postura radical, me entregué por completo", dice Hilda Hilst, en la Casa do Sol, su casa de campo cerca de Campinas, en el estado de Sao Paulo. "Cuando era joven, ya escribía bien. Los críticos dijeron que era imposible que una joven hermosa pudiera escribir así. Ahora que soy vieja y fea dicen que mis textos no son muy accesibles o que estoy loca".
En estos más o menos treinta años de reclusión a los que Hilda se ha sometido, se estableció una rutina. "Poco después de levantarme me encerraba en mi estudio con la máquina de escribir y no salía hasta haber escrito cuando menos 500 palabras. Algunos días eran terribles por que no podía escribir y no salía de el estudio hasta el anochecer para jugar con mis perros".
En la entrada de su despacho hay un reloj con las manecillas rotas y una inscripción que nos informa: "Es más tarde de lo que crees".
[ Extraído del trabajo fotográfico de Eder Chiodetto: Lugares de escritores ]
Es verdad, últimamente sólo comento cosas de muertos, playas de los Muertos, retransmisión en directo de agonías de Papas, estatuas yacentes, muertos a caballo... parezco Amenábar (pero sin su preparación y sin billetes). Debe ser que la televisión y los periódicos no paran de bombardear pamplinas y reportajes exclusivamente dedicados a esta necrofilia que vuelve con fuerza... de entre los muertos, claro. También tendrá que ver el hecho de que en poco tiempo hayan apichacado personas importantes a las que las revistas del corazón y los dueños de los hoteles estarán eternamente agradecidas.
Para compensar tanto fiambre recomiendo una sesión intensiva de humor leyendo los relatos de La decadencia del ingenio, como la historia del futuro Papa Juan Pablo III, un pizzero de Barcelona que "siguió la estela de Alejandro VI y se dedicó a tener hijos ilegítimos y a envenenar a varios cardenales. De este modo y tras ser Juan Pablo II el primer papa ingresado en un hospital, Juan Pablo III se convertiría en el primero en ingresar en prisión, donde pasaría nueve años".
De verdad, a veces le entran ganas a uno de dejar de escribir para siempre y dedicar el tiempo a leer las cosas que escriben los que escriben bien.
Lo que me ha aportado Julio Verne como persona: eso es lo que me mueve a escribir esta nota, no que se cumplan cien años de su muerte esta semana.
Creo que, aparte que de que soy un privilegiado, porque me enseñó a leer mi madre, las novelas de Verne fueron, junto a los relatos de Salgari y los tebeos de Tintin o de 13 Rue del Percebe y todas las cosas de Bruguera, las que me metieron de lleno en la vida real, su parte de humor y su parte seria, a través de la ficción y la fantasía, cierto, pero es lo que me marcó como persona cuando aún no lo era.
Mi tio Juan tuvo la genial idea de regalarme cuando era un niño y poco a poco las aventuras ilustradas de este hombre, Veinte Mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en ochenta días, Viaje al centro de la tierra, Miguel Strogoff, Los hijos del capitán Grant... con ellas fui descubriendo la cara oculta de la Luna, las llanuras de África, el océano, los volcanes de Islandia, la nave del Amo del Mundo, lo que jamás llegaré a ver de adulto y que por desgracia se queda en la parte inocente e ilusionada del ser humano. Después me leí sus novelas por gusto, sin dibujos, puro texto, todas de un tirón durante un ataque de varicela.
Quien diga que las ilustraciones no hacen sino dispersar la atención de la historia, en mi opinión, tiene poca idea de cómo inculcarle a la gente joven el gusto por la lectura. Y que el interés por la ciencia y la técnica no está reñido con las aventuras y el afán por saberlo todo propio de los aprendices, eso es lo que le debo a este señor de Nantes.
A finales del 2004 murió Susan Sontag, luchadora incansable por los derechos humanos y azote de la conciencia de los progres norteamericanos (que aunque aquí pensemos que son sólo unos pocos ricos aburridos que se dedican a hacer cine, son bastantes y han estado a punto de echar a un tipo como Bush de la presidencia del país más poderoso de la tierra), novelista, autora de teatro, feminista, sobre todo llamó la atención a partir de los años 60 del siglo XX por su decidida postura en contra de las guerras y a través, sobre todo, de sus ensayos incendiarios en los que se cuestionaba el sistema de valores que dominaba la sociedad y la literatura de fin de siglo.
La literatura es primordialmente una empresa cosmopolita. Los grandes escritores son parte de la literatura mundial. Deberíamos leer a través de las fronteras nacionales y tribales: la gran literatura debería transportarnos. Los escritores son ciudadanos de una comunidad mundial, en la que todos aprendemos y nos leemos los unos a los otros. Si consideramos que cada logro literario significativo es, en última instancia, parte de la literatura del mundo, nos hacemos más receptivos a lo foráneo, a lo que no es "nosotros". El poder característico de la literatura es que nos deja una impresión de extrañeza. De asombro. De desorientación. De que nos encontramos en otro lugar.
[Fragmento de su discurso en el PremioPríncipe de Asturias 2003.]
Hace un tiempo estuve consultando sus trabajos sobre la fotografía, un análisis novedoso, visto siempre desde ópticas nuevas que provocan y replantean la visión que tenemos sobre algo que nos parece tan trivial como la imagen, sobre todo en esta era de la derrota de las letras frente a los colorines y lo blando.
Y posteriormente me abrió los ojos sobre las indiferencias humanas respecto a la relación entre violencia e imagen, entre fotografía y guerra, trucaje y noticia, verdad e historia. Pensamiento duro y exigente, sin duda, nada de lecturillas fáciles de autoayuda para pasar el rato en la piscina. Palabras que hacen pensar sobre la indiferencia y costumbre que tenemos de ver el dolor y el sufrimiento como un acontecimiento meteorológico, el poder de mirar hacia otro lado y seguir con nuestra triste y despreocupada rutina de pertenecer a la única especie animal que mata y causa daño por placer.
...
"Que a partir de la de Vietnam haya habido tan pocas fotografías bélicas trucadas implica que los fotógrafos se han atenido a normas más estrictas de probidad periodística. Ello se explica en parte quizá porque la televisión se convirtió en el medio que definía la difusión de las imágenes bélicas en Vietnam y porque el intrépido fotógrafo solitario con su Leica o Nikon en mano, operando sin estar a la vista buena parte del tiempo, debía entonces tolerar la proximidad y competir con los equipos televisivos: dar testimonio de la guerra ya casi nunca es un empeño solitario. En sus aspectos técnicos las posibilidades de arreglar o manipular electrónicamente las imágenes son mayores que nunca, casi ilimitadas. Pero la práctica de inventar dramáticas fotos noticiosas, de montarlas ante la cámara, parece estar en vías de volverse un arte perdido".
Si alguna vez logro entender algo de fotografía e imagen, se lo deberé sin duda a Sontag y a sus palabras. Sirvan estas líneas de agradecimiento y homenaje.
Susan Sontag: Ante el dolor de los demás, Alfaguara, 2003.
[ Ficha del ISBN del libro ]
[ Artículo sobre el libro en Ubicarte.com ]
Hace un rato he visto por la calle a Harold Bloom, el pope de la crítica literaria norteamericana. ¿Era él o sólo un doble con su misma cara y su misma edad? Da igual lo que fuera, era él.
Iba paseando lentamente, solo, con una sonrisa de oreja a oreja, abrigado para el frío. Llevaba un libro de Shakespeare en la mano, era él, casi seguro. Iba completamente ebrio: era él, seguro. Me dieron ganas de acercarme, saludarlo, preguntarle si sigue pensando en la genialidad de Nabokov, en que Cervantes escribió la novela más moderna de los últimos quinientos años, que me hablara, que me firmara un autógrafo como Maradona y que mis nietos dentro de sesenta años lo subasten por internet.
La gente murmuraba a su paso, y algunos lo insultaban, no por borracho sino por feliz.
Ayer, en una revista atrasada de esas que vienen con los periódicos de los domingos, y que mayormente sirven para consultar el horóscopo chino, sorprender a los cuñados con un sorbete de hígado de rata tibetana a las finas hierbas de Madagascar (servido bien frío con una pajita de colores), leer las declaraciones sobre gustos sexuales del vecino de un primo del recadero de la tienda de delicatessen que lleva la leche desnatada, con omega 3 y medio, elecassei inmunitas, baja en grasa, calorías y bajo contenido en colesterol y en leche misma, a casa de los Beckham en la Moraleja, o consejos cool para reciclar una bola de pelusa de debajo del armario en una estupenda colcha patchwork para el edredón nórdico, pues en una de sus secciones leí un chiste que me hizo tanta gracia que, para que todo el mundo lo pueda compartir conmigo, pongo a continuación, aunque supongo que como mejor se capta su sentido es escenificado por alguien que cuente los chistes oralmente y con acompañamiento de grandes alardes de mímica, porque yo no soy buen contador de chistes pero sí gran amante de las personas que, sin aspavientos ni regodeos ni gracia profesional, mezclan el humor con la expresividad teatral. Así que imaginaros a quien mejor os cuente los chistes de entre vuestros familiares, amigos y/o enemigos... y ahí va:
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Un parroquiano acude a un bar y le pide al camarero que le sirva tres cafés. "¿Tres cafés?", se extraña el camarero. "Sí", dice el cliente, "uno para mí, otro para ti y otro para tu puta madre". Al día siguiente, el mismo parroquiano: "Tres cafés". "¿Tres?". "Sí, uno para mí, otro para ti y otro para tu puta madre". El camarero no aguanta más, salta al otro lado y le da una paliza al cliente. Éste regresa al día siguiente, y el camarero le recibe con ironía. "¿Tres cafés?". "No", responde el lesionadísimo cliente, "no, sólo dos: uno para mí y otro para tu puta madre, porque a ti el café te pone nervioso".
La alucinante historia de un tío medio loco por la lectura y enamorado que se recorre media España vestido de la Edad Media, con una cazuela de barbero en la cabeza, subido en un caballo muerto de hambre y acompañado de un personajillo adicto a los refranes, de esos que cuenta su vida en los programas vespertinos de la tele, escrita por un hombre que se pasó media vida trabajando de recaudador de impuestos y preso, manco por participar en la batalla de Lepanto y con ganas de salir de su tristeza escribiendo cosas así merece que le echemos un vistazo, y no porque lo digan los planes de lectura de los Institutos de educación secundaria (o no por ello únicamente). Una vez dijo Félix de Azúa que si quisiéramos que la gente leyera, sobre todo la gente más joven, sólo habría que prohibir la lectura.
Es un buen libro irónico y moderno , pero mucho me temo que ningún editor publicaría hoy un libro así (es un tocho, y no hay muchos muertos o intrigas), ni productora alguna pagaría una película con ese guión (no hay sexo, el tempo de la historia es lento). Y a pesar de todo, en el siglo XXI es un best-seller. Cosas veredes, amigo Sancho...
Espero algún día ver la versión de Woody Allen del Quijote, ya que nos quedamos sin ver la de Orson Welles. Mientras nos podemos entretener con la adaptación teatral del genial Boadella.
Porque ante todo el Quijote es un libro de humor que explica el mundo y sus miserias como pocos. Hala, un esfuerzo, que esto es mejor que cien Códigos Da Vinci y Harry Poters.
Dos o tres días después de serle concedido el premio Cervantes, y tras leer y escuchar innumerables elogios a su persona y a su obra, gente que se apunta al caballo ganador, creo que me alegro enormemente de que por fin le sean rendidos honores al mejor escritor en castellano de los últimos cincuenta años.
Podría dármelas de culto, de ser un lector empedernido de sus ensayos y de sus tres novelas, de participar (hasta ahora) del secreto gozo de la lectura de las mejores páginas de la literatura y de la imaginación, de que desde hace años vengo diciendo que Ferlosio es un raro y emboscado escritor cascarrabias que no se casa con nadie, de su sentido ético y de su falta de aprecio hacia los trapicheos de las letras, pero no. NO, precisamente por lo que él mismo decía en su antivillancico de Vendrán más años malos y nos harán más ciegos:
"Nazca el niño negativo
nadie, nunca, nada, no.
..."
Prefiero sus ensayos con fama de rollo a su ficción premiada, los aforismos sin evangelización que llama pecios de los últimos años a sus cuentos fantásticos, y sobre todo, prefiero su actitud honesta y su lucidez ante la mierda de la política a cualquier homenaje interesado y mediático.
El escritor que vive permanentemente en estado de cabreo con el mundo, que se apartó de los cánones de la literatura a conciencia, que experimentó con las palabras a sabiendas de que ni dios (por supuesto) lo iba a entender, el que nació en el Campo de Marte romano, ese es mi Ferlosio. El primero al que leí comparar el deporte en general con el fascismo, el que denunciaba las pamplinas y fastos del 92, el que vivía permanentemente en las afueras. Y ahora lo veo alegre, esta persona desaliñada que cuando le enchufan las odiadas cámaras sólo tiene palabras de agrado y de humildad. Y que en las fotos sale a su vera su gato negro encima del sofá, soberano, libre y orgulloso, exactamente igual que él, fuera del circo y de la industria de la cultura, siendo el aguafiestas de siempre pero mostrando su buenos modales de caballero que no cree ni confía en nada ni en nadie.
Y espero sus libros y sus artículos como siempre, barrocos, desesperanzados, tristes, cultos y al margen de lo que dicten las leyes del mercado. Me parece que es para sentirse orgulloso de ser su lector desde hace muchos años, el premio me lo han dado a mí también, como lector, por supuesto.
Aprovechando que estos días, por una casualidad que explico en la nota de abajo, entra aquí mucha gente interesada en el apasionante mundo de las drogas, expongo mi opinión sobre un libro magnífico que habla del correoso tema.
Se trata de Colocados: una historia cultural de la intoxicación, publicado hace en 2003 por la editorial Alba. En él su autor, Stuart Walton desarrolla la tesis de que a lo largo de la historia el hombre siempre ha tendido individualmente a buscar estados de de euforia, frente al poder coercitivo de las instituciones que han intentado canalizar esa fuerza hacia sentimientos colectivos de identidad o religiosos. Por supuesto, esos intentos por limitar la libertad del ser humano siempre han acabado en fracaso estrepitoso, puesto que la búsqueda de la felicidad el sosiego o la ebriedad forma parte intrínseca de la naturaleza de la humanidad, de su cultura. Poder despeñarse por los cauces del exceso como forma de enfrentarse a las buenas formas sociales y a la educación.
Otra cosa son los problemas sociales que de esta tensa situación se deriven: mafias, delincuencia, enfermedad, envenenamiento. Para explicarlo Walton repasa uno a uno los principales métodos y sustancias que dan vida a la experiencia con las sustancias eufóricas o depresivas del sistema nervioso, tabaco, café, alcohol, cannabis, opiáceos, química, etc. No entra en si son buenas o malas, se limita a relatar la historia de su uso a lo largo del tiempo, así como los métodos e intentos de erradicarlas.
Enlaces:
[ Ficha del ISBN del libro ]
[ Artículo de Antonio Escohotado: 'Sobria ebriedad' ]
[ Crítica de 'Drogas y cultura de masas', de Juan Carlos Usó ]
[ Mundo Antiprohibicionista ]
Hay veces que los suplementos de cultura y las revistas necesitan una sección de cotilleos, un espacio amarillo, rosa o rosa-furcia en el que los lectores se descarguen de tanta pedantería y elitismo alfabético del que enorgullecerse. Estos días, además de las clásicas loas a los libros de los amigos y/o amigos de los jefes, se publican reportajes y noticias que, de alguna manera, se salen de lo común en este tipo de pepeles. Os las resumo y así quedo de puta madre como lector avezado y culto:
Entre los suplementos semanales, el Culturas-La Vanguardia, aparte de hablar de los 25 años de posmodernismo, comenta que la mítica revista Ajoblanco vuelve a la carga y resucita de-entre-los-muertos por segunda vez, ahora con periodicidad trimestral y con el nombre de El Ajo. Si alguno de vds. es fashion, rebelde y ajero de la etapa 1 y/o de la 2, vayan reservando su ejemplar de la revista más moderna y visionaria desde los tiempos de Hermano Lobo. En el Babelia-El País dedican su tema principal a la quema de las bibliotecas a lo largo de la historia: Alejandría, Sarajevo, Bagdag, y ésta última de hace poco en Weimar. También hay artículo de Matthew Pearl sobre Dante y los misterios renacentistas, esos que dan de comer ahora a tanta gente.
En el Blanco y Negro-ABC cuentan en varias páginas las desavenencias y aproximaciones de la literatura hispanoamericana a propósito del 12 de octubre, día de la Raza o de la razzia, que no me acuerdo bien (el ABC no pierde de vista sus orígenes). Por último El Cultural-El Mundo trae una noticia muy curiosa, y con fotos: la historia secreta de Malva Marina, la hija hidrocefálica de Neruda que murió a los ocho años en Holanda abandonada por su padre, que una cosa es escribir de amor y otra distinta llevarlo a la práctica. De verdad, al enterarme de este asunto me he llevado un palo grande, como si se cayera la nave central de la basílica poética por falta de calidad de los materiales.
Y más cosas, esta vez de las revistas mensuales o trimestrales: mi admirada Lateral cambia de formato a partir de noviembre, y parece que dejará de ser una revista en papel-periódico tipo sábana. En su décimo aniversario una renovación externa se agradece, para que sigan hablando de la política de los sexos y del crimen de la posesión, como este mes. Claves, sin embargo, sigue igual. Es carísima, pero de vez en cuando hay cosas interesantes, como una recopilación de textos sobre arquitectura y habitabilidad en las obras del irrepetible Rafael Sánchez Ferlosio en el número de septiembre. Tampoco conviene perder de vista el especial de otoño nº 63 de la revista colorista Colors (sí, esa que hacen artistas becarios de Benetton, para qué vamos a andarnos con prejuicios a estas alturas), dedicada al siempre apasionante asunto de las drogas, con textos bilingües inglés-castellano, para que no quepa duda.
Y por esta vez se van a librar vds. de que les comente la última joya libresca que he encontrado en mi librería, una recopilación de los escritos sobre fotografía de Walter Benjamin, porque entonces sí que caería en el autobombo, una palabra que me gusta mucho como suena, así un poco africano (autobombo-bombo-bom), y tampoco es para tanto.
Y de vez en cuando haré un resumen aquí de las cositas éstas de la cultura, a sabiendas de que no le interesan a casi nadie. Lo hago por eso, por el casi.
Leer libros y artículos sobre los que hacen que los demás leamos siempre me ha parecido fascinante. Este verano he disfrutado con la lectura de Pasando página, el repaso que Sergio Vila-Sanjuán (uno de los responsables del excelente suplemento cultural de La Vanguardia, Cultura/s) hace del panorama literario español tras la muerte del Bicho en 1975.
Los escritores, los editores, los premios literarios y sus chanchullos, los asuntos económicos y la influencia del mundillo cultural hispánico en la vida social de la Transición, que aún no sabemos si ha acabado, todo está contado de manera amena en este tocho publicado por Destino.
Recomendable sólo para quien esté interesado en el submundo de la cultura y adyacentes, y para todos aquellos que disfruten de tiempo y padezcan estados carenciales. Mucho mejor que la tele, dónde va a parar. Lo malo es que si sufres de esta enfermedad de la lectura al final los familiares acaban pagando el pato por la ingente acumulación de papeles sobre las estanterías y otros sitios inverosímiles de la casa, incluído el wáter (nunca he entendido cómo hay gente que hace sus necesidades leyendo a Platón), pero no pasa nada, el kilo de papel al peso se vende bien en el mercadillo.
A ver si cuela y me dejan seguir amontonando cosas de estas con letras .
Unos se vanaglorian de la estirpe,
del saber, el vigor o la fortuna;
otros, de la elegancia extravagante,
o de halcones, lebreles y caballos;
cada carácter un placer comporta
cuya alegría a las demás excede;
pero estas distinciones no me alcanzan
pues tengo algo mejor que las incluye.
En altura, tu amor vence al linaje;
en soberbia al atuendo; al oro en fausto;
en júbilo al de halcones y corceles.
Teniéndote, todo el orgullo es mío.
Mi única miseria es que pudieras
quitarme todo y en miseria hundirme.
[William Shakespeare, Soneto XCI]
Parece que el verano es propicio para las clasificaciones, para hacer capítulo, recopilación, examen de conciencia, propósito de enmienda, y perdóneme padre porque he pecado. Encuentro en uno de los libros que estoy leyendo un fascinante ejercicio: se trata de proponer (y justificar, si es posible) las diez palabras más bellas que uno haya encontrado en su lento camino de alegría, llanto y búsqueda de la mort.
Ya he hecho en otras ocasiones pública confesión de admiración por Andrés Trapiello, que es quien hace este juego en Mar sin orilla, una recopilación de textos cortos publicados en prensa, concretamente en la pieza titulada Diez palabras. Es un breve pero intenso escrito lleno de matices poéticos, con memoria y ritmo de diario íntimo, transcribo buena parte del artículo. "He aquí las diez que yo elegí, pudiendo ser mañana otras distintas", dice Trapiello:
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"1. Sí. La palabra más bella.
2. Ultramarinos. Mi abuelo abrió después de la guerra un comercio de coloniales y ultramarinos en León, que pasó a mi padre, a imitación del abarrote que un pariente emigrado había abierto en México, durante la dictadura de Porfirio Díaz. De niño no alcancé nunca a saber qué significaba exactamente, pero me gustaba por lo que prometía de exótico y lejano. Para mí siempre orá unida a un chocolate de la marca El Indio, cuyas tabletas tenían un envoltorio de papel basto en el que aparecía estampada la cara de un indio motilón, naturalmente de color chocolate, empenachado de plumas sobre un fondo amarillo lleno de modernistas letras rojas. Si pienso en un azul ultramar imagino un azul, otra palabra mágica, más lejano que ninguno, un azul dios, un azul indiano, un azul niño, perdido, muerto muy lejos de su casa.
3. Rosa. Siempre distinta, eterna, 'pura contradicción, voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados'.
4. Tranvía. Necesitamos de un tiempo pasado, no demasiado remoto, para que el nuestro se haga más soportable, ciudades cosmopolitas todavía sombrías y provincianas, en las que sólo se oigan los cascos de los caballos sobre los adoquines y los chasquidos eléctricos del trole en la red de los cables.
5. Arrayanes. El Sur, un surtidor, la huida.
6. Misericordia. Habla de lo mejor del hombre, pero en silencio.
7. Mar. Nace tan cerca del verbo amar, que casi son la misma palabra.
8. Mastina. Hace unos meses, durante una nevada, vimos a nuestra mastina echada en el olivar sobre la nieve. No se movía, mantenía erguida la cabeza con majestad, como una esfinge. Caían los copos sobre ella, se posaban en sus pestañas, pero ni siquiera parpadeaba. El corazón humano merecería haber sido creado con la misma materia.
9. Manantial. Nos hace pensar en algo profundo, limpio y fundamental.
10. Rocín. Es una palabra vieja y ya sin uso. En el Quijote aparece desde la tercera línea del primer capítulo hasta el final innúmeras veces, y sólo por eso sigue viva, al igual que otras que ya en tiempos de Cervantes resultaban demasiado arcaicas. Todas las palabras tienen un alma, incluso las muertas. Sólo hay que saber encontrársela o, en su defecto, dársela de nuevo".
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Yo propongo también las diez palabras más hermosas, que para mí en este momento son las que siguen:
Y ahora que cada cual explique las suyas.
[ Actualización Julio 2005: Una página se dedica exclusivamente a recopilar las Diez Palabras más hermosas de las personas que quieran participar ]
El crítico literario Manuel Rodríguez Rivero sostiene una columna de opinión sobre cuestiones editoriales en el Blanco y Negro Cultural de ABC. En la del sábado pasado nos recordaba este minicuento de Augusto Monterroso, robado directamente del libro La oveja negra y otras fábulas:
"Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha".
En 1981 los diosecillos de las letras y la cultura se dignaban premiar con el Nobel a un hombre llamado Elías Canetti.
Cuando intentaron resumir sus datos biográficos se dieron cuenta de que su vida superaba con creces cualquier otra ficción literaria. Nacido en en 1905 en una aldea de Bulgaria, judío de padres sefardíes que italianizaron su apellido Cañete por las persecuciones, se instaló en Viena durante el periodo de entreguerras, hasta que en plena dictadura nazi huye a Londres, donde se nacionaliza británico. Toda su obra la escribe en alemán.
Escribió esto:
" En el amor es donde menos existe la piedad: en el amor cuenta siempre lo más pequeño, lo insignificante: esa precisión minuciosa le otorga su ser. Nada se olvida. Si uno dice: quiero todo, hay que entenderlo así: todo. Acaso sólo un caníbal podría ser aquí consecuente. Sin embargo, el canibalismo anímico es mucho más complicado: hay que advertir que se trata de dos caníbales que se devoran al mismo tiempo. "
Releyendo el libro Para acabar con los números redondos de Enrique Vila-Matas me doy cuenta de que tiene perfecta razón al defender el fin de la dictadura de las cifras exactas. Ya está bien de conmemorar el centenario de la guerra de los Flanders-Boers contra el imperialismo syldavo, el cincuentenario del descubrimiento de la bacteria causante del exceso seborreico del cutis adolescente, los veinticinco años del descubrimiento de un cometa lejano que depende administrativamente de un satélite de Urano, o los quinientos siglos del fallecimiento de un lirón careto islandés que tenía como mascota (o quizá algo más) un sobrino de William Shakespeare por parte de madre.
Lo que verdaderamente necesitamos conmemorar son las cosas importantes: las tres horas, cincuenta minutos y treinta segundos que me ha costado encontrar un producto para limpiar la meada del perrito del vecino en mi puerta, los cuarentaitantos días y bastantes minutos que lleva mi cuñado sin limpiar el cuarto de baño, los seis meses, quince días y seis horas que han pasado desde que unos chorizos me ayudaron a deshacerme de mi viejo radiocassette, los tres años y cuatro meses que lleva sin devolverme mi primo ese disco i-nen-con-tra-ble de Police (sí, el que me costó cinco talegos, primo, no te hagas el longui que cualquier día de éstos le pego fuego a tu colección de madelmanes buzos), los siete siglos que llevamos esperando los vecinos del barrio a que arreglen la fuga de agua, etcétera, etcétera. Los milenios que llevo esperando la palabra perdón de la boca de los criminales, clérigos, militares, políticos y banqueros que nos han hecho a los borreguitos de a pie la vida más fácil. Ni un solo 10 o 20 o 25 o 100 más, ni uno.
Y es más, la lectura de la tesis de Vila-Matas me ha hecho darme cuenta de algo fundamental: Si me revientan los aniversarios y la exactitud matemática, aburrida y alienante... ¿Por qué me caen tan igualmente requetemal las botellas de PepsiCola de litro y medio? ...Si, ésas que no sabes si te viene corta o larga, si es cara o barata, si es bonita o fea... Cada vez estoy más convencido de la genialidad del inventor de los donuts, que no se complicó la vida, cogió ejemplo del cero y a tomar por culo.
Joder, cuanta poesía, belleza y misterio hay en esto de los números.
Pequeños epitafios para grandes tumbas. Quizá el más rompedor es el que se compuso a sí mismo Marx (don Groucho): Perdone que no me levante. Sin embargo, hay autoepitafios que nunca llegaron a ser escritos en las lápidas, aun siendo ésa la voluntad del difunto.
Es el caso de Malcolm Lowry, conocido en Granada, Ronda y otros puntos del planeta como el borracho inglés, escritor norteamericano de grande fama, mayor desequilibrio y mejor (o peor, según se mire) beber. Su vida fue una continua calamidad. Escribió Bajo el volcán y se murió a los 47 años. En su tumba nadie puso, por desgracia, las palabras que debieran allí figurar:
Malcolm Lowry
Late of the Bowery
His prose was flowery
And often glowery
He lived, nightly, and drank, daily,
And died playing the ukulele
[Traducción de Javier Marías: Malcolm Lowry / difunto de la calle Ebria / su prosa fue florida / y a menudo airada / Vivió, noche a noche, y bebió, día a día, / y murió tocando el ukelele]
En esta segunda entrega de las selecciones de escritores, los farragosos y potentes jugadores de Estados Unidos, siempre dispuestos a partirse la cara frente a sus rivales literarios del resto del mundo, especialmente con sus primos los imperiales británicos.
EEUU:
La defensa decimonónica, compuesta por los siempre leñeros Twain, Poe, Melville y de líbero Thoreau, por supuesto, es de las que no deja pasar ni una. Se rumoreaba que el jugador Melville se intercambiaba en los descansos por su gemelo Bartleby, que entraba fresco, pero son infundios. Creando juego (y bebiendo complejos vitamínicos por garrafas) , Jack London y Francis Scott Fitzgerald. Ezra Pound y Henry James van de carrileros. En la punta del ataque los correosos Faulkner y Tennessee Williams, dotados para el juego a ras de hierba. El portero, Walt Whitman, que desde que escribió el canto a sí mismo no se quita los guantes individuales ni en su casa.
El banquillo, espléndido: Salinger, Emily Dickinson, Lovecraft, Hammett, Bradbury, Capote, Hemingway es el que acarrea los botellines, y los siempre terribles beats Kerouac, Burroughs y Ginsberg, a los que el seleccionador encontró sustancias dopantes en sus macutos y han quedado relegados al papel de masajistas.
La polémica sobre si esta selección sería capaz de ganar a la potente escuadra inglesa queda pospuesta hasta que averigüemos si es legal jugar con más de un par de litros de vino en las barrigas de los jugadores norteamericanos, verdaderos maestros en el arte de los estímulos de todo tipo.
La próximas selecciones a reseñar, la francesa y la británica. Los franceses han pedido por favor que no se permita alinearse a los oriundos y nacionalizados, caso de irlandeses, indios, etc.
El comité de la LIFA está analizando el asunto.
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[ Notas relacionadas: Selecciones literarias: Rusia ]
El verano es la época del año quizá más propicia para la lectura. Como me gusta leer y, además, me divierto clasificando aristotélicamente a la gente en categorías, me propongo hacer una especie de canon literario de los escritores clásicos que más influencia han ejercido en la historia. O sea, lo mismo que Harold Bloom o Reich-Ranicki, pero en patatera y modesta sencillez.
Todo puede clasificarse, y el mundo cultural es buena prueba de ello. Si no que se lo pregunten a Maimónides, que era cirujano ocular, o al filósofo Spinoza, que era pulidor de lentes, o a Nabokov, que disfrutaba más cazando mariposas que escribiendo, o a Malcom Lowry, que acumulaba borracheras, o a Silvina y Victoria Ocampo, que clasificaban hombres, o a Jünger, que se dedicaba a la entomología (coleccionaba escarabajos), y así sucesivamente. La literatura es cosa de listas, como siempre.
Voy a clasificarlos en selecciones, aprovechando que este año hay Olimpiadas deportivo-religioso-patrióticas en Grecia, que aparte de ser la cuna de la cultura clásica occidental es el sitio donde hacen el mejor yogur del mundo jraña-no-se-qué. No estarán todos los que son, pero sí que están todos los que son... ¿o era que son todos los que están? Bueno, cada uno tiene su propia selección, habrá titulares que jueguen bien medio tiempo, y reservas que aunque lleven toda la vida en el banquillo se merecen salir a tirar los penaltis.
Rusia:
Vale, vale, ya sé que Nabokov escribió en inglés y que se podría considerar un escritor estadounidense... pero ¿es ruso o no?. O por lo menos de origen, como Diarte, ese paraguayo que jugaba como oriundo y al que le preguntaron de qué ciudad española eran sus antepasados. "Mi familia es de Celta", contestó.
Me gustaría leer aportaciones de aquellas personas a las que le guste esta pamplina de juego. Ya tengo hecha la selección de EEUU, con muchas dificultades porque a veces pienso que el equipo reserva escribe mejor que el titular, aunque no gane tantos millones. Iba a meter a la quinta Beat, Kerouac, Burroughs, Ginsberg, etc., pero el día de la convocatoria estaban todos borrachos y drogados. Hay que hacer el resto de selecciones, que cada cual proponga lo que quiera. Única norma: que sean considerados de manera más o menos unánime 'clásicos'.
[ Nota: La documentación gráfica y algunos datos variados los he robado de El Poder de la Palabra, magnífica enciclopedia de la cultura ]
(...)
En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.
Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
prometían vida futura.
Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.
(...)
Tim Burton: La melancólica muerte de Chico Ostra. Anagrama, 1999
Los principales diarios del mundo venden muchos más ejemplares los domingos, supongo que debido a que los compradores no habituales disponen de tiempo para leerlos con tranquilidad y sosiego. Es por ello por lo que su contenido es más liviano, menos intelectual, tienen un punto de cotilleo y, por eso mismo, más real.
Cuando llega a casa de mi familia el periódico de los domingos hay una lucha encarnizada por pillarlos, y eso que mi padre no compra uno, sino dos o tres (con sus suplementos de colorines, donde te dicen dónde comer huevos fritos a 100 euros, qué falda te combina con la quemadura de la playa y cómo hacer una mesa camilla con una lata de boquerones). Si no estás un poco atento y mi abuela los liga... entonces puede que leas las noticias pasado mañana por la noche (con suerte) o te tengas que conformar con las páginas color salmón de la economía, que le sirven a mi madre para poner encima de la mesa la paella o a mi hermano para limpiar las gafas o se guardan religiosamente para cuando hay que pintar el techo, unos artículos muy socorridos y útiles, teniendo en cuenta la relación calidad-precio. Siempre recuerdo con gracia las papeletas electorales que el abuelo de mi amigo Juanma ponía en el retrete para pasar el rato o divertirse o lo que sea.
Antes me cabreaba mucho cuando llegaba mi turno y comprobaba que las cien páginas domingueras, tras pasar por sus manos, se habían convertido en un amasijo de papeles arrugados sin orden ni dios, la portada en medio y el final al principio, las declaraciones de Ronaldo el futbolista en la sección de cultura, y la rueda de prensa de Bush en la sección del horóscopo. Al cabo del tiempo me dí cuenta de que el periódico es precisamente eso, páginas de noticias impresas listas para ser arrugadas y despedazadas, no para pasar intactas al museo de la belleza. Y ahora incluso me da un poco de grima encontrarme con un periódico perfecto, ordenado y sin arrugar. De hecho, cuando veo un diario así lo primero que hago es arrugarlo, me resulta más familiar y leo las funestas noticias mucho más calmado. Más de una vez me han echado de un kiosco por poner bien la prensa antes de comprarla.
Mi abuela se lo lee todo, la política, las críticas de cine, el fútbol, los muertos, los vivos, los comatosos, desde las esquelas hasta los anuncios de contactos, pasando por la programación de madrugada de las televisiones locales. Este afán lector es lo que, en mi opinión (lo digo absolutamente en serio), la mantiene libre del Alzheimer y resto de enfermedades de la memoria. Eso y que cuando ve a Aznar en una foto se le pone el vello de punta y le cambia el carácter, más parecido a lo que pone en el diccionario bajo la definición de 'cólera'. Por eso sé que entiende perfectamente lo que está leyendo, y me retiro a mis aposentos tranquilo.
Los juegos de palabras siempre me han gustado...
Al revés dice Roma, al derecho amor.
Un palíndromo es una frase o palabra que se lee igual al derecho que al revés, a la izquierda que a la derecha. Esta actitud democrática es la que más me gusta de este tipo de palabras, y el hecho de que sean prácticamente invisibles a nuestros ojos llenos de prejuicios. No vemos un elefante delante de las narices, mucho menos el poder curativo del léxico y el cerebro, puro tulicrem mental lleno de energía.
-Sometemos
-Dábale arroz a la zorra el abad
-Allí ves Sevilla
-Amo la pacífica paloma
-Ana lleva al oso la avellana
-Yo hago yoga hoy
Pero el mejor es éste:
-Robaba oro a babor
Robar oro... y a babor. Que lujo, ser pirata, bucanero de palabras, viento en popa a toda vela...
[Nota: No os preocupéis, yo tampoco entiendo muy bien qué es lo que quiero decir hoy]
Una vez la profesora de lengua preguntó en clase cual era la diferencia entre el refrán y el aforismo. Largo silencio en el aula. Sonrisa pardilla del listón que lo sabía. Rápidas consultas en los diccionarios al llegar a casa del resto del alumnado humano. Reflexión frente a los tomos de la Real Academia y del María Moliner.
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Refrán: (Del fr. 'refrain').
1. m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
tener muchos refranes, o tener refranes para todo.
1. frs. coloqs. Hallar salidas o pretextos para cualquier cosa.
Aforismo: (Del lat. 'aphorismus', y este del gr. ἀφορισμός).
1. m. Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte.
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Lo mejor fue cuando se lo consulté al hortelano de enfrente del colegio, tan aficionado a la poesía como del trasiego de vino pa su cuerpo: "Un refrán es una tontería lógica que dicen los borrachos como yo cuando están sobrios, y nadie nos hace caso, y un aforismo es la misma tontería dicha por un estudiao cuando va borracho, y todos le aplauden el ingenio".
El suplemento cultural de La Vanguardia llega hoy miércoles a las cien semanas. En este tiempo su sorprendente formato y la calidad de sus textos e imágenes lo han convertido en el referente español de este tipo de publicaciones. En sus páginas caben desde el análisis del pensamiento filósofico de actualidad hasta las reseñas de exposiciones fotográficas o las películas en DVD, pasando por los espacios para la creación y apartados dedicados a las nuevas tendencias sociales, la música o la televisión, siempre desde un punto de vista inteligente e irónico.
Yo lo descubrí en el número 20, y desde entonces siempre he intentado leerlo de cabo a rabo. Normalmente los suplementos mantienen en sus críticas literarias una política de sumisión a la empresa editora y sus ramificaciones editoriales bastante lamentable, puros boletines de propaganda cultural no apta para escépticos. El País publica en sitio preferente de su 'Babelia' elogiosos comentarios de todas las publicaciones del grupo Prisa, El Mundo contraataca echando pestes de los anteriores y babeando sobre los éxitos propios en 'El Cultural', el 'Blanco y Negro' del ABC exactamente igual. Las peleas por figurar en la lista de libros más vendidos, la sospechosa tendencia a ocultar novedades interesantes de editoriales sin renombre, la publicidad que exige críticas benignas...
Hay veces que se hace difícil distinguir un comentario pretendidamente serio de un baboseo descarado (o un ataque ideológico al interés contrario, la otra cara), y el mundo de la cultura se convierte así en discusión económico-ideológica, puro mercantilismo barato. El 'Cultura/s' supongo que tampoco escapa a esas trifulcas y a esas ataduras dinerarias, pero para mí es un soplo de aire fresco siempre agradecido, mantiene un necesario interés por acercarse al pulso de la calle, diferente al de los despachos.
Aunque no soy catalán yo también celebro Sant Jordi, el día de las rosas y los libros. Me gustan más los libros que las rosas, pero las dos cosas están muy bien. Hacen falta muchos santjordis diarios y de toda clase en todas partes.
Ya hay gente que ha escrito que esto es una tontería tradicionalista, machista... incluso de apología del maltrato a los animales (San Jorge mató a un dragón), etc. Ojalá esta fiesta de la convivencia y la cultura se celebrase en todo el mundo. Por lo pronto me voy a leer el tomo XII de los diario-tochos anuales de Andrés Trapiello, que tanto me gustan y que María me regaló (sin saberlo) para celebrar el san Jorge leyendo. Cuando me regale una rosa os lo diré también.
Estoy leyendo dos libros de memorias y apuntes sobre el holocausto judío, escritos por un filólogo de Dresde, Victor Klemperer. Durante muchos años escribe a hurtadillas folios y folios de notas con una caligrafía de médico, obsesivamente, por el simple hecho de que a las generaciones futuras les quedara constancia del proceso de odio social planificado desde el poder en que se sumió la sociedad alemana desde antes incluso del 30 de enero de 1933, cuando Hitler es nombrado Canciller tras ganar las elecciones democráticas.
Quiero dar testimonio hasta el final son sus diarios, la angustia de un ser agazapado y en derrota, que ve como sus vecinos y amigos van siendo exterminados uno a uno; Klemperer se salva de la muerte por su matrimonio mixto con una alemana de origen germánico. LTI son las siglas de Lingua Tertii Imperii, la lengua que el Tercer Reich implantó en el vocabulario oficial y popular, al estilo de la neolengua orwelliana, para adoctrinar a las masas en el ideario nacionalsocialista. La impresión que me da al leer estos apuntes filológicos es que la población alemana de origen no-judío (e incluso éstos) no fueron en ningún momento conscientes de lo que estaba ocurriendo en realidad. No es extraño, pues para ello fue creado expresamente el Ministerio de Propaganda que dirigió Goebbels, ese hombre tan piadoso que antes de suicidarse se llevó por delante a su mujer y sus seis hijos.
Me gusta mucho comparar su detallada y apasionada visión del asfixiante mundo alemán de entreguerras con los diarios de jerercas nazis como Albert Speer, el arquitecto de Hitler. ¿Cómo puede haber dos visones tan distintas del mundo en un entorno tan pequeño? ¿Que puede hacer que durante los doce años (¡¡¡sólo 12 años!!!) del NSDAP en el poder, de 1933 a 1945, se acumulara tanto odio, tanta irracionalidad y tanta bestialidad? Muchas veces me pregunto si habremos aprendido algo de todo aquello...
[ Ficha del ISBN de 'Quiero dar testimonio hasta el final' de Klemperer ]
[ Crítica del libro en Culturas de archivo ]
[ Ficha del ISBN de 'LTI' de Klemperer ]
[ Crítica del libro en la revista Raíces ]
[ Ficha del ISBN de 'Memorias' de Speer ]
Definitivamente se ha confirmado la noticia de que los restos de avión hallados hace unos años por pescadores y submarinistas frente a las costas marsellesas son los del aparato que pilotaba Antoine de Saint-Exupéry el 31 de julio de 1944.
Autor de obras para adultos envueltas en palabras infantiles, apasionado de la aviación y la soledad, enfrascado siempre en aventuras por el desierto y la guerra, y lastimado por continuos fracasos amorosos, St-Ex escribió un poema continuo sobre la soledad del ser humano, de un solo verso, que va de Vuelo nocturno y Tierra de hombres hasta El Principito, publicado un año antes de su desaparición.
Durante muchos años estuve buscando un ejemplar en castellano de las crónicas que escribió sobre la Guerra Civil española de los años treinta, libro agotado y censurado que todavía busco. 60 años después de su muerte aún hay gente que cree que su vida es un ejemplo, un ser vitalista y apasionado que murió como quiso vivir, entre el aire y el agua, respirando con la boca abierta.
Ayer en el programa El público lee (uno de las contadas cositas que se pueden ver en CanalSur 2 sin que te pongas colorado de vergüenza), el escritor Antonio Muñoz Molina hablaba con sus lectores de su libro sobre Nueva York.
Y decía que una de las cosas que más tristeza le producía de esa ciudad (aparte, por supuesto, de la evidencia de las diferencias sociales) es el ritmo incesante con que desaparecen las librerías de fondo, establecimientos pequeños y amables situadas en calles no muy comerciales, donde te atiende el dueño, que suele ser persona atenta al mundillo de la cultura. Decía el escritor que esas humildes tiendecitas de barrio no pueden competir con las grandes cadenas de distribución y almacenes tipo Barnes & Noble o la Casa del Libro que venden best-sellers como si fueran pollos de granja. Y que cada vez que iba a visitar alguna de esas librerías auténticas, en su sitio se encontraba con un Benetton o un Kentucky Fried Chicken o alguna cosa de estas.
Recuerdo una vez en la FNAC de Callao cómo un mogollón de personas leían aplicadamente sus libros (recién comprados o en estado de hojeo) en una especie de gradilla tras una mampara de cristal, a la vista de los curiosos como si de un escaparate zoológico de pensantes se tratase. Pues bien, tras cuatro horas leyendo se levanta un cliente y se va tan tranquilo, sin el libro, Un empleado le persigue y le dice:"Señor, ¡que se olvida su compra!", y el paciente lector le contesta:
-"¿Compra? ¿Que compra? Si ya me lo he leído, ¿para que me lo voy a comprar?"
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Cuando asqueados de la bajeza humana,
Cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
...
Que aquella causa aparezca perdida,
Nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
Sólo atendieran a ellos mismos,
Importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece
Como en aquellos días:
Noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
A través de los años, la derrota,
Cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana.
[Luis Cernuda: 1936]
Siempre me ha gustado leer al voleo cualquier palabra en los diccionarios, te encuentras cosas que expanden su significado más allá de la simple definición. Claro, para eso están.
Por ejemplo, miro la palabra Furia. Todo el mundo sabe lo que significa, pero... ¿que hay detrás? Busco sinónimos e imágenes de la furia, que más que una unión de letras con más o menos belleza es un estado de ánimo.
Sinónimos:
-cólera
-arrebato
-pasión
-frenesí
-exaltación
-delirio
-excitación
-locura
-arranque
-auge
-vehemencia
-ímpetu
-coraje
-denuedo
-energía
-fuerza
-empuje
-furor
-ira
-rabia
-irritación
-violencia
-saña
-fiereza
-ensañamiento
-enfado
-enojo
-exasperación
-exacerbación
-rencor
-odio
-resentimiento
-encono
-reconcomio
-indignación
-berrinche
-perra
-rabieta
-despecho
-pique
-irritabilidad
-regaño
-ceño
-mosqueo
-mohína
-brama
-requemo
Antónimos:
-tranquilidad
-serenidad
-calma
-quietud
-sosiego
-paz
-lentitud
47 sinónimos y sólo 7 antónimos. Ese es el estado de ánimo de la humanidad.
Hace 75 años nacieron en un periódico belga los tebeos de Tintin, un reportero de pantalones bombachos que recorre el mundo junto a un perrito hablador que sólo nosotros oímos. Su autor, Hergé, quiso representar en él a un chico conservador pero atrevido, justiciero pero rebelde, un modelo de comportamiento para la clase media europea en los años turbulentos de entreguerras, cuando la revolución y las promesas de justicia social amenazaban el estatus privilegiado de la buena sociedad tradicional.
Desde hace tiempo acusan a Hergé de crear un personaje fascista, asexuado, irreal y absurdo. Yo me he criado y he aprendido a leer con los tebeos de Mortadelo, Rompetechos, 13 Rue del Percebe (vaya copia más descarada la serie esa famosa de Antena 3, Aquí no hay quien viva), Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio (genial este par de dos, la chapuza española en su apogeo), las Hermanas Gilda, Ugh el Troglodita, Anacleto agente secreto, el capitán Trinquete (los tenía todos), Jabato, el Corsario de Hierro, etc, etc.
Mi vida durante muchos años eran esos muñecos dibujados. Cuando descubrí a Lucky Luke, Astérix y Tintin, que venían de fuera, ya había asimilado que los tebeos me enseñarían lo poco o mucho que supiera de mayor. Más o menos así ha sido.
Nunca me paré a pensar, cuando leí las acusaciones de los biógrafos de Hergé, en la ideología subyacente de Tintin. Me da igual, y aunque en parte siento algo de remordimiento por adorar a un filonazi, disfruté mucho de su lectura y de sus dibujos. Me convertí en adicto a sus peripecias. Cada noche, fuera la hora que fuera, tenía que acabarme su aventura. Me fui con él y con Milú al Congo, a América, al Tibet, a Egipto, a la Luna, visité Sildavia, me emborraché con Haddock en su castillo, éscuché a la Castafiore, encontré el tesoro de Rackham el Rojo, fumé opio en China, me reí con los despistes de Tornasol y de Hernández y Fernández. Ya de mayor estuve en el país de los Soviets y me sumergí en el arte alfa. No se si será fascista o nazi o lo que sea, un niño no le da tantas vueltas a las cosas.
[Para descubrir Tintin]
[Artículo de Ignacio Fontes en la revista Leer]
[La Página Definitiva: Dos visiones sobre el periodista belga]
James Mann (ed.): Carteles contra una guerra. Signos por la paz, Gustavo Gili, 2003.
Con una introducción de Nicolas Lampert, que es una pequeña historia del arte antibelicista, y varios estudios sobre la contrapropaganda y agitación a favor de la paz en la red, se presenta este libro como recopilación de carteles hechos por artistas beligerantes con la política y la acción inhumana de la coalición internacional que provocó la guerra en Irak el pasado año 2003.
Los Reyes Magos de Oriente me han traido como presente este alegato contra Occidente para el futuro, un verdadero estímulo gráfico para recordar que la guerra, ya de por si injusta, provoca la movilización de las conciencias creativas de un pequeño grupo de artistas de medio mundo e intenta acabar con la idea del papel secundario que el arte gráfico tiene en la recuperación de la democracia frente a los abusos totalitarios de cuatro o cinco pequeños hitlers que emplean vanas y falsas palabras en nombre de la palabra libertad. Que el lector no olvide quienes son los verdaderos causantes de esta situación catastrófica, tanto para la población iraquí como para la ética democrática y el comportamiento exterior de las potencias y empresas del petróleo del capitalismo mundial, beneficiarias de la apatía, el miedo y el estado catatónico de la sociedad occidental. Grandes y ostentosas palabras, es cierto, para recordar que vivimos en un mundo cada vez más pequeño.
Además en él hay una entrevista a Adam Faja (www.miniaturegigantic.com) que finaliza con una cita de la antropóloga Margaret Mead que me encanta: "Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos y concienciados puede cambiar el mundo. De hecho, es la única cosa que lo ha logrado". La recopilación gráfica se divide en varios apartados temáticos, No más sangre a cambio de petróleo, Bombas sobre Bagdad, Parodia y sátira, Coalición contra las fuerzas aliadas, Daños colaterales y Signos por la paz, en cada uno hay una pequeña muestra del diseño y la creatividad aplicados a la movilización contra la barbarie.
Este libro no sirve sólo para que quede constancia entre las generaciones venideras de que hubo una protesta real contra la guerra en todo el mundo, sino para generar agitación en forma de dibujos y fotomontajes en los que predomina el color rojo de la sangre y el no-color negro de la muerte y que, de vez en cuando, entre la tristeza y la rabia que provocan en su visión, reclaman para la parodia y la sátira el lugar que merece entre eso que llamamos opinión pública. "Es la guerra, estúpidos, la guerra", podría ser el lema que nos avisa, más de cinco décadas después de la antiutopía 1984, del regreso de las teorías hobbesianas, del triunfo patético y mediático del Gran Hermano, el auténtico, el vigilante.
[Ficha del libro en Editorial Gustavo Gili]
Enlaces:
waketheworld.org
plausive.net
noalaguerra.org
keinkrieg.de
paxhumana.info
resistance.org.au
peaceposters.org
protestposters.org
konscious.com
syrculturalworkers.com
winstonsmith.com
anotherposterforpeace.com
unmundofeliz.org
justseeds.org
sicoactiva.net
protestgraphics.org
undergroundads.com
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insanereagan.com
theprotest.com
whodies.com
carnival_of_chaos.tripod.com
protestart.be
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guerrillagirls.com
adbusters.com
internationalanswer.org
notinourname.net
firehouseposters.com
planetpropaganda.com
bushin30seconds.org
Leo en un periódico un reportaje sobre el repunte de la violencia de género en navidades y resto de periodos vacacionales. Muchos sociólogos, psiquiatras y psicólogos opinan. Me detengo en esta explicación científica del fenómeno por el que las mujeres tienen que aguantar más palizas en Navidad que en otras épocas del año:
"Sucede también en la época del verano y en Semana Santa, porque en estas épocas el golpeador está más tiempo en casa y tiene más posibilidades de irritarse".
Aaaaaaaah. O sea, que la razón de que le zumbe es porque el tío está en casa, por tanto estaría mejor en la casa de putas o en la taberna, ¿no?. Me recuerda a esas madres que el día 1 de julio están deseando de que vuelva a comenzar el colegio para quitarse de enmedio a sus hijos...
No lo entiendo, de verdad.
Ayer estuve haciendo un pequeño resumen mental de lo que más me ha impresionado en el 2003 en cuanto a lecturas. Tampoco debe ser gran cosa, porque leer he leído más bien poco. Pero dos cosas están por encima de las demás.
- En una revista de cultura, no recuerdo si Lateral, Archipiélago u otra cualquiera, reseñaban unos aforismos de Miquel de Palol. Uno de ellos, más o menos decía: "La pornografía se define como esa ficción en la que los actores miran a la cámara. Como en los telediarios, por ejemplo".
- En otro sitio que no recuerdo leí una entrevista a alguien que se mostraba orgulloso de su pasado revolucionario y rompedor, y que decía: "Las únicas banderas que son reales son las de los concesionarios de coches y las gasolineras. Las demás, todo mentira".
...
Después de esto me vino a la cabeza, no se por qué, La isla del tesoro de Stevenson, y su alegato en favor de no perder nunca de vista los únicos trapos con significado, las negras banderas de la libertad. Luego me tomé un zumo y me acosté.