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21 de Diciembre de 2005

Regalar libros

Cuando era pequeño, es decir, cuando era Yo Mismo, algunos de mis familiares me regalaban libros ilustrados en época navideña. Así empecé a saber varias cosas, todas ellas imprescindibles: que se podía viajar al centro de la tierra, dónde estaba la guarida del Tigre de Mompracem, cómo dar la vuelta al mundo en 80 días, que debajo del mar había monstruos sólo visibles desde el ojo de buey del Nautilus, que se podía comprobar la maldad del perro de los Baskerville, que el Tibet era un país donde había unos monjes que vestían trapos rojos y amarillos, que Alfanhuí secaba lagartos pinchándolos en las paredes para sacar polvo para pintar. La escuela, en comparación con ese mundo fantástico, era un puto rollo lleno de crucifijos, pelotas de baloncesto y plastidecores.

También de chico pasé, como la mayoría de pre-hombres, enfermedades con nombres misteriosos, varicela, sarampión, paperas, cosas así exóticas que me postraron en cama semanas enteras y que, sin embargo, más que afligirme me alegraban, pues en esas largas mañanas y tardes mi madre me traía prestados todos los libros de Tintín y Astérix. El whisky de Haddock y la poción mágica de los galos fueron mi primer contacto con las drogas.

Silencio en el Templo-biblioteca

Luego descubrí la biblioteca, un sitio donde te dejaban leer libros gratis, costumbre que no sé yo si durará un par de décadas más antes de que alguien privatice la cultura y el derecho a la lectura del todo. Un sitio donde se estaba más en silencio que en misa y que era físicamente una nave industrial húmeda y oscura con los tomos antiguos de los Atlas y las Obras Completas de Tolstoi (en letra enana y papel biblia) pegados literalmente a las estanterías, como si algún Guardián de Palabras tirara de ellos cuando cualquier mangurrino quisiera leerlos.

Un hombre mayor reñía de vez en cuando a los que hablaban, tonteaban delante de las niñas o pegaban mocos en la parte de abajo de las mesas. Un sitio maravilloso. Desde esa época regalo libros de vez en cuando a la gente que los aprecia. Sí, los libros son caros, pero cuando uno regala libros hace dos cosas: demuestra la confianza que tiene en el destinatario del regalo, y también se retrata a sí mismo como persona que ama el silencio.

Trapo | Enlace permanente | Categoría: Leer

Comentarios

Lástima que las bibliotecas de ahora no sean como las de antes, al menos las que yo he visitado alguna vez estaban tan silenciosas como el puto bar de la esquina.

Escrito por HenryKiller a las 22 de Diciembre 2005 a las 12:37 PM

Me ha venido a la cabeza Bataille, frecuentador de bibliotecas y burdeles... y un libro de Fante... Pregúntale al polvo (te lo recomiendo, con toda la tetralogía =)

Yo también suelo regalar libros... los libros que me gustan.

Salut!!

Escrito por alfred a las 19 de Enero 2006 a las 12:30 AM

Tengo un montón de novelas que me gustaría regalar. Interesados pónganse en contacto conmigo.

Escrito por ANA CARMEN a las 25 de Enero 2006 a las 01:33 PM
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