Érase una vez un tío con barbas al que llamaban el Señor que trabajó seis días y, a partir del séptimo se dedicó a tocarse los cojones. Hasta ahora. Tenía esta criatura todopoderosa un hijo y una hija o algo parecido, el niño el Adán, la niña la Eva, todos felices, en pelota y sin dar palo al agua, todo el día de fiesta en la disco Paraiso's.
¿Como explico yo esto para que no parezca una fijación personal? mmmm... Bueno, pues resulta que el señor sería bastante borrachuzo o lo que sea y, aficionado a pegarse buenas siestas, se despertó de golpe un día por algo que le hizo el Adán (le chillaría en la oreja o así), le dijo que se tapara el pito y se irritó sobremanera porque lo pilló papeando manzanas de un árbol que, por lo visto, era SU árbol. Inventó la propiedad inmobiliaria y se quedó tan pancho.
Pues por esa tontería, por comerse una manzana que en la plaza de abastos cuesta 0'25 , los hizo que se vistieran, los echó del Paraiso's y los condenó a cavar y currar como cabrones el resto de sus vidas, encima chorreando sudor para ganarse el pan (que no habría, puesto que aún no se había inventado el fuego, eso vino después, según dicen en la serie esa de la tele en la que salen españoles un poco primitivos comiendo bichos a palo seco). Todo esto lo pone bien clarito en el capítulo 1 del best-seller que escribió a posteriori y que se vende como churros en la Casa del Libro, el Corte Inglés y en la FNAC.
Pero no sólo eso, lo de ganarse el pan con el sudor de sus frentes (del resto del cuerpo no habla) lo extendió a sus descendientes, que por si alguien no había caído, somos todos. No hay que ponerse así por una puta manzana, Señor, digo yo.
De ahí que los jefes sean todos unos cabrones, que van perfectamente vestidos, chillan a sus discípulos y comen fibra All-Bran para tener su momento All-Bran. Ellos son regulares desde el punto de vista intestinal y nosotros nos cagamos en ellos cuando podemos.
Me acabo de enterar de que uno de los pocos grupos de música que me gusta, los magníficos Piratas vigueses, se separan.
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Para siempre
Jamás
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La gente del Foro La Opinión de Cabra está recopilando testimonios de personas que quieran contar qué pasó el 23 de febrero de 1981, el día del golpe de estado de Tejero, desde sus recuerdos.
Algunas personas que lean esto ni habrían nacido (mejor para ellas), pero me gustaría saber cómo recuerda la gente esas horas, si es que se recuerda algo. Me parece una buena idea, un ejercicio saludable de memoria, y he contribuido con esto:
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"El 23 de febrero de 1981 por la tarde yo tenía 11 años y estaba, como todos los días, en el colegio de los Grupos, pasando nuestras dos horitas entre pretecnología, religión y gimnasia, que eran las materias 'suavecitas' que se daban por las tardes. Supongo que al salir me entretendría en el Paseo jugando a las bolas o a la pelota. Cuando subí a mi casa encontré a mi padre con la cara descompuesta, agazapado en un sillón y la oreja pegada al altavoz de un radiocasette Sanyo negro que habíamos comprado en Ceuta. Llegaban noticias de la radio: "Han dado un golpe de estado", me dijo mi padre. Mi madre me hacía señas para que guardara silencio, mal tenía que estar la cosa. Nuestra tele Telefunken estaba apagada. No pude ver "Un globo Dos globos Tres globos". ¡Maldito Tejero!
Poco después mi padre bajó a la casa de la vecina para hablar por teléfono (no teníamos aún) con mi tio Juan, que creo estaba en el Ayuntamiento. Volvió tranquilo.
Luego, a las ocho, nos fuimos mi padre y yo a la panadería de mi abuelo en el Cerro a resentar. Mi padre debía haber resentado unas horas antes, llegábamos algo tarde. Los panaderos 'resientan' la masa unas horas antes de hacer el pan. Consiste en mezclar la harina, el agua, la sal y la levadura, refinarla y dejar que repose en unas cubas grandes de madera para que puje. Como mi padre estaba algo preocupado no se dio cuenta de que yo, igual que hacía de chico, metí los dedos en la masa que ya había subido y pegué la oreja. El sonido y el aire saliendo por el agujerito era precioooooso: pssssssssss. Supongo que mi padre me pegaría un pescozón, y supongo también que después nos fuimos en el Diane 6 a casa.
Al día siguiente mucha de la gente del Cerro se quedó sin mingos y sin molletes, sólo había teleras y panes de cantos de la mitad de grosor que un día normal.
Creo firmemente que contribuí en cierta medida al fracaso del golpe de estado, porque la gente del Cerro se quedó sin pan, estaban cabreados y esa indignación provocada por no poder comer los buenos mingos, de alguna manera, llegó hasta la Carrera de San Jerónimo, el rey se puso serio y los golpistas a chirona. La democracia es eso, me parece, que todos contribuyamos, ¿no?".
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Estimado sr:
Me gustaría que no se mosqueara por esto que voy a decirle, seré breve para que el mal rato de su santidad no sea grande. Lo primero que tengo que decirle es me bautizaron porque no pude negarme, por tanto soy uno de los clientes obligados de su empresa, ya que por cojones fui inscrito en su registro y sólo puedo darme de baja previo pago de un mogollón de euros, a lo que me niego.
La verdad es que el hecho de que usted sea infalible me tiene bastante preocupado, puesto que siguiendo sus opiniones de usted y del Señor a quien representa (ambos colegas infalibles), la mierda en que se ha convertido el mundo gracias a los seguidores de ustedes es ... infalible, es decir, sin fallo.
Ruego a su santidad que, junto al resto de susantidades de otras religiones, antes de morir HAGAN EL FAVOR DE IRSE A LA MIERDA, pero eso sí, les rogaría por último, se lo pido de corazón, que se lleven con ustedes a los mártires, santones, ayatolas, curas pedófilos, patriotas de bomba en barriga, seguidores, iluminados, obispos millonarios, talibanes, visionarios, catequistas, sacristanes, fakires, flagelantes y monaguillos. Por favor, muéranse ustedes lo antes posible y recen lo que quieran, pero dejen ustedes que los ateos y el resto del mundo al que le importa una mierda su espiritualismo de todo a cien vivamos más o menos en paz.
Cuando estudiaba el COU tenía un manual de Historia del Arte en el que descubrí un cuadro que me tiene embobado desde entonces: La Planchadora de Picasso, que está en el Guggenheim de Nueva York (creo) y que pertenece a la colección Thannhauser. No es que sea especialmente representativo de su autor, del periodo azul o de su tendencia artística. No lo puedo explicar, me atrae y punto.
El tema de las mujeres planchando se ha repetido en otros autores desde el siglo XIX. Quizá fuera sólo una escena costumbrista, ideal para reflejar la intimidad del hogar... en el caso del cuadro de Picasso lo que representa es otra cosa: la muerte y la explotación, las condiciones de vida duras, miserables y sin reconocimiento de las mujeres trabajadoras a lo largo de la historia, según me parece a mi. Los colores y los trazos son impactantes. Esa extraña belleza de lo feo es lo que me anima a contemplarlo una y otra vez.
Otros cuadros de planchadoras:
[Louis-Léopold Boilly, 1800]
[Edgar Degas, 1869]
[Edgar Degas, 1876-1887]
[Edgar Degas, 1890]
[Vladimir Vasilyevich Lebedev, 1921]
[David Park, 1955-1959]
[Craig Robertson]
[Joseph Holston]
[Joseph Holston]
[Pete White, 2001]
Las lágrimas son la secreción acuosa que protege el ojo de, etc. etc. Me gusta que sepan distinto las lágrimas de alegría que las de dolor, Éstas últimas son saladas, mientras que las lágrimas alegres (curioso) son dulces. Creo que hasta en esto la naturaleza nos da clases, porque no engaña a nadie.
También existen las lágrimas de cocodrilo, que son como la cojera de perro, mentirosas. Lo que no entiendo es por qué tienen los cocodrilos esta fama de falsos, con lo caros que son los zapatos y bolsos. Sus dueños tampoco engañan a nadie...
A veces se hace difícil distinguir una estatua que imita la figura de un personaje histórico de un muñeco con el que juega un niño. Ambas son vulgares imitaciones de una realidad viva, pero que está definitivamente muerta, de plástico, bronce, madera o piedra. Cuando veo una estatua de alguien me pregunto a cuanta gente habrá matado para que le hagan este homenaje.
La diferencia está en el cerebro de quienes los miran, con admiración, orgullo, placer, respeto... Por mí se pueden ir todos los muñecos y estatuas al infierno de los muñecos, que no se donde está, pero seguro que es cerca de alguna gran empresa... todos, fuera, incluídos los juguetes que yo tenía hace años, madelmanes, airgamboys, geypermanes e indios de plástico que tenía metidos en un tambor de detergente de esos redondos que ya tampoco existen. Se acabó.
Mirar blogs a voleo en busca de una carcajada es un método infalible contra la mala pipa y las ganas de matar a alguien. De vez en cuando, en vez de matar a un rufián o estrellarle la silla en la cabeza, me siento en ella (en la silla, no en la cabeza del humanoide objeto de mi furia) y me pongo a mirar bitácoras, ejercicio saludable donde los haya.
Prácticamente, y excepto un par de foros, buscadores y manuales, los blogs son son las únicas webs que visito. Y en casi todos los casos lo que busco es el sentido del humor, que por desgracia abunda menos que los lamentos, la pena, la autocompasión y el crujir de dientes.
Tres ejemplos perfectos de lo que me gusta y que me he encontrado últimamente, ya digo, al azar:
1- Pepeltenso, en su anotación El campo del 16-2-04, se queja de que todos sus amigotes, con el rollo de que se dedica a los ordenadores, le piden favores como "arréglame el disco duro con seis particiones", "mírame el grabador de deuvedés, que se le ha apagao la lucecita", "instálame el adeseele multipuesto pa mi chiquillo", etc. Estoy de acuerdo con Pepe, pero debería hacer como yo: harto de trabajar de gratis para la gente hice unas oposiciones de enterrador del Ayuntamiento y ahora ni Dios me pide favores profesionales. Ni amistad ni hostias.
2- Otro que me deja de vez en cuando sin palabras es el del hombrecillo verde. En su post del 18 de febrero muestra una camiseta en la que se descubre el origen del ser humano español en todo su esplendor. No es una prenda, es filosofía que se lava.
3- Por último también me encuentro en Mostaza de Canela una clasificación científica de las personas que consumen salchichas tipo frankfurt en función de su forma de cocinarlas e ingerirlas, todo bien explicadito en su anotación del 17 de febrero.
Por favor, más cosas de estas en todos los blogs, que no está el horno para pollos.
Yo también he decidido que mi futuro pasa por ser artista contemporáneo, como los de ARCO. He aquí una obra que voy a exponer al público para que se paren a mirarla durante media hora y comenten en voz baja lo inexplicable e intrínsecamente voraz de las profundidades del ser humano.
Primero explicaré que en realidad es la tapa del wáter de mi casa al salir de la ducha. Luego, cuando vea que nadie me paga los 6000 que pido por esta obra única, me suicidaré con un bote de lejía mezclao con comida para hámsters, dejaré una nota al juez echándole la culpa a la sociedad, y entonces los galeristas y críticos no tendrán más remedio que hacerme caso, jajaja. Es mi triunfo como artista contemporáneo.
Atención, ciclismo. Cuando a todo el mundo le gustaba Indurain a mi me gustaba Chiapucci. Me importaba una mierda que uno fuera de aquí cerca y otro de allá lejos. El bueno, el que se dejaba los cuernos y sudaba como un cabrón subiendo las cuestas era el diablo, no Indurain, una máquina de dar pedales bastante aburrida. Las tardes de verano de unos cuantos años fueron una sucesión de triunfos calcados unos de otros del gigante navarro y una colección de fracasos del pequeño luchador italiano.
Porque eso es el pedaleo, una persona moviendo las piernas y sudando para subir una cuesta montada en unos hierros y vestido de colorines (mi amigo Tosu dice que a veces es difícil distinguir a un ciclista de un paquete de tabaco), al que chillan en la oreja y echan agua en la cabeza miles de personas agitando trapos de colores que confunden el ciclismo con el nacionalismo, la patria y resto de imbecilidades propias de humanos.
Pantani, el pirata con sus orejas abiertas, en lo de subir cuestas a todo tren era el mejor, y después del mejor, nadie, y después de nadie, el Amstrong y los demás. Ahora se ha muerto, dicen que empastillado y depresivo. Que asco me da el telediario de TVE cuando al dar la noticia ponen imágenes de Pantani bebiendo una copa de champán en una etapa del Giro o del Tour. Me están dicendo:
-Pantani se ha muerto por drogadicto y loco.
-Pantani bebía incluso en carrera.
-Los que se drogan y beben se mueren.
Me cago en toda vuestra cara manipuladora.
Yo entiendo que los publicistas se cabreen cuando digo que su arte es una actividad de individuos extremadamente inteligentes haciendo su trabajo para una masa extremadamente gilipollas, pero es que cada vez estoy más seguro de que si quieres tener éxito con un anuncio, lo mejor es robarle (en el caso de la escritura se llama intercontextualización o algo así) la idea a otro artista, callarte como un perro y empezar a recibir premios por tu genio. Hay quien llama inspirarse a este fenómeno.
Este semidesconocido cuadro de Goodman de 1988 se parece mucho al moderno, famoso e impactante anuncio del hormiguero humano de PlayStation, pero claro Goodman lo único que ha hecho es un puñetero cuadro que estará colgado de la pared de la casa de cualquier rico imbécil con pretensiones, y Sony vende no sólo pleisteishones sino toda una forma de entender el mundo, la vida, la muerte, el dinero, como Nike o Coca-Cola. Así ya se puede.
A esta web llega gente que busca en Internet remedios para el espíritu, flagelaciones, rezos, porquerías, unas cosas rarísimas. Por ejemplo, alguien buscaba a través del Dios-Google "paisajes cristianos del dia de la amistad", y va el buscador y en su página 2 lo mete aquí en Trapo, donde por supuesto lo más parecido a un paisaje cristiano es el dibujo del revólver del otro día.
Es lo mismo que el weblog colectivo Que buscas QUE?!, donde los blogueros y blogueras reseñan las búsquedas más patéticas de sus respectivas páginas.
Una idea genial que sirve para que sonriamos un poco o nos tronchemos de las carcajadas, cosa que viene muy bien para la salud, sobre todo en estados carenciales (esto lo dije el otro día aplicado al fairy).
Los butaneros son los que oficialmente reparten las bombonas de butano, ese armatoste naranja con el que cocinamos los que no tenemos vitrocerámicas y nos duchamos con agua caliente los que tenemos esa manía.
Los butaneros en Madrid, por lo menos cuando yo vivía allí, eran todos polacos. No entendían ni papa de español, agradecían mucho lo que les dábamos de suelto ya que, según corría el rumor, sólo cobraban el sueldo de las propinas, eran el ejemplo vivo de la explotación. Y además tenían que aguantar la desconfianza de los que han sido timados por el método de la comprobación de la goma (que por supuesto siempre está en mal estado o caducada y te la cambian por 30 ). Los que lo han probado dicen que una hostia con una goma de butano equivale a treinta latigazos bíblicos, y así es normal que piquemos todos.
En navidad era común que los barrenderos repartieran unas octavillas a color pidiendo el aguinaldo. Los butaneros no tenían esa faceta, no pedían ni regateaban dinero extra, creo que porque eran (y supongo que seguirán siendo) gente con un alto sentido de la autoestima y la vergüenza. Si le das algo lo agradecen, si no pues nada. Nunca he oído a ninguno decir tras recibir el precio exacto "otro día te va a subir la bombona al tercero tu padre", como sería lógico.
Y luego están los butaneros como arquetipo de machos fornicadores ponecuernos. ¿De dondre vendrá este mito? Porque yo les preguntaba a algunos que entendían el idioma que tal se les daba el tema y todos me decían que cómo coño iban a ponerse a copular después de media mañana acarreando treinta kilos de bombona parriba y pabajo...
Además, conozco a niños que quieren ser de mayores futbolistas, artesanos, arquitectos, abogados, picapedreros, ladrones de bancos, empresarios, obispos y panaderos, pero ninguno butanero. Todos deberíamos ser butaneros por sorteo, hoy me toca a mi y mañana al vecino millonario que se gasta los cuartos en el Casino y que veranea en Cancún. Como los políticos o los notarios, por sorteo. Eso sería justicia.
Una pared blanca es muy bonita, pero es como cuando alguien dice "evidentemente", es evidente que lo dice para ocultar algo. Con las paredes blancas pasa igual. Los desconchones que hay en muchas casas de los pueblos son los periódicos de los arqueólogos e investigadores de la historia del futuro. Las capas de cal se van sucediendo como las de una cebolla, una detras de otra y de otra y de otra...
En las ciudades, para que no se descubriera nada del pasado oculto, se construían casas con otros materiales, muchos pisos, muchas terrazas, que entre el aire y se lleve lo malo. Algunas personas lo conseguían, otras no.
Por eso todavía, en algunos sitios, se encalan y blanquean las paredes, para ocultar los siglos y siglos de oscuridades, miserias, gritos y vergüenzas de las familias, porque las paredes, como las cebollas, hacen llorar cuando hablan.
Me parece que en una película de Woody Allen que vi subtitulada en un cine de esos para listones un personaje masculino decía que cuando más odio sentía hacia su pareja se ponía a fregar los platos oyendo música a toda leche. "Cuando oigo a Wagner me entran ganas de invadir Polonia", dice en otra peli.
Pues a mi me sucede algo parecido (lo de fregar, no lo de invadir Polonia) cuando estoy perdido: voy y friego los platos. Yo no he sentido odio nunca hacia mi pareja, por tanto será que tengo tendencias gastro-masoquistas. Es una actividad completamente voluntaria, pero teniendo en cuenta que vivo solo desde que me mataron a Bart, resulta que la voluntariedad se convierte al cabo de tres días de fregadero hasta arriba en obligación y cuestión de salud pública o de juzgado.
Lo que más me gusta es el olor de los champús para platos. El Fairy (cuando era joven en un bar de Cabra ponían fairis de menta con cerveza) huele bastante bien, sobre todo si es de melocotón. Hay que joderse con los productos de limpieza: sabor a membrillo-chocolate, olor a fresitas del bosque semicaducadas, aromas de eneldo y piña. Oir al Fary mientras estrujas el bote de Fairy es una experiencia que recomiendo sobre todo en estados carenciales.
Pienso que el Arzak, el Adrià y todos esos que deconstruyen alimentos, en realidad y fuera de cámara hacen todo tipo de marranadas y experimentos con los productos de limpieza, lejías, MisterProper, Raid (los mata bien muertos) y salfumán. Luego le echan aromas de jaramago o esencias de romero y orégano criado sin presión y sabe todo de puta madre. Por eso yo cuando me invitan a comer fuera siempre me llevo mi tortilla en papel albal, mi cacho queso y mi navaja, por si las moscas. Y si no me dejan subir en un avión con mis viandas empiezo a sospechar que son gente que son capaces de comerse lo primero que le ponen en un plástico... Yo con esos no voy a ningún lado, que me devuelvan el dinero.
Hace muchos años, mientras estudiaba en una facultad, me hice amigo de un compañero que tenía parálisis cerebral. Le pasaba más o menos lo que a Stephen Hawking, siempre sentado en su silla de ruedas, limitada su capacidad de hablar y de hacer cosas que a los 'normales' nos parecían sencillas, como beber de un vaso o leer un libro.
Mi amigo Antonio acabó su carrera, era de lo mejor de la clase, sin duda. Recuerdo sus dificultades para expresar ideas críticas, brillantes y agudas, siempre con un tono de sarcasmo e ironía que era de agradecer entre esas paredes tan serias. Acabó de estudiar y punto, porque no le dejaban presentarse a profesor. Supongo que eso le haría sentirse inútil, ya que difícilmente podría acceder a otro puesto de trabajo con un título de Letras, si ya de por sí la cosa está jodida.
Antonio provocaba entre la gente, profesores incluídos, miedo, rechazo, pena... Estoy contento de haberlo conocido y de ser su amigo durante el tiempo que coincidimos, y de ver la reacción de los orgullosamente 'normales' ante esa situación: se valora el cuerpo, no la capacidad mental. Ojo, esto no me hace mejor persona, creo que sólo eramos amigos porque nos gustaba a ambos cagarnos en todo y en todos, en los curas y en los banqueros, y nos reíamos. Recuerdo que una vez se presentó a un examen con la equipación de la selección, era genial. Cuando la tecnología sea suficientemente accesible para todo el mundo Antonio trabajará desde su silla, sin tener que teclear ni hablar. Esa es la esperanza, y eso es lo que nos convierte en criminales al resto, que aceptamos que manden mierdas a Marte o que juguemos a la bonoloto.
Acabo de ver un anuncio en el periódico en el que la compañía de fármacos Sanofi-Synthélabo justifica la absorción de Aventis porque "la gente que necesita medicamentos no nos lo perdonaría". Sí, y yo voy y me lo creo eso de que trabajan por la salud de los ciudadanos. Estos hijoputas lo único que quieren es ganar más billetes, que coño le importan los enfermos. Es como decir que los obispos creen en Dios, que sandez.
El 'shopping' lo llaman. Yo lo llamo hacer el capullo de pie durante horas para no comprar nada porque no tengo un puto duro. En cualquier caso, últimamente estoy viéndole la parte positiva a la vida, como dijo Urtain antes de tirarse de cabeza desde un piso 13. He decidido no cabrearme cuando acompaño a María en su tour comprador.
Antes uno clasificaba las tiendas en dos tipos: las que tenían cámaras de vigilancia en forma de bola en el techo (como las de las discotecas horteras, pero negras), barras con pito de control de productos y seguratas en la puerta (con o sin pinganillo), y las que no tenían nada de eso. Éstas últimas me daban mucha confianza, sobre todo a la hora de llevarme lo que sea.
Ahora estoy completamente rehabilitado. Ahora he visto la luz, como Makoki o Miliki o como se llame. Entro en una tienda y lo primero que hago es comprobar si tiene o no tiene sofá. Una tienda de ropa para tías sin sofá pierde clientes a espuertas. Yo, en una tienda así, duro dos minutos echándole imaginación. Lo único que echo de menos en las mejor equipadas es un bar con su barra y su maquinita tragaperras. De las que incorporan sofá para novios, maridos o compañeros/as sin muchas ganas de mirar trapos, la que más me gusta es el Massimo Dutti, de verdad. El de Córdoba es tan moderno, tan guai..., el sofá es comodísimo. Puedo estirar las patas y ponerlas en la mesita sin problema. Alguna vez me he quedado dormido y nadie me ha dicho nada. Delante tengo una planta oriental puesta en un jarrón cuadrado, transparente y extrañísimo lleno de un líquido verdoso.
-¿Que será esa mierda? -me pregunto mientras me quedo embobao mirando este ejemplo de planta decorativa posmoderna.
-Cállate ya, que nos van a echar -me vuelve a decir María, mientras destroza y desordena una y otra vez estanterías enteras llenas de falditas y camisitas, para que vaya después la de la tienda detrás a doblar la ropa correctamente.
Otra cosa que me gusta mucho es observar a las clientas y su relación con las empleadas. Las del Zara son tipo Pilsen, las del Mango fuertes y con personalidad, la del Corte Inglés acaban de salir de misa de doce, y así con todas las tiendas. El tío que pasa la máquina de la cera me parece que es el mismo en todos los sitios, mientras trabaja fuma Ducados y cuando se agacha se le ven los calzoncillos Calvin Klein de mercadillo (modelo Alfredo Landa). Hace poco María me tuvo que sacar de la oreja de una de estas tiendas, ya que al parecer miraba lujuriosamente a una que estaba probándose una cosa que le dejaba la espalda, desde la nuca hasta el culo, al descubierto. Es la primera vez que me echan de un sitio público sin estar borracho.
El otro día me di cuenta de que hay más tipos de tiendas. El Bodybell, por ejemplo, es un buen lugar para pasar el tiempo oliendo de puta madre y leer la letra pequeña de los mejunjes, crecepelos y potingues para recuperar la belleza en personas que nunca lo fueron, y enterarnos de la cantidad de bazofia que llevan las cosas que huelen bien. Por eso yo sólo uso Eau de Porc, y no se me acerca ni Dios a pedirme la hora. Mejor, más tranquilo.
Hace unas semanas pude ver en Córdoba una exposición de pintura basada en unas pocas obras de Amadeo Modigliani y sus coetáneos bohemios del París de principios del siglo XX. La organizaban los curas de CajaSur, el banco que manda aquí, y aunque se me revuelven las tripas cada vez que piso el suelo que esta gente pisa, reconozco que por una vez han hecho algo bueno. Además era gratis.
Son aproximadamente cincuenta óleos, dibujos y esculturas, entre las cuales hay algunas cosas que me gustaron mucho: algo de Gris, pequeñas figuras de Gargallo, un par de picassos pequeñitos, el 'Retrato de mujer en negro' del gran Amadeo, y una sorprendente 'Maternidad' de Tsuguharu Foujita, del que no había oído hablar nunca. También hay dos urnas con papeles, documentos y fotografías de este grupo.
Ahora estas obras se exponen en Barcelona, en el Museo Diocesano... Lo digo porque mucha gente que visita este blog son de por allí, no os arrepentiréis de ir aunque os revienten, como a mi, los tejemanejes y declaraciones absurdas de los curas.
Según la simbología universal las pasiones y los placeres se acumulan y representan en los órganos de comer y de follar, es decir, la boca, el estómago y los genitales. Quiera o no quiera la Santa Madre Iglesia. Y la creencia popular identifica, asimismo, el corazón y la cabeza con el amor y la inteligencia, respectivamente.
Lo de identificar la cabeza con la el conocimiento y la reflexión es algo lógico, ahí dentro está esa especie de nuez gorda y asquerosa que llamamos cerebro y que, en algunos casos, hace que la gente piense (no mucho, lo justo). Pero lo de que el amor se identifique con el corazón... me suena raro. De hecho, entre la buena sociedad siempre se ha considerado que demostrar sentimientos es cosa de pobres o de gente sin cabeza. Sólo los artistas podían dedicarse libremente a expresarlos, sin que nadie los tomara por gilipollas.
Al valenciano Miguel Servet se lo cargó el Santo Oficio por decir que el cuerpo humano funciona como una máquina, que el corazón es un trozo de carne que sirve para bombear un líquido rojo, igualmente simbólico y que representa el dolor, la sangre. Cuando de chico veía un caldo o un arroz con corazones de animales me ponía enfermo. Supongo que será el bicho simbólico, que aún pervive. O porque el corazón siempre le gana a la cabeza.