Viendo el gran Borges que en Argentina el fútbol era más famoso casi que el psicoanálisis, dijo una vez: "No entiendo por qué todos esos muchachos corren detrás de una pelota. ¿Por qué no le dan una a cada uno?".
Ahora el escritor mexicano Juan Villoro saca a la luz sus crónicas futboleras en la editorial Anagrama, para que podamos comprobar que el famoso mito del divorcio entre fútbol y literatura es cosa del pasado. Y sobre todo cuando los escritores gozan juntando letras que unen el peloterismo con la vida, como es el caso. Testigo presencial de varios mundiales, Villoro narra además los aconteceres de la liga española, la resurrección de Maradona, las conversaciones con Valdano, sus recuerdos personales de ese juego donde veintidos personas en calzoncillos mantienen en vilo a gran parte de la población, de las empresas y de los dioses del mundo.
"En su debut como anfitrión televisivo en agosto de 2005, Maradona confirmó la tela de la que están hechos los héroes populares y la importancia del regreso en la imaginación de la gente. Gran aficionado al fútbol, Samuel Beckett escribió: "No hay partido de vuelta entre el hombre y su destino". Maradona se arruinó durante un tiempo suficiente para hacer válida esta sentencia. En España 82 Gentile lo pateó sin clemencia, mostrando lo irónicos que pueden ser los apellidos de los gladiadores. En sus años de retiro, padeció un achique aún más férreo, como si el destino fuera entrenado por Helenio Herrera. Sin embargo, cuando la realidad lo acorralaba hacia la muerte o el ridículo, el capitán de Argentina recuperó la emoción de estar cercado".
Beckett rara vez erró una profecía. Una tarde, en un campo lluvioso, la fatalidad aplicó su guadaña. No hay juego de vuelta. Diego se sometió a esa condena y la aceptó entre lágrimas y autoacusaciones que competían en dureza con las de Rousseau o San Agustín pero llevaban menos palabras: "La cagué". Cuando el destino ya le rozaba los tobillos, inventó un regate y encontró un excepcional punto de fuga. El crack que burló a media docena de ingleses en el Estadio Azteca, por una vez se burló a sí mismo".
El fútbol ya no es ese sitio donde amateurs amaban la pelota, más bien se ha convertido en un mercado de carne dirigido por traficantes de hombres, las marcas, los patriotismos, la publicidad y la televisión tienen el poder. Nos dicen que a tal hora tenemos que estar firmes ante el televisor, cantando el himno, pintorreados y ebrios de venganza o de lo otro, y vamos y lo hacemos. Pero en algún rinconcito del alma humana aún debe permanecer ese espíritu lúdico que considera esto como un juego donde uno puede hacerle una paradinha al portero. Difícil verlo así, pero no imposible. De hecho nadie quiere ver un partido amistoso, el mismo nombre mueve a risa porque lo que cuenta es la lucha, no el resultado, la guerra por otros medios, la competición pura, la humillación. Ni imaginar quiero un Irán-EEUU en el próximo mundial. O sí, porque a lo mejor en el campo nos daban una lección, o a lo peor se liaban a hostias y así se zanjaba el conflicto y todos éramos hermanos, coño, que no todo va a ser navidad.
Juan Villoro: Dios es redondo, Anagrama, 2006.
Artículos:
[ Ficha del ISBN del libro ]
[ Nota en Moleskine Literario ]
[ Fútbol & Literatura, en Poetas.com ]
[ Literatura y Fútbol, en Literaturas.com ]
[ Fútbol, pasión de literatos, en Soles Digital ]
[ Fútbol y literatura, en Lado B ]
[ La mal llamada guerra del fútbol, en Jabalí Digital ]
[ Fútbol e identidad nacional en Brasil ]
[ Diatriba contra el deportista, Mario Vargas Llosa ]
Libros:
[ El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano ]
[ Salvajes y sentimentales, Javier Marías ]
[ Fútbol, una religión en busca de un Dios, Manuel Vázquez Montalbán ]
[ Sport y autoritarismos : la utilización del deporte por el comunismo y el fascismo, Teresa González Aja ]
Una campaña publicitaria de Volkswagen vende en los EEUU un coche de cojones, y la gente del hispanismo se ha mosqueado.
Yo no me mosqueo, los bemeuves o los audis o los que sean, matan igual, amigos, sólo hace falta la voluntad.
No sé si vds. se dan cuenta, lo importante está en la cáscara, para matarse a 150 km/h no hace falta nada más que tener el carnet de imbécil, que se lo dan gratis al nacer...
... me da igual que no escuchen, yo ya me había ido en transporte público, que es donde se conoce gente.
A veces no hace falta que Uno diga lo que el cascarrabias ya ha dicho, porque de dicho a dicho, bicho:
...
"A veces estoy cansado de ser yo.
A veces preferiría ser un tipo huraño, arisco, aburrido, sin expectativas, con un trabajo rutinario, soso y monocromático con el que cargar y destrozar mi cuerpo durante ocho horas al día cinco días a la semana.
A veces quisiera tener limitada la capacidad de pensar.
A veces sin esforzarme consigo ser ese tipo que a veces quiero ser, y me doy asco a mí mismo".
...
Trapo ha comido las sobras de lo que hubo pero no cató.
Trapo sueña con dormir tranquilo.
Trapo escucha Door Peep de Sinéad O'Connor, Plus D'hiver de Yann Tiersen y Astronauta 7 de Pequeño Pecker.
De cuando era muy-muy pequeño tengo cuatro gratos recuerdos, tres de ellos nítidos y uno medio borroso:
1- La impresionante pedrada que le dí en toda la frente a un chaval vecino justo el día antes de recibir la Primera Comunión (PC), cuando ya me había confesado ante el cura, rezado los tres correspondientes avemarías y hecho el propósito de enmienda, y que hizo que a partir de entonces mi relación con Dios siempre estuviera bajo sospecha de trampas (por mi parte), puesto que la PC fue, con toda probabilidad, la Primera y también la Última.
2- Una soberana paliza que le pegué una gloriosa tarde de verano a un ex-amigo jugando al parchís, que me comí hasta fichas que no eran suyas ni de nadie conocido; en ese momento decidí que mi vida giraría en torno al juego y resto de vicios inconfesables.
3- El bigote monstruoso y psicodélico que hablaba por sí solo y que había delante de un tal José María Ínigo, y que anunciaba a los cuatro vientos que nosequién con los pelos de la cabeza así como a lo afro doblaba cucharas con el pooodeeerrr de la meeennnteee; ni que decir tiene que las dos noches en vela que pasé intentando doblar mi puta cuchara terminaron con mi fe en Dios, lo sobrenatural, las sopas de fideos de mi madre, los bigotes llenos de pelos y la televisión en general.
4- El cuarto recuerdo es el momento en el que me dí cuenta de que era incapaz de recordar absolutamente nada de lo que me había ocurrido con anterioridad, con lo cual a partir de entonces tuve que inventarme mi propia vida y apuntarla en una libretilla de esas de alambre de espiral, que tenía unas tapas muy bonitas de un color que tampoco recuerdo, y que por supuesto tampoco soy capaz de encontrar entre tantos cachivaches y tanta vida.
Así que eso es lo me queda de la infancia, un tres-en-uno que mantiene engrasado y seminuevo el mecanismo y los resortes de la máquina personal.
El mayor avance de toda la Historia de la Humanidad consiste, precisamente, en poder escribir esas dos mismas palabras, en mayúscula y juntas en la misma frase, avances y humanidad, sin que inmediatamente después de ponerlas por escrito no se nos caiga la cara de vergüenza.
La razón por al cual los países escandinavos tienen la más alta tasa de suicidios del mundo no hay que buscarlas en estadísticas sociológicas ni explicaciones científicas problemáticas o esdrújulas.
Se debe simplemente a que los suecos o los noruegos son los que más leen, y leyendo concretamente en el libro Guinness de los Récords el apartado de estadística de suicidios por países se han dado cuenta de lo fácil que es llegar a ser los primeros en algo, sin que haya dinero o cárcel por medio, de una forma medianamente digna y civilizada.
Releyendo Las cosas más extrañas, uno de los diarios de Andrés Trapiello, observo que nunca habrán estado tan cerca en el diccionario dos palabras y a la vez tan lejanas, aparentemente, en su significado:
Quizá sea que sólo se puede ejercer el arte de la intimidación en aquellos prójimos que sean lo bastante próximos como para que nos tengan en cuenta. Al resto, claro, ni con cien cañones intimidaremos, puesto que no tenemos la confianza suficiente.
Cuando lo de la guerra de Iraq observé en unas imágenes por televisión cómo, al echar abajo una estatua de Saddam Hussein en Bagdad, algunos iraquíes le daban mamporros a su ex-líder con una zapatilla en la cara. Al parecer, no hay mayor humillación en el mundo musulmán que restregarle el calzado por el careto a una persona. Una imagen concreta que no pasará a la memoria colectiva fagocitada por la fuerza de otra imagen, la del soldado americano colocando la bandera estadounidense en la estatua, antes de que ésta cayera. Junto con el atentado del World Trade Center, dos de los acontecimientos que pasarán a la historia del siglo XXI más que por el hecho en sí o por las consecuencias (ambas importantes) por haber sido observados en directo por cientos de millones de personas, cosa que hasta entonces nunca había ocurrido en estos sucesos bélicos, el directo se reservaba a los deportes o ceremonias institucionales.
Dejémonos de pamplinas, no es la tele ni la retrasmisión en directo de los hechos lo que cambia el mundo, sino la publicidad. Un photoshopero polaco, ha diseñado un cartel, que no sé si está más cerca del arte, la propaganda o el márketing, donde recrea la famosa foto que Korda hizo del Che Guevara, pero en color y con unas Converse rojas a modo de hombreras, con su estrellita. La estrella de cinco puntas lo mismo ha servido como símbolo de esto que de aquello, del ejército soviético que del ejército americano, escudo de sudistas y de yanquis, de países pobres y de países ricos, de religiosos o de ateos.
Y según parece, la cara nueva del Che se parece bastante a la del ex-presidente español Aznar, no precisamente un revolucionario. Hay debate sobre ello aquí en estas cosas de internet, pero creo que dará más bien para poca discusión. Ni es Aznar ni es la nariz de ese hombre ni nada por el estilo, como mucho las cejas se le parecen un poco. Y, lo que es más importante, dudo mucho que Dragan lo haya hecho a propósito, porque me parece que no sabrá ni siquiera quién cojones es Aznar ni que país presidió ni (esto tampoco lo sabemos nosotros) qué ideología tiene el susodicho.
Con Aznar, por mucho que se haya empeñado durante ocho años en pasar a la historia, pasará lo mismo que con Franco, que los niños de ahora creen que fue uno que inventó las monedas y los sellos. O como Cervantes, que cuando al boxeador Poli Díaz le preguntaron una vez que qué le parecía, respondió poniendo los puños en guardia:
-¿Cervantes? ¡Dónde está ese Cervantes que le meto dos hostias!
Qué poca o mala memoria tenemos algunas veces. Estaba leyendo a mi amigo el gran Pistacho, que se preguntaba en qué año salió aquella mítica canción veraniega de Wilfred y la Ganga, 'El rap de mi abuela', una cosa tremenda, el acabose auditivo que se nos metió a todos los que escuchábamos la radio en la oreja y que a trancas y barrancas se fue alejando, hasta hoy, cuando vuelve a sonar en la cabecita gracias al simpar pistachero. ¿El rap de la simpática anciana fue el inicio del mundo músical de lo paranormal, eso que ahora llamamos freak o friki?. Nooo, pececillos, nooo.
Propongo que elijamos la Peor Canción del Mundo, y lo más importante: por qué la consideramos imprescindible. No es un concurso muy original, pero podría servir para demostrarnos que, aunque muy en el fondo, hay melodías que aún siguen alojadas en el Disco Duro cerebral o donde sea, pero ahí están, acechantes, para que en cualquier verbena de pueblo o revolviendo los discos de tus titos jipis vuelvan a salir de su cárcel.
Mi voto: La Ramona, de Fernando Esteso (1975, creo). El galán por antonomasia de la Transición española, vestido de cateto (digo vestido, no disfrazado), suelta bellos ripios de este palo:
______
"La Ramona es la más gorda de las mozas de mi pueblo
Ramona te quiero
Tiene un globo por cabeza y no se le ve el pescuezo
Ramona te quiero
Sus piernas son dos columnas, su trasero es un pandero
Ramona te quiero
Le han hecho una cama con cuatro vigas de hierro
y cuando se acuesta tiembla el suelo de mi pueblo.
Le han hecho una silla en casa del cerrajero
con catorce patas pa´que resista su peso.
La Ramona es barrigona, su cuerpo da miedo verlo
Ramona te quiero
La Ramona es pechugona tiene dos cantaros por pechos
Ramona te quiero
El rasborde de Ramona son mas anchos que mi cuerpo
Ramona te quiero
La han hecho un retrato en casa del retratero
como era tan gorda solo ha salido medio cuerpo.
Se ha comprao un vestido colorao de terciopelo
hecho de volantes con cien capas de torero
Ay Ramona
La Ramona se ha fugao con el hijo de cartero
Ramona te quiero
Como no cabía en el tren se la lleva en un velero
Ramona te quiero
El velero se ha ido a pique por el esceso de peso
Ramona te quiero
Va dando zarpazos pensando en su salvamento
pero no hay cristiano que pueda con tanto peso
A lo lejos viene un barco de balleneros
han tirao las redes, la remolcan por los pelos
Ña ña ña por ella
Creyéndola una ballena la han cazao los balleneros
Ramona te quiero
Sentadito en una orilla llora el hijo del cartero
Ramona te quiero
Se ha quedao sin su Ramona por no calcular el peso
Ramona te quiero, Ramona te quiero .....
Ay madre Ramona.
Un cacho carne con ojos eso es lo que eres Ramonaaaa..."
_______
Ni que decir tiene que apuesto el brazo de escribir a que no hay canción que supere a ésta, por la belleza de la letra, la profundidad, por lo arriesgado de su sintaxis, por su investigación léxica, por su sentido estético, por la rima... por todo. ¿Y la música? Genial, impagable. Gracias a Fernando Esteso y su melodía fue posible el paso del franquismo a la democracia, porque aunque yo era muy chico me daba perfecta cuenta de su impactante influencia en la generación de mis padres y abuelos, que de no ser por él habrían estado todo el día pensando en la guerra y en cosas chungas.
Ramona, ten points. The Rolling Stones, cero points.
Éste debe ser el único blog del mundo que no pone videos del YouTube, idea al parecer revolucionaria que consiste en visualizar cositas de la tele en internet de forma fácil, y que nos hace comparar a sus creadores con los de Microsoft, Apple, Yahoo, Google o Flickr. Revolucionarios de revoluciones poco evolucionadas.
¿Hay necesidad de ver constantemente videos de la tele, de estar enganchado a esto como por un tubo?
No. Ponte a leer un libro, coño.
Una de las cosas buenas que tiene la obsesión por acumular papeles que llevo arrastrando desde prácticamente antes de nacer (mi madre dice que lo primero que le pregunté cuando rompí a hablar era que dónde estaban los papeles que la identificaban como mi Señora Madre) es que de vez en cuando, mientras simulas hacer selección y limpieza, en realidad sólo cambias de sitio los montones, te encuentras con verdaderas joyas escritas. Lo mejor es que aparezcan cuando ni siquiera recuerdas que las recortaste de un periódico que ni siquiera leías, porque jamás lo compraste. Pero eso son misterios que ni cien Freuds o Shakespeares podrían adivinar, porque no son cosas de la cabeza ni del corazón, sino todo lo contrario, que ahora mismo no sé lo que puede ser.
En fin, ahora tengo delante un recorte impagable del ABC de hace unos días. Se trata de una entrevista con un tal Dr. Chams, que Dios guarde muchos años, que según parece es cirujano plástico (mi abuelo, gran odiador de dentistas, marmolistas, ciclistas y resto de -istas, si oyera esas dos palabras juntas diría con su voz cavernosa: "¡Sin-ver güen-zas!") de los de alto standing, oráculo de cabecera de las personalidades más famosas, aristócratas, glamourosas y ricas de la humanidad entera, un selecto club al que todos, incluso rojerillas, ansiamos pertenecer aunque por lo bajini, pero que en la calle les decimos palabrotas y tal, pura hipocresía darwinista. El reportaje sale ilustrado con bellas fotos de gente importante e imponente que ha pasado por sus manos y aparatos: Camilla Parker-Bowles, Karl Lagerfeld, Nicole Kidman, Carole Bouquet, Isabel Preysler y Farah Diba.
Lo mejor es lo que dice el susdicho Christian Chams, doctor en Dermatología y Mesoterapia por una universidad de París, y que una vez al mes pasa consulta en Marbella, ese sitio donde todo es el paraíso de la Verdad, y por eso allá que se va Chams con sus bártulos a operar caretos y resto de sobrantes de la cochambre humana. Dice: "A los 35 la cara ya necesita arreglos". Y se queda tan pancho después de soltar esa verdad por la boca, sin tener en cuenta que a esa hora hay niños leyendo el periódico. Amigo doctor, será vd. doctor, pero también tiene que tener en cuenta que los no-doctores tampoco nos hemos caído de un nido, que el rostro de un peón de albañil o de un jornalero de Somalia no será el mismo que el de uno que lleve cientos de generaciones sin dar palo al agua, aunque ambos tengan 35 años. Esto lo saben los parvulitos, pero al Dr. eso le da igual, no le pagan por decir pamplinas sino por reconstruir autoconfianzas, seguridades y todas esas cosas que acaparan los que se limpian los zapatos con billetes de a quinientos.
Luego llega el Estado: Atención, cuidado con la alimentación, con el tabaco, con el sedentarismo, los coches, el rafting, la sal, la Droga, internet, el alcohol, el sexo, la obesidad, la anorexia, la bulimia, el cáncer, la carne, el pescao, los pitos, las flautas, cuidado porque todo ello resta años de vida. Y los presentadores del noticiario se despiden: cuídense.
Un mierdón.
Si tienes billetes, te cambias la sangre, los órganos, las arrugas, y si no, te mueres como se mueren las personas decentes, viejos, pobres, arrugados y se acabó. Y si no, también te mueres. Perfeccionistas o humanos, he ahí la cosa. La cara, la cáscara, la podrás cambiar con material quirúrgico e inyecciones de saliva de rata de Malasia, pero lo de dentro, el bicho, ja-já, eso no lo cambia nadie.
Voy a contar una cosa que normalmente sólo cuento cuando estoy ebrio o no tengo nada importante que contar: aunque el fútbol no es prioritario en mi vida, y normalmente echo pestes del deporte, soy del Athletic Club de Bilbao. ¿Por qué? Porque puedo, evidentemente.
Mi señor padre, desde que tenía cinco años y escuchaba por la radio los partidos del legendario equipo cuya delantera estaba compuesta por Iriondo-Venancio-Zarra-Panizo y Gaínza, me fue metiendo el gusanillo del equipo de Bilbao, puesto que los demás eran tuercebotas, mequetrefes y tiendas de carne que se convertirían en empresas llenas de Di Stéfanos, Maradonas, Ronaldinhos y Beckhams a la larga, pero que lo de nosotros era otra cosa. Gente que jugaba por placer. Habían ganado ocho ligas y veinticuatro copas, pero eso era antes.
Futbolistas que metían goles, les pagaran más o menos, jugadores de la calle que eran los ídolos de los niños de la calle que soñaban con ser como ellos, personas que resultaban raras entre tanta foto. Ya no queda nada de todo aquello, de aquel juego y de aquel tiempo, pero me gusta ver jugar al Athletic con mi padre. Y que me cuente aquel gol de Telmo Zarraonaindia a no se qué equipo.
Es como si me pasara por via intravenosa su infancia. Es como ver las cosas desde el derrotado de antemano. Cuando iba a verlos por los campos del sur con su Vespa, antes de que yo naciera. El Athletic, contrariamente a lo que pueda pensarse, tiene muchos seguidores en toda España, casi todos por tradición familiar. Cuando yo estaba en el instituto ganaron la liga 1982-83: Zubizarreta, Urquiaga, Liceranzu, Núñez, Goicoechea, Gallego, Sol, De la Fuente, Urtubi, Dani, Noriega, Sarabia, Endika, Argote. Esa gente tenía yo en mi póster.
Ahora se ha salvado de bajar a segunda división. Y mi padre está feliz, y mi Yo de trece años lo felicita, unos cuantos años después.
Tenemos el grave prejucio de considerar a la gente presa de sus propios nombres, como si fueran responsables de algo que sus padres no podían preveer cuando nacieron. De nada tienen culpa los Jonathanes, Kevines, Sarais o Maikels.
Le envié un emilio a mi amigo Emilio y se enfadó, porque dice que qué culpa tiene de llamarse Emilio y de llamarse como los emilios, si la criatura nació antes de que se inventaran los correos electrónicos. "Es lo mismo que llamarse Adolf en la Alemania de Hitler, o apellidarse Pantoja, Aznar o Franco en España, o lo que sea, qué has hecho para merecer semejante castigo si tú no has hecho nada".
Tiene toda la razón, a partir de ahora sólo le mandaré telegramas.
El Parlamento de Andalucía, es decir, la gente a la que le pago con mis impuestos, ha decidido que formo parte de una realidad nacional, más o menos igual que otras realidades y espejismos en las que unos representantes legales de los ciudadanos deciden que sus pagadores son barrio, comarca, provincia, comunidad, autonomía, región, país, nación, nacionalidad, patria, patraña o lo que quieran ser o lo que les salga a ellos de los huevos, que es al final lo que cuenta.
Porque del precio de los pisos, o los escándalos inmobiliarios, de los miles de millones de beneficio de los bancos, del ridículo que hacemos cada vez que abrimos la boca en la tele, de los ricos y los pobres, de los analfabetos, de los parados o los que no tienen donde caerse muertos, de eso no hablan. Definirse en conjunto, eso sí. De hacer el payaso, de los contratos temporales, del racismo, de la incultura, de eso no habla el estatuto nacional. Y eso que hay andaluces que valen la pena, gente normal, trabajadora, sincera. Normalmente no salen en los programas mezclados con los Morancos ni con Jesulín, están a otra cosa.
Me importa una mierda si, por decreto, soy andaluz nacional o español nacional o madagascareño o ruteño o subnormal o directamente apátrida, que es lo que merecía Uno ser en esta mierda si tuviera dos dedos de frente.
La imagen que tengo de este animal es la de un bicho tranquilo y pacífico, de nombre misterioso y gracioso que significa caballo de río, herbívoro, que pesa entre dos y cuatro mil kilos, que se revuelca alegremente en el barro como los cochinillos, que no se mete con nadie a no ser que le toquen los cojones, entonces puede ser muy peligroso. Más o menos como todo el mundo.
Ahora acaba de entrar en la lista de animales en mayor peligro de extinción del planeta. A mí me recuerda a una marca de pañales absorbentes, creo recordar, que tenía al simpático hipopótamo de logotipo. Y al tragabolas, un juego que hizo furor cuando yo aún era persona. También a los dibujos animados de Pepe Pótamo, ese que viajaba con un mono por el mundo en un globo. Se ve que los creadores de las animaciones de los años sesenta le pegaron bastante al tripi.
No sé por qué estos gigantescos seres que comen hierba, como los osos o los toros, me caen bien, contrariamente a las cucarachas, las serpientes, los alcaldes y concejales de Marbella, los constructores, los mafiosos o los presidentes de equipos de fútbol, o las personas que son las seis cosas a la vez, que serán pocas, pero menos deberían ser.
Será por su cabezota, será por su boca gigante de poderoso bostezo... será porque el único que he visto murió en un zoológico, con la barriga llena de latas de refrescos que le tiraba la gente al abrir las fauces. Cuando me enteré me entró un trauma infantil o algo parecido, porque no me imaginaba que podían existir especies que tiraran basura a otras especies por placer, pero al parecer así era.
En fin, cosas de los humanos, que no tienen otra cosa que hacer nada más que encarcelar y extinguir bichos.
-Pues sí, el otro día me enteré de que los mejillones piensan. Si te fijas, son animales, y si son animales igual que los monos y las personas humanas, y por esa regla de tres, tienen actividad cerebral, por esa misma regla de tres, por lo tanto, piensan.
-Ah, pues no había caído yo en ese detalle.
-Y fíjate: por lo tanto, las plantas también tienen actividad intelectual.
-¿Mis macetas de marihuana razonan?
(silencio sepulcral)
-Eeeh, bueno, a lo mejor esas no, pero una petunia o una rosa, es evidente que algo hay, no sé, es comoooo... como Heidegger coloreado.
-Por esa regla de tres voy a acostarme, que ya es tarde.
...
Una vez más, al comprobar que los presidentes de las naciones más poderosas y sobradas de la Tierra tienen el mismo rictus en la cara que los ayatolas de Irán o cualesquiera otras personas que ocupen dichos cargos políticos o religiosos en estados o empresas, creo que, si bien hasta los veinte o treinta años las personas llevan los rasgos faciales heredados maternos o paternos, a partir de cierta edad cada uno tiene el careto que se merece.
Y eso no hay cirujano plástico o de materiales nobles que lo arregle.
...
No soy yo muy partidario de la cárcel como forma de solucionar los problemas sociales. Pero me sorprendo a mí mismo cuando veo a los antiguos dirigentes de la ciudad costrasoleña de Marbella a punto de ser enchironados como todo hijo de vecino, y entonces me viene un poquito de sentimiento de algo parecido levemente al rencor, la venganza y/o la felicidad, que ya no sé lo que es peor.
-Y que no se te olvide mencionar en tus plegarias al abogao de Julián Muñoz, ese que es presidente del Sevilla FC en sus ratos libres y le cobraba mil millones por consulta.
-Si, claro, cómo no, don José María, su propia cara ya lo dice todo.
Al pensamiento me viene la imagen divina del maestro Jesús Gil desde el cielo, diciéndoles a sus discípulos mamporreros mafiosos mientras agita en círculo ambas manos:
-dar sera, pulir sera.
Dar sera, pulir sera.
Y todos los guais de la sexta galería le siguen el ritmillo.
-dar sera, pulir sera...
El otro día fue el día del trabajador. Si lo pudiérais ver desde aquí arriba, qué bonito sería. Si no supiérais lo que yo jamás llegaré a comprender. Si acertárais a adivinar por qué los perros que se sienten amenazados simulan la cojera. Si hubiera una sola persona en el mundo que creyera que los demás son justos y no pecadores.
Si no existiera el ser humano, qué bonito. Si lo de abajo estuviera arriba, e inmediatamente se diera cuenta de su error. Si yo me pusiera en mi lugar. Si dos mas dos fueran, alguna vez, cuatro, o mejor, no fueran nada, porque eso no importara.
Si no existieran los días pasados. Si tampoco los del futuro. Si el negro fuera negro y el blanco blanco, y al resto nos diera igual si el negro fuera blanco y el blanco negro. Si esto y si aquello...
Mucho pides tú.
Resulta que en estas tristes reuniones de ex-amigotes, ex-queridos u odiosos enemigos que se dan de vez en cuando en esta parte de la vida en que Uno ya no sabe si tratar a la gente de usted o directamente de hideputa cuando se la encuentra al cabo de los años, salen en ágil conversación temas bastante curiosos, si no fuera porque son más mentira que las apariciones de la Santa Virgen de la Bola, que era una tía de un pueblo que se ponía una bombilla bajo un camisón blanco en medio de un olivar nocturno, y las cientos de personas arremolinadas en pos de un milagro de salud o económico (porque otros no hay) empezaban a rezar y a pedir cosas como si fuera el Banco de Santander o la Caja de Ahorros, esos temas, digo, son los que mantienen el pequeño vínculo de la supuesta y fraternal amistad.
Por ejemplo: se puede interpretar cómo murió el insigne jinete de las estatuas ecuestres atendiendo a las patitas de su brioso corcel. Si el susodicho caballo tiene dos patas en el aire, la criatura (el de arriba) murió en combate; si el bicho de abajo tiene una de las patas de delante en el aire, la persona que lo monta murió de heridas recibidas en combate; si el caballito asienta las cuatro patas en el suelo, nuestro héroe murió de causas naturales.
Y yo digo: mentira. He visto docenas de estatuas de héroes galopantes en las que una de las patas del animal subalterno está en el aire, y sin embargo el bicho de arriba cascó sin el menor asomo de heroicidad o lucha, con su pijamita, su revista de horticultura, su escupidera y su aspirina.
Y afirmo: el día que vea una escultura ecuestre con las patas de atrás, o incluso una sola, en el aire, ese día creeré en la verdad de la Historia, porque por ahora eso que me cuentan los libros es, por decirlo suavemente y generalizando, que es gerundio, un conjunto de falsedades que me merecen la misma credibilidad que el cuento de Garbacito que me contaba mi señora madre para que me pudiera dormir en esas noches de rayos, truenos y centellas que surcaban el cielo.