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2 de Noviembre de 2007

Rutas bicicleteras: Córdoba-Villafranca

Como mi amigo Jose el italiano dice que le mola este blog, y teniendo en cuenta que me regaló unas zapatillas de deporte, pues en agradecimiento voy a actualizarlo de vez en cuando. Hoy, para solaz y disfrute de grandes y mayores, voy a detallar (con espléndidas ilustraciones) el viaje de ayer, una ruta de aproximadamente 35 km. desde Córdoba hasta la casa de los grandes Francis y Mª José, en Villafranca. Los puntos por los que se pasa serían los siguientes: mi casa, Paseo del Plan Renfe, Fátima, Campiñuela Baja, Universidad-Rabanales, Montón de Tierra, Los Amigos-Alcolea, Pantano-Puente Mocho y Villafranca.

Vista general de la ruta
Vista general de la ruta

Transcurre en sus primeros diez o quince kilómetros por el camino de servicio del canal del Guadalmellato, un corredor verde que tiene más piedras que el barco de Ceuta a Algeciras, pero que está llanito y puede utilizarlo todo el mundo. Dicho camino está más o menos a 1 km. de las cocheras de autobuses de Aucorsa. Se pasa por detrás de la Universidad de Rabanales, se llega después a un cruce en el que una señal cutre de madera indica que a la derecha se va al cortijo Montón de Tierra, pero no, hay que seguir el canal hasta que se cruza con una carretera asfaltada en la urbanización Los Amigos, cerca de Alcolea capital.

Primer follón: como es imposible seguir el canal puesto que tiene que salvar el vado de un río y va entubado, en ese mismo sitio tiro hacia la derecha por la carretera que baja hasta Alcolea capital, y en el primer cruce opto por subir otra vez a la izquierda, en busca nuevamente del bendito canal. Lo encuentro y lo sigo. Maravillosas casas con jardinitos y muchos árboles, un paisaje idílico y otoñal. Pero... aaaay colegas, que de pronto hay una supervalla cerrada a cal y canto por todos sitios con putos alambres de espino. Pues nada, como no llevo herramientas de cortar alambradas en este momento, agarro la bici, la tiro por encima de la puta valla, y luego salto yo, y sigo palante como si nadie me hubiera visto. Pienso: "Coño, qué raro, si esto es un camino público de la Confederación del Guadalquivir". En fin, que a los doscientos metros, oooootra puta valla igual, esta vez mucho más espinosa y sin posibilidad de salto. Retrocedo unos metros, me subo la bici a cuestas y aprovechando un montón de ladrillos rotos, vuelvo a tirar la bici fuera. Luego yo me tengo que arrastrar como una bicha para pasar por debajo del alambre de espinos que me cago en la puta madre que parió al inventor, que seguro que Hitler le dio el premio Nobel a este muchacho. Me engancho el jersey, claro, y bellas palabras salen de mi boca nuevamente. A todo esto ya llevo más de una hora de camino dando pedales, como para hacer saltos mortales y gimnasia artística está uno.

Segundo follón: como ya estoy hasta los huevos de hacer carrera de obstáculos, que yo ese deporte no lo entiendo, cojo un camino a la derecha que cruza por un campo y que confío que me lleve a las afueras de Alcolea, buscando la carretera del Pantano de San Rafael de Navallana. De pronto veo un cartel que dice "Ganado bravo", miro a la izquierda y veo unos bichos marrones con cuernos. Os juro que Óscar Freire hizo en ese momento peor marca que yo en el sprint, batí el récord de los cien metros fijo.

Ya con los toros a mi espalda bien lejos, encuentro la carretera dichosa, que yo creía que era la CO-263, pero que no tiene señales indicadoras por ningún sitio. Me paro, me como tres mandarinas y le pego un lingotazo al agua, le pregunto a un señor medio sordo pero muy amable y decido seguir palante, puesto que dicho paisano me dice que sí, que por ahí se va al pantano. Llego a la cabecera de ese sitio, que creo que llaman Puente Mocho, y giro a la derecha siguiendo el indicador que pone Villafranca. Lo que no pone es que está a tomar mucho por culo, y que a pesar de no ser muy difícil, sus cuestecillas sí que tiene (a la izquierda está la sierra, a la derecha el río).

A diez o doce kilómetros del cruce por fin veo el Aguapark o como se llame esa mierda donde la juventud cordobesa paga una pasta por jugar a ahogar a las personas con las que posteriormente quiere tener apareamientos sexuales. Estas actividades tan extrañas se dan preferentemente en verano, ahora está cerrado. Luego oigo ruidillo como de moscas porculeras, y observo que hay muchachos echando carreras de escúters en un circuito de competición. Lo juro, tiene su bar y sus gradas y sus aficionados comentando lo gastados que lleva los neumáticos mixtos Fulanito en la tercera vuelta o qué pena lo de Joselito, con lo bien que iba y se ha abierto la cabeza contra la valla.

Dos horas y cuarto después de salir de mi queli llego a Villafranca a casa del gran Francis, que me recibe en chándal y me invita a unas alhambras de esa verdes tan buenas. Luego nos comemos una tortilla de papas tipo familiar y unos chuletones de dos dedos de grosor que se ha traído de Pozoblanco, junto con Mª José, Ana y Jose. A esas alturas yo de toros ya no quiero ni hablar, pero bien que me los comí.

Y esta es mi vida, con lo que disfruto, bicicleta, campo, amistad, risas y sinceridad. Creo que todo es lo mismo.

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25 de Septiembre de 2007

Por la Vía Verde de la campiña cordobesa

El otro día cogí la máquina de dar pedales y llegué a Guadalcázar, que es un bonito pueblo campiñés que está a tomar por culo de Córdoba, por la antigua via férrea Valchillón-Marchena abandonada hace años, ahora dedicada a vía verde o camino rural. Cuando lo ví me eché un poco atrás, porque entre otras cosas no llevaba cámara de repuesto ni parches, sólo un litro de agua helada y un paquete de conguitos. Poca cosa para 55 kilómetros, ida y vuelta, un camino iniciático impagable para solitarios en busca de sí mismos. No sé si es mi caso, pero lo intento.

Vías Verdes en bici

Un conejo chiquitillo con mixomatosis se me cruza en el camino. Digo lo de la enfermedad porque ni siquiera hizo ademán de apartarse, no podía ver ni una mierda. Lo aparté con cuidado, y que tenga suerte. No voy a comentar aquí la solución que corre por ahí para salvarle la vida. También me crucé con dos lagartos más grandes que los cocodrilos de Tarzán (sus primeras películas, las últimas eran de feria), verdes, rápidos y brillantes como el sol. Hay que pasar por un oscuro túnel de 500 metros en el que hay que pulsar a la entrada un botón para que se ilumine como se ilumina la torre Eiffel de noche. Las únicas personas de dos patas que me crucé, unos biciclistas parados en el único árbol en veinte km de recorrido, disfrutando la sombra.

-Descansando un poco, ¿no?
-No, atacando, atacando lo que queda.

Magnífico el espíritu de saberse poderosos, de hacer lo que a Uno le venga en gana, sin tiempo de regreso. Me paro porque quiero, la dureza de la ruta no es mucha, pero descanso porque me da la gana, y bebo agua. Un carrerista pasa a toda hostia. Se ve que tiene prisa porque alguien le espera en algún sitio, hace bien en llegar a tiempo, no defraudes a nadie, criatura.

Pasaba entre campos de algodón (robé un poco pal botiquín, para qué nos vamos a engañar), terrenos baldíos de una belleza acojonante, plantaciones de trigo y cebada, cañizales continuos de un par de metros de alto. Si tienes que cargarte a alguien y esconder el cadáver, éste es tu sitio, no pasa ni el Tato. Por un momento sentí miedo. Si tienes un accidente y caes por la torrontera, ve rezando lo que sepas, porque es fácil que duermas malherido al raso hasta que pase algún cabrero despistado y te ayude. Es maravilloso.

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10 de Agosto de 2007

Mi bicicleta

Esto que se ve aquí es mi máquina, una Coluer Sixties C700 que me apañé en Solobici, la tienda-taller que Gerhard tiene en el Paseo de la Ribera, justo al lado de la Mezquita de Córdoba. Es un modelo de bici híbrida, a medio camino entre las citybikes que usan los ejecutivos de London y las BTT de esos que van pegando saltos por las montañas. Me recuerda mucho a la primera que tuve, mi añorada Dixie inglesa de piñón fijo, sin frenos de manillar (frenaba dándole patrás al pedal), una auténtica joya friki que mi padre me regaló tras cambiarla por su vieja Vespa. Esta Coluer lleva faros, guardabarros y portamaletín trasero, con amortiguación delantera, lo cual viene bien cuando te tienes que bajar por bordillos grandes.

Mi bici
Mi bici Coluer, pa todo piso


Por ahora me funciona bastante bien, andorroteo con ella por los carriles-bici durante los fines de semana, y algunas veces de noche los días laborales, cuando no hay nadie, y entonces me salgo del carril y circulo también por las calles peatonales del centro y la judería. Por ahora aún no me he pegado ninguna hostia reseñable, aunque sí que he tenido que insultar a algunos conductores de esos que aparcan en el carril como si fuera su cochera. Ayer mismo me cagué en los familiares de un conductor de un puto 4x4 que me iba a atropellar al cruzar por un semáforo que yo tenía en verde.

Excepto esas pequeñas cosillas, la máquina funciona perfectamente. Yo me pego mis pequeñas palizas de una o dos horas yendo ligerillo, tras lo cual, consecuentemente, me bebo un par de cañas como dios manda y me queo roque. Es el único remedio efectivo contra el puto insomnio, que dicen que es una enfermedad de ricos, dicen, pero se ve que en mi caso la naturaleza se ha equivocado, porque los billetes no los veo por ningún lado.

PD: Si alguien quiere colaborar altruistamente al desarrollo de la ciencia, para comprobar si la falta de sueño que me ataca es o no una enfermedad de potentados, pueden depositar sus donativos y joyas en mi dirección de correo habitual, que su dios seguro que se lo paga con creces .

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24 de Marzo de 2007

Sábado bicicletero

Hoy he estado con mi bici en la Marcha de la Primavera ciclista en Córdoba, organizada por la gente de la Plataforma Carril-Bici de Córdoba. Una fiesta reivindicativa con doscientas o trescientas personas ocupando en la ciudad los carriles normalmente atestados de coches (ahora CO2CHES, por la contaminación de CO2). No estaba la patrulla Indurain (policías locales en bici), los munipas iban con motos abriendo camino y diciéndonos todo el rato que dos carriles, pero bueno, da igual.

Me he sentido útil. Ni bueno ni malo ni cabrón ni molón ni enrrollao ni progre ni nada parecido. Útil por reivindicar activamente con mi bici y mis timbrazos el espacio público ciudadano para la gente que no contamina ni hace ruido ni molesta a nadie, sólo se desplaza o pasea o hace lo que le da la gana. La marcha porculera ha terminado en la plaza de la Corredera, el sitio donde probablemente te encuentres más a gusto de Córdoba sin avergonzarte de ser humano ni de ser de Córdoba, esa ciudad donde todavía es posible ver a un alcalde comunista comiendo gambas con un cura que preside un banco.

Curiosamente la gente que nos miraba desde los vehículos a motor parados en los semáforos no se reía ni hacía burlas, como casi siempre. Ahora nos tienen un poco de envidia, porque las políticas públicas no tienen más cojones que favorecer los medios de transporte no contaminantes, y eso va directamente contra el uso abusivo del coche, esa mierda que chupa tanto como para mantener dos pisos. Esto avanza lento, pero seguro.

Usos novedosos e increíbles de la bicicleta: sirve pa ligar, os lo juro. He conocido a una chorba en la tienda de Gerhard, a la que he ido a que me ajustara un par de cosillas en la máquina, con la que me he puesto a hablar de bicis y de otras cosas. Es increíble, las bicicletas sirven hasta para el amor, nunca lo habría imaginado. Antes creía que las personas solitarias se comparaban un perro y entonces ligoteaban hablando de caquitas, vacunas y pelambreras. Ahora sé que con la bici se liga. Es una inversión en posible felicidad que, teniendo en cuenta los precios del mercado, sale bastante rentable.

Las bicis también sirven para ligar

A partir de ahora, además de exigir como Sergio Makaroff que a los tontos no les den carnet de conducir, sólo porque sean tontos subvencionados y les paguen el cambio de carromato, creo que voy a salir siempre que me de la gana a denunciar a los que aparcan sus cochazos en el carril-bici, y que tan tranquilos te dicen que es sólo un momento. Nada, llamadita al 092 y denuncia al canto, estamos hasta los cojones de esta banda de gilipollas orgullosos de sus prolongaciones del pene de seis millones.

Sí, diréis, claro, sois un montón de jipis guais en bicicleta dando por culo pa dar paseos. Pues no. Padres y madres de niños bicicleteros, gente madura contenta por hacer ejercicio y mantenerse en forma sin tener que pasar el ridículo de los aparatos gimnásticos. Gente normal. Pocos jóvenes, qué triste. El coche a la cochera o a la carretera, la calle pa el que se lo curra, andando, en bici o en transporte público.

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