Contrariamente a la sagrada tradición que llevo manteniendo desde hace unos años, dejo que la operadora telefónica que me llama a la taurina hora de las cinco en punto de la tarde se explaye sin tener que aguantar mis insultos, blasfemias o cuelgues de inmediato. La muchacha, con precioso acento gallego (creo que por eso mismo no solté lo que hasta ahora tradicional e impepinablemente soltaba por mi boca), intenta explicarme que su oferta de línea adeseele + llamadas + pitos + flautas me sale bastante rentable. Y, oh misterios insondables del carácter humano, le sigo educadamente el juego sin defecar en ninguno de los familiares o allegados de sus jefes y/o directivos. Con clase y diálogo, como es de razón en estos tiempos, nada de brusquedades.
Tras veinte minutos de monólogo, le digo que lo pensaré. Me siento mejor persona que antes, cuando la ira y la bilis ocupaban mi pensamiento en este tipo de situaciones. Miro en su página web la información detallada, y veo que pone: "No se incluyen en esta tarifa las llamadas a teléfonos de red inteligente (902, 807, etc.)". Y es entonces cuando sapos y culebras salen de mi cuerpo hacia el otro lado. No llega la sangre al río, pero esto de llamar 'red inteligente' a los timos del 806 me suena igual que cuando leo en el wáter los prospectos e ingredientes de los champús.
Una cosa sí que es cierta. Los creadores y propietarios de este tipo de líneas sinvergüenastrolgicopornográficas son muy inteligentes, sin duda, porque están todos forrados sin dar palo al agua, a costa de la poca maña de los usuarios noveles, de la letra pequeña, de las granujadas jurídicas y de unos políticos que miran hacia otro lado en vez de prohibirlas directamente como deberían. Que pa eso les pagan, digo yo.
Paseando por el campo me encuentro a este bicho, y decido darle reclusión en un indigno bote de plástico para estudiarlo (el bicho, no el bote). Creo que es una tarántula, esa misma que dicen provoca en los pueblos de Sicilia el baile de San Vito a sus picados. No sé si es realmente una tarántula, pero impresiona bastante vista de cerca. Parece que va vestida de nazarena de la cofradía del viernes santo.
Sólo se alimenta de presas vivas, es carnívora, y (según se dice) venenosa. No es letal como la viuda negra, que sólo existe en América, pero su mordedura debe provocar en la víctima bastantes nervios, tan sólo por su fiero y elegante aspecto.
Si tuviera que asociarla a un personaje humano, diría que es la mascota de Darth Vader, oscura pero con un pasado noble, siempre en lucha con la muerte, cercana a ella, las dos caras que cada animal presenta a las oposiciones de la vida.
La ETA ha emitido un decreto por el cual deja de ordenar a sus empleados que hagan uso de los medios violentos para solucionar el conflicto que enfrenta al pueblo trabajador vasco-vasco con el resto de Expaña-Expaña. Ha emitido un decreto, o como han dicho esta mañana en el tele que hay entre los anuncios de préstamos bancarios y cuentas naranjas, ha decretado un alto el fuego permanente.
Sinceramente, no me cabe duda de que todo el mundo es hoy más feliz, menos El Mundo, claro. Y el ABC, y La Razón y etcétera etcétera. Porque es evidente que lo que tiene que hacer ahora la empresa en suspensión de pagos ETA es disolverse, como las burbujitas de los eferelganes que nos tenemos que tomar los que llevamos toda nuestra vida oyendo el runrún de este dolor de cabeza que dura desde los años sesenta del siglo XX.
Y ya para rematar, que se disolviera también la Conferencia Episcopal y entregara las armas, las hostias, los anillos, los báculos; y que se desintegrara Acebes, tampoco estaría mal. Pero no caerá esa breva, porque las malas personas se necesitan entre sí para hacer columpio, y si desaparece el terrorismo etarra, ¿de qué coño iban a hablar esos hombres de Dios?
Viendo en la tele el único programa interesante, la teletienda (aparte de los anuncios, por supuesto), de pronto me ponen a traición una noticia de la Vida Real: Comenta el periodista que "en una plaza de toros de nosedónde, el bicho salta a los tendidos provocando el pánico del respetable". Primera sorpresa, lo de respetable se refería al parecer al público, no al bovino.
El bicho hizo lo que tenía que hacer, intentar escaparse de la carnicería por do fuera menester, habida cuenta que enfrente tenía una cuadrilla de malencarados disfrazados del siglo XVIII y armados con trapos rojos, espadas y banderillas, y sabiendo que aquello pintaba mal, cumplió con su derecho a oponerse de la mejor manera posible. Y si a la gente que paga por ver el espectáculo sanguinoliento le parece mal que se pasen al ajedrez o a la cría de caracoles o a otro deporte así medio pacífico.
Ya lo dijo Hobbes, la obligación del hombre preso es escaparse. Y de la misma forma que decimos que los hombres son animales, los animales son hombres y precisan libertad; eso es así se ponga como se ponga esa mierda que llamamos sociedad del espectáculo.
Ligar en la oficina es cosa complicada para el género masculino, puesto que de todos es sabida la veracidad del dicho clásico donde tengas la olla no metas la polla, y más si los intentos de apareamiento tienen como objetivo la hipergamia, es decir, fuera del matrimonio, alcanzar puestos más elevados en el escalafón laboral echando polvos a los superiores, porque al final siempre acaba saliendo aquella parte más lamentable de los seres humanos, que es el egoísmo, y en vez de preocuparse en el libre disfrute de los placeres genitales y/o amatorios el personal piensa en términos billetescos. Triste pero real.
Por eso la mayoría de los varones (las mujeres supongo que también, pero menos) tienden a buscar el goce cibernético-sexual en las oscuras galerías de internet, amparados en el supuesto anonimato que les da el ordenador. Y lo hacen a lo bestia, sin tomar medidas de precaución. Aunque de vez en cuando uno puede regocijarse viendo como el mangurrino de turno le pide el favor al listillo informático de la empresa porque su máquina ya no funciona como antes, no abre los pedeefes, tarda en cargar los documentos de excel o no se conecta directamente a la red.
Y es cuando el gurú internetero, echándole un vistazo al terminal del oficinista trapecista del alambre descubre entre los archivos del disco duro un par de conexiones al casino o a sitios guarros, diez dialers de engaños pornográficos de pago o veinte descargas de videos de fist-fucking entre animales de distintas razas, amén de la carpeta donde guarda la criatura sus conquistas, y dice en alto: "Aquí lo que hay es mucha foto porno, coño, así esto no tira".
Y el donjuan de las facturas, que en su tiempo libre lleva a sus chiquillos al zoo y a comer hamburguesas, y dos veces al mes se acicala con Varón Dandy para llevar a señora a comer a ese sitio elegante, vestido con ropa de marca, y que tiene puesta encima de la mesa la foto de los abuelos con sus nietos a la salida de misa de doce, se pone colorado como un tomate y, mientras dice para sus adentros 'tierra, trágame', masculla excusas como que eso es imposible, que por la tarde algún hacker sinvergüenza habrá toqueteado el ordenador, que hay que ver, que poca vergüenza, que vaya mierda de tecnología.
Por favor, aceptad la evidencia. Os han pillado. Haced como yo, que antes de quedar en ridículo publico todas las semanas sin falta en el tablón de la oficina las diez páginas eróticas que más visito, y de tan evidente, nadie me hace caso y me dejan tranquilo en mis excursiones por las partes bajas de Uno.
Ya está disponible en vuestros videocluses La isla, una historia de ciencia-infección en la que salen dos chorbos muy guapos e interesantes haciendo de pringaos de una multinacional que se dedica a clonar criaturas a cambio de billetes para que, cuando haya problemas de salud, le saquen a los pringadillos el riñón, el hígado o culesquiera otras partes del cuerpo y se los restauren a sus clientes ricos. ¿Complicada la trama? No, hombre, si hasta un primo mío que se está quitando la ha entendido, joder.
Os la resumo y así os ahorro que tengáis que verla y/o grabarla. La primera media hora no te enteras de nada, más bien parece un anuncio de all-bran fibras reguladoras y choko-flakes, todos los decorados blanquitos e impolutos, que dan ganas de apagar la tele y ponerse a limpiar, por remordimientos mayormente. Resulta que Obi Wan Kenobi, el yonqui de Trainspotting y la rubia potente de La joven de la perla, Ewan McGregor y Scarlett No-se-qué, están encerrados en un centro de alto rendimiento para drogadictos o algo así; están enamorados, pero no lo saben, no son capaces ni de darse un besito, una triste guasa. Es como Un mundo feliz o 1984, pero con zapatillas de deporte y monos de esos entallados que llevan los de las carreras de coches.
Pues pasa que el malo de la peli, que no sé quién coño es, pero da el pego, ha montado una empresa que le cobra a los ricos una pasta por sacarles una persona igual pero sin vicios y con el cuerpecito limpio. Cuando a los clientes les hace falta un órgano, pues de los pringaos que lo sacan.
Pero héte aquí que se escapan del talego con ayuda de uno de los de Reservoir Dogs (el de los dientes feos) y se van por el desierto y llegan a la ciudad y llaman por Messenger y se enteran del asunto y se pillan un rebote, y al final no me entero de quién muere (el malo, me parece), y creo que todos son felices, pero yo antes ya me he ido a la cocina a prepararme una caldereta y cuando vuelvo ya salen las letras y quito el deuvedé y vaya mierda.
Otros destripamientos:
[ Rey Arturo ]
[ Match Point ]
[ Cuando menos te lo esperas ]
[ Closer ]
Las cosas cambian, decíamos anteayer. De toda la vida creía que correr más era signo de buena salud. Qué va, al contrario, cada vez cascan más futbolistas, ciclistas, contorsionistas y resto de artistas de las pelotas y las pastillas. He observado que, contrariamente a la leyenda esa que circula por ahí de que los cuerpos mejor preparados para resistir una carrera maratoniana son los más entrados en años, llega un punto en el que, a medida que se cumplen años, no es demasiado conveniente ir mirando el reloj cuando sales a la calle.
Cuando tienes dieciocho o veinte años sí, corre, cabrón, porque la razón principal de que necesites reafirmarte está en tu poderío físico, pero luego, aaaamigo, luego lo único resistente que acumulas en tu cuerpo serrano es la bilis y la mala leche cuando compruebas la obsesión que tienes por no dejar que la naturaleza haga su trabajo. Que te conviertas en viejo. Que aceptes que ya no estás pa ná.
Por eso cuando era chico me hacían gracia las putadas que un tipo saludable, joven y jovial, deportista y sobrao como el Correcaminos le gastaba al viejo y achacoso Coyote, siempre quemado, vencido y con la lengua fuera. Como decíamos ayer, las cosas cambian.
Ahora es la revés, y creo que lo mejor que podía pasarle al bicho ese de las plumas es que tuviera un accidente, tanto correr. Siéntate ya, tranqulízate y te quedas quieto, hombre, que luego se cree la gente que el Tourmalet se sube comiendo macarrones y los niños se llevan un palo y se meten en la religión o cosas así medio raras. Te compras unos Camper (imitación, of course, que ya no se lleva lo original) en el mercadillo y sigues su consejo anti-Nike y anti-Adidas y anti-La Tórtola: Walk. Don't run. Si al final vas a llegar al mismo sitio.
Postrero dulce de queso
de los Balanchares,
a tu fuente volvemos
cuando la tarde del domingo
va muriendo por exceso
de luz
antes de que la vacación acabe
y volvamos a la salada rutina
lejos de tus sabrosas horas
y por eso
te beso
porque te quiero
y por el queso
Creo que la mejor forma de ligar para aquellas personas que, como yo y sin que esto quiera decir nada, ya somos maduras (pero poco interesantes) y a las que la vida les ha dado suficientes palos sentimentales, es comprarse un perro y sacarlo a hacer caca al parque público, porque entre ellos, los animales de cuatro patas digo, se las apañan perfectamente para celestinear y hacer bien lo que sus dueños no han podido (por unas u otras razones) consumar a lo largo de los años anteriores.
¿Los mejores perros de ligoteo? Los de formato pequeño, claro, que se adaptan a cualquier circunstancia. No me veo yo a la dueña de un rotweiler hablando de cosas interesantes con el amo de un doberman, pero todo puede ser. Una vez vi en una biblioteca a un friki de Star Wars darle el teléfono a una chorba recién salida de los ejercicios espirituales del Opus, y comprobé que Eros, si le acompaña un poquillo Baco, vence siempre.
Yo tengo gato, y hace sus necesidades en una caja de arena, pero todo puede ser. El amor todo lo puede, dijo uno antes de entregarse.
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La necesidad compulsiva de leer blogs, libros de memorias o dietarios personales de otras personas se nutre siempre de lo mismo que alimenta la vanidad y el egoísmo, porque es connatural a las especies animales ir comparándose con sus semejantes de continuo.
Debe ser por ello por lo que la gente suele salir el día 22 de diciembre a decirle a todo el mundo que les ha tocado la lotería, que ya no son pobres, y que hasta aquí hemos llegado con la confianza.
Es por egoísmo también que cuando un diarista deja de contar chismes o soltar palabrotas pierde progresivamente nuestro interés, porque para leer vidas insulsas ya está la de cada uno.
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'Capitulares' se llama la calle del Ayuntamiento. O sea, cabezas. A ver cuando van a nombrar las calles con su más certero sentido, y a la calle de las putas la llaman 'Calle del Amor', y a la de los curas 'Calle del Odio', y a la de la banca 'Calle del Dinero'.
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[NOTA sobre los COMENTARIOS: En la última semana ha sido imposible insertar comentarios en Trapo, por cuestiones de servidores o servidumbres o algo así. Creo que ya se puede, disculpen vds. las molestias]
Pasear por la europea y africana Córdoba, qué gran cosa cuando uno se encuentra que aún existe gente que entiende por comercio lo que antiguamente entendía toda la ciudadanía. Sólo por entrar en esos sitios deberían cobrar entrada. Un tienda de colchones que vende aceitunas o un fontanero que envasa papas fritas o una papelería que vende zapatillas, o una floristería donde se rellenan quinielas, o yo qué se, una taberna con un conejo disecado vestido de árbitro de fútbol.
Y además (gracias, señor) es el único sitio de la tierra donde sigue habiendo carnicerías a las que el dueño rotula como carnecerías, así mismo, sin complejos, no porque el dueño carezca de nociones lingüísticas, sino porque le da la gana que sea así, y al que le moleste que no entre. La grandeza del pequeño comercio.
La cosa es que hace falta mantener ese espíritu de mercaderes de tienda atestada de cualquier cosa que pueda hacer falta para la vida normal, porque con la proliferación de malls, macdonalds, factorys y centros comerciales de diseño, por un lado, y las tiendas de todo a 1 de productos esclavistas de pésima calidad, todo ese mundo se está acabando.
Enlace:
[ Proyecto Cartele , Argentina ]
En marzo de 1935 Pierre Verger entró en España por Port Bou con su bicicleta y su cámara de fotos Rolleiflex, recorrió Cataluña, bajó por la costa mediterránea y se adentró en solitario por Andalucía. Recorrió Almería, Granada, Ronda, Málaga, Córdoba, Sevilla, Arcos y Cádiz, retrató ciudades, edificios, campos y, sobre todo, personas en sus actividades cotidianas o festivas, casi sin proponérselo, mezclándose, hablando y escuchando, intimando con sus habitantes, no forzándoles la pose ni reflejando las cosas que no existen en la vida normal de un pueblo atrasado económicamente pero vivo.
Sus imágenes son las de un etnógrafo y documentalista fascinado por el vivir diario de un sitio cualquiera del mundo. Anteriormente, desde que en 1932, a los treinta años, decidiera abandonar su burguesa vida parisiense y se dedicara a recorrer sin ataduras otros escenarios armado con su bici y su máquina de fotos, Verger había estado en Tahití, Rusia, EEUU, Japón, China, Filipinas y buena parte de Europa. Después descubrió la cultura africana y su permanencia en las comunidades de Cuba o Brasil. Allí, en Salvador de Bahía, se asentó en 1946 durante los siguientes cincuenta años.
La exposición sevillana de esas fotografías muestra un catálogo sorprendente de tipos en su medio natural que se aleja de las típicas miradas de los profesionales del viaje y el estudio. Pierre Verger es más bien un vagabundo con ganas de comprender cómo se las apañan por estos lares en los momentos previos a la guerra civil. Gente trabajando, andando, vendiendo jeringos o flores, viendo corridas de toros o asistiendo a procesiones de semana santa. Una mirada amable, como dicen los textos que acompañan las imágenes.
Enlace:
[ Fundaçao Pierre Verger ]
Cuando estuve tres años en un internado me preguntaron muchas veces si me gustaban las personas de mi mismo sexo, es decir, si era maricón. Les dije que, en principio, no. Es lo peor que uno puede responder cuando no se sabe donde coño está, ni en qué mierda mundo vive, la indiferencia.
Yo soy heterosexual, por desgracia (porque te pierdes el disfrute de la mitad de la humanidad), pero eso no le importa a nadie. A nadie que merezca la pena, porque si te valoran por la tendencia sexual o política o lo que sea, mal vamos. Me importa tres mierdas lo que haga el resto, pero no que me interroguen. Es como si en el probador de unos grandes almacenes tuvieras que aceptar que te están vigilando.
Las mariquitas son unos bichos que se identifican por defecto con la homosexualidad. Las tienes en tu mano y no sabes por qué se les idetifica con esa orientación sexual. Son tranquilas, son pacíficas. Pero si soy heterosexual varón las tengo que rechazar, porque me lo dicen las normas sociales.
A la mierda, son bichos tranquilos, que me importa de qué palo sexual vayan. Despliegan sus alas y me abandonan, como debe ser. Los humanos somos lo peor. Es lo que me dijo una mujer vieja cuando le pregunté sobre la receta de la paella, a voces, dejándolo claro: "Niño, para ser feliz y cocinar, tres ingredientes, libertad, libertad, libertad". Y en esas estoy.
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[Postdata post-Oscars 2006:
Efectivamente, me jugaba el brazo izquierdo a que la Academia de Hollywood NO premiaba la peli Brokeback Mountain, y SÍ la historia de Truman Capote. Mantengo íntegras ambas extremidades superiores, creo que por una simple razón: a los estadounidenses que votan esos premios de cine, tan guais de boquilla, tan progresistas de salón, tan millonarios y tan conservadores de facto, les asustaba la idea de una película triunfante en la que se pongan en duda los valores eternos de la nación americana, a saber, la familia, la heterosexualidad, in God we trust, etc.
Brokeback Mountain es un peligro para la moral, porque trata de los rollos sentimentales entre dos vaqueros casados y con familia, es decir, de la gente normal del medio oeste. Sin embargo no ven mal que un artista como Capote sea gay, porque no supone una amenaza para nadie, es gay en un mundo liberal, un mundo elitista y exquisito de raros e intelectuales. Artistas gays sí, gente normal maricona no, porque mañana puedes ser tú, y si se sobrepremia esta película, pasado mañana las salas de cine estarían vacías de heteros que quieren ver a Spiderman trepando por las paredes, no a su vecino dándole besitos a otro tío que no saben quién es. El morbo lo es todo]
De pronto escucho en una persona mayor una palabra de la que no tenía conocimiento: estafermo. ¿Qué es eso?, le pregunto. "Es un hombre calzonazos, simple, sin alma", o algo así. Lo de calzonazos me suena raro, artificial, como con segundas.
Busco en el diccionario y vienen dos acepciones: la primera, "Muñeco giratorio, con un escudo en la mano izquierda y una correa con bolas o saquillos de arena en la derecha, que, al ser herido en el escudo con una lancilla por jugadores que pasaban corriendo, se volvía y golpeaba con las bolas o con los saquillos al jugador que no pasaba ligero", es bastante curiosa, porque no sabía que esa especie de espantapájaros que ese usan en algunas fiestas de pueblo se llaman así, estafermos, y que son los sucesores de los que servían de objetivo en los entrenamientos de los lances de caballería, hace ya la pila de siglos.
La segunda acepción es la que buscaba: "Persona que está parada y como embobada y sin acción". Inerte pero con vida. Viene del Del italiano sta fermo, está firme, sin moverse.
Eso es lo bonito de salir a la calle sin orejeras, que a poco que escuches puedes aprender cosas nuevas que son a la vez viejas.