Hace 75 años nacieron en un periódico belga los tebeos de Tintin, un reportero de pantalones bombachos que recorre el mundo junto a un perrito hablador que sólo nosotros oímos. Su autor, Hergé, quiso representar en él a un chico conservador pero atrevido, justiciero pero rebelde, un modelo de comportamiento para la clase media europea en los años turbulentos de entreguerras, cuando la revolución y las promesas de justicia social amenazaban el estatus privilegiado de la buena sociedad tradicional.
Desde hace tiempo acusan a Hergé de crear un personaje fascista, asexuado, irreal y absurdo. Yo me he criado y he aprendido a leer con los tebeos de Mortadelo, Rompetechos, 13 Rue del Percebe (vaya copia más descarada la serie esa famosa de Antena 3, Aquí no hay quien viva), Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio (genial este par de dos, la chapuza española en su apogeo), las Hermanas Gilda, Ugh el Troglodita, Anacleto agente secreto, el capitán Trinquete (los tenía todos), Jabato, el Corsario de Hierro, etc, etc.
Mi vida durante muchos años eran esos muñecos dibujados. Cuando descubrí a Lucky Luke, Astérix y Tintin, que venían de fuera, ya había asimilado que los tebeos me enseñarían lo poco o mucho que supiera de mayor. Más o menos así ha sido.
Nunca me paré a pensar, cuando leí las acusaciones de los biógrafos de Hergé, en la ideología subyacente de Tintin. Me da igual, y aunque en parte siento algo de remordimiento por adorar a un filonazi, disfruté mucho de su lectura y de sus dibujos. Me convertí en adicto a sus peripecias. Cada noche, fuera la hora que fuera, tenía que acabarme su aventura. Me fui con él y con Milú al Congo, a América, al Tibet, a Egipto, a la Luna, visité Sildavia, me emborraché con Haddock en su castillo, éscuché a la Castafiore, encontré el tesoro de Rackham el Rojo, fumé opio en China, me reí con los despistes de Tornasol y de Hernández y Fernández. Ya de mayor estuve en el país de los Soviets y me sumergí en el arte alfa. No se si será fascista o nazi o lo que sea, un niño no le da tantas vueltas a las cosas.
[Para descubrir Tintin]
[Artículo de Ignacio Fontes en la revista Leer]
[La Página Definitiva: Dos visiones sobre el periodista belga]