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3 de Octubre de 2006

Gente que se cruza por la calle

Últimamente cada vez leo a más escritores que piensan que la expansión de esto de las NNTT y las TIC, del acceso global a la comunicación mundial y todas esas cosas que terminan en -al, conlleva, paradójicamente, que las personas se metan en sí mismas, como en un agujero, y dejen de relacionarse in person optando por la intimidad de sus casas, abandonar el espacio público y el (supuesto) anonimato de una habitación decorada con lo que cada cual considere su mundo perfecto, que suele no coincidir con el del resto.

Godfrey Reggio: Naqoyqatsi (2002)

Y unos dicen que eso es bueno, que así la gente habla lo que realmente piensa y se desperezan el corazón y, al superar la natural desconfianza y vergüenza humana, no mienten tanto como en las relaciones cara a cara; otros, por el contrario, afirman que su uso individualista conlleva patologías diversas y aislamiento. Todos tienen razón, creo. Pueden servir, como el White Label, las clases de taek-wondo o la asistencia a una conferencia del premio Nobel de Físca, para romper el hielo en un mundo en el que nos han enseñado mucho de cómo se manejan los teléfonos móviles 3G y bastante de cómo comprar billetes de avión para Singapur y realizar el pago de impuestos a distancia, pero nada de cómo debemos comportarnos cuando un desconocido nos pregunta la hora en la calle.

Recuerdo perfectamente la primera vez que me perdí, cuando niño, en una ciudad gigante y asalvajada que no conocía, en medio de unas calles llenas de coches, humo y personas de mala cara. Sin móviles, sin mapas, sin internet, sin nada tecnológico a lo que aferrarme, fuera de las enaguas benditas de mis padres, supongo que algo preocupados.

Tuve que hablar con la gente de la calle, con desconocidos, preguntar, llorar un poco. Tuve que dar mis datos personales. No me ofrecieron caramelos envenenados ni me secuestraron. La gente que pulula por la calle, en general, son animales con buen corazón, y me devolvieron a mi anterior estatus de niño-medio-amaestrado-con-padres, sin más, a cambio de nada.

A pesar de mi aversión al contacto con los seres de dos patas tuve que hablar con alguien, como un humano de los de antes, para comunicarme: me llamo fulano, y estoy más perdido que el copón, señora, apiádese de mí. Y se apiadó, por lo visto. Podía haberme vendido como esclavo en Arabia Saudí, o torturarme con la lectura de las obras completas de Antonio Gala, o matarme allí mismo con un cortauñas y sacarme los órganos principales para venderlos en el mercado negro de transplantes... pero no lo hizo, y conservo mi libertad y mi cuerpo intactos. Cosas que pasan.

Las cosas cambian, depende de cómo te desenvuelvas en directo y de la suerte, aunque seas un hacha en lo de Matrix y las matemáticas. Aunque yo lo hice por obligación, me encerré aquí y jamás volví a hablar en serio con nadie que no fuera de mi familia o que midiera más de uno treinta.

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11 de Septiembre de 2006

Carga el móvil mientras andas

Desde que hice mi primera maquinita tirachinas con un globo y la parte de arriba de una botella de leche me apasiona el avance tecnológico humano. En este caso era un arma, por eso lo dejé. Por eso y por la bronca paterna al comprobar como su uso sobre los perros del vecindario podría acarrear crisis pseudomilitares en la familia. Desde ese fracaso suelo ser bastante escéptico con los inventos y pamplinas de variada técnica que, en general, sólo sirven para complicar aún más el paso por el Valle de Lágrimas. Pero mira tú que me entero en Alt1040 de que en la India una criatura llamada Pankaj Sharmaha ha desarrollado un sistema ortopédico para recargar la batería del telefonillo mientras se camina. No, si yo también me he quedao a cuadros, pero este caso es distinto, en parte por el asunto ecológico, pero más por la parte de la lógica y la razón.

Zapato para habladores

Distinto porque ya era hora de que la especie humana le sacara algún mínimo partido al simple y maravilloso hecho de andar, aunque sea para otra cosa ya inventada, hablar, generalmente con quien deberías callar. Siempre he escuchado a gente defender que lo más simple es mejor que lo complejo, y ahora lo entiendo. Es como la dinamo de la bici que da luz para que puedas seguir pedaleando en la oscuridad. Ni Platón en sus mejores tiempos lo hubiera imaginado mejor. El fin del petróleo le va a dar la razón a este muchacho (el indio, no Platón), porque cuando ya no haya gasolina ni combustible alguno, ni coches siquiera (por aforo completo) nos daremos cuenta de que mover una patita por delante de la otra, y así sucesivamente, tiene beneficios para el bolsillo, aparte de la salud, etc.

Lo mismo digo de la chica inventora de ese material parecido al corcho que se basa en las cáscaras de nueces, una cosa que normalmente acaba en la basura. Y hasta es posible que estos inventores vivan de ello.

Hala, a pensar.

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5 de Septiembre de 2006

La Importancia

Esto de internet debe ser una cosa poco importante, si no, no se entiende cómo una simple comparación de búsqueda en Google (que ya cansa un poco, tanta uniformidad, unanimidad o lo que sea esto) de Mariano José de Larra te traiga 256.000 resultados y de Julián Muñoz, 2.156.000. Dos millones y pico de páginas hablando del pobrecito silenciador, tiene huevos la cosa.

Lo que quiere decir que el susodicho Muñoz es diez veces más importante que Larra en la historia de España.

Ya, por ser malo, sólo aspiro a que el de los millones me alegre el día e imite al literato en su final. Sí, soy cruel, ¿qué pasa?. Por lo menos Larra no se llevó el dinero de los demás en bolsas de basura a su casa, sólo por eso merece el tiro. Cualquier ladrón normal de la administración pública hubiera usado métodos más o menos cool, pero hombre, bolsas de basura...

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18 de Agosto de 2006

Sobre la intimidad de contar cosas propias

En Francia hay un revuelo enorme porque un jugador suplente de su selección futbolera grababa con una cámara lo que pasaba en el vestuario durante el Mundial de Alemania 2006, y ahora ha montado una película y, de paso, una buena polémica a resultas de si debía o no pedir permiso para grabar a sus compañeros.

El jugador, un tal Dhorasoo, defiende su derecho a hacer lo que quiera contando su propia visión de su puesto de trabajo. Se puede obtener más información en esta noticia y también aquí (en francés). Interesante cuestión, y aunque no lo parezca, relacionada con los blogs, el derecho a la intimidad y la libertad de expresión.

El jugador dice: "No necesito pedir autorización, ya que la película habla de mí, no de los demás. Es mi historia, un diario íntimo que publico. Mi cámara fue como mi pluma durante el Mundial". El asunto de los diarios personales vuelve, como ya pasara anteriormente en algunos casos de gente que postea desde su puesto laboral, a poner en discusión si airear conversaciones o imágenes forma parte de lo público o lo privado, o de una mezcla de ambas, que por ahora no tiene nombre.

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Personas que ya sólo existen en la agenda

Me acaba de ocurrir una cosa un poco rara. Como mi hasta ahora viejo e irreductible telefonillo ya estaba más pallá que pacá, no me dejaba recibir llamadas (tampoco me llama nadie, pero bueno) y hacía tonterías variadas, he decidido cambiarlo por uno más modernito, de los de pantalla a color, adarga antigua y lanza en astillero. Trae un manual de instrucciones tan gordo que cuando termine de estudiarlo ya no existirán ni los móviles ni (probablemente) la humanidad. Viene con una serie de pamplinas, jueguecitos y colorines que no utilizaré jamás, de eso no hay duda: yo sólo le exijo que me deje hablar de vez en cuando.

La gente se va muriendo

Iniciando el trámite de pasar los números de teléfono que tenía la agenda del antiguo al nuevo, observo que llego al de una persona querida que ya ha muerto, y me quedo quieto dos, tres minutos, el tiempo de recordar. No sólo tenía el de su casa sino también el móvil. Y me he dado cuenta de que ya sólo existe el número, no la persona. No sé si su teléfono estará activo, si contestará algún familiar o alguien extraño. No me atrevo a probar, por respeto a su memoria.

...

Es una situación triste. He decidido pasar sus números a la nueva agenda, de esa forma podré recordar su figura, su risa y su conversación cuando, a veces, busque a otras personas, otros números, que sí estarán, pero que nunca serán como éste.

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17 de Noviembre de 2005

Cuándo necesitas un ordenador nuevo

Fui a que me cambiaran algunas piezas del ordenador a la tienda, pues al parecer mi placa ya no admitía más memoria, pero resulta que el médico tecnológico me recetó un ordenador nuevo, ya que mi procesador era ya caduco y el ventilador hacía mucho ruido y la tarjeta gráfica era de la época de antes de Nuestro Señor Jesucristo...

-Amén
-Bueno, siempre tienes la posibildad de escribir a lápiz y hacer fotocopias. Piensa que un ordenador ya es viejo en el momento en el que sale de la tienda.

Que viene el futuroooo

Entonces pensé, durante varios días, una Ley Universal de la Imbecilidad Informática que sirviera para todas las personas, sobre todo aquellas que en estas cosas están cogidas por los huevos. Consiste en que cuando te digan que tu ordenador ya no sirve pregúntate si no te sería más rentable cambiar de vida, no sé, meterte a misionero o echarte a la bebida o pasear perros de personas ricas y ocupadas.

Serás mucho más autosuficiente, te preocuparás de que no se pasen los macarrones, de bajar la basura, de cambiarle el agua al periquito. He visto la luz, oh señor. El futuro de las personas que aspiran a una vejez tranquila pasa por mandar a tomar por culo estas mierdas tecnológicas que se autodestruyen cada dos años y te obligan a pagar el impuesto revolucionario de la actualidad.

Mi padre, por ejemplo, lleva siglos sin ordenador y ahí está, escribiendo a boli tan feliz.

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