"Lo principal en situaciones de riesgo es no perder la calma", me dijeron.
Me arriesgué. Y mi perra Calma aprovechó la coyuntura y se perdió entre el paisaje nublado. A lo peor ni vuelve.
Todavía me pregunto por qué lo hizo.
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Llaman a la puerta y dudo entre abrir o no. Será el temor a lo desconocido, según decía el catequista contorsionista, pero luego, en la oscuridad, pienso que quien tiene el verdadero dilema no soy yo sino la propia puerta, que no tiene culpa de nada.
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Muchas veces creo que los habitantes del pueblo de Pilsen beben cerveza tipo pilsen para ahorrarse tener que explicar qué tipo de cerveza quieren beber.
Es el único pueblo del mundo donde todavía hay gente que tiene vergüenza, y lo lleva con dignidad.
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La palabra más corta del mundo siempre cargará con la duda de qué hubiera sido de ella de haber sido más larga. Probablemente nunca lo sabremos, y es por eso por lo que desconocemos incluso cual es.
Esta otra veleta de la misma calle de Cabra que la anterior es un pez.
No pasaría nada si no fuera porque el pez lleva la boca abierta, que es lo que hacen los peces cuando no pueden respirar y van a morir. En este caso, teniendo en cuenta que es de hierro, que está en un tejado y que no hay agua a la vista, casi que es lo mejor que le podía suceder.
Bendita veleta marina con la boca abierta, siempre luchando contra cosas que no le gustan, el viento, el mar vacío sin agua.
Hay en Cabra, junto al parque de la Fuente del Río y el Auditorio, una calle entera dedicada a diferentes tipos de veleta. Ésta concretamente es un barquito de vela que pasea su tristeza entre el mar seco de los olivos.
Cuando se mueve dan ganas de montarse en ella y viajar por el cielo, como Peter Pan, pero no se puede.
Porque, como pasaba en todos los cuentos, es un cuento.
Igual que el mundo se puede dividir perfectamente entre las personas que mueven la cucharilla del café de derecha a izquierda o viceversa, también podemos distinguir dos grandes grupos humanos: quienes planchan y doblan sus camisas o camisetas, y quienes no. Yo pertenezco a los que, queriendo tenerlas siempre planchadas y dobladas, siempre las tengo arrugadas.
¿Quiere decir esto algo? Probablemente sí, quiere decir que quiero y no puedo, quiere decir que soy un descontrol, quiere decir que no me aclaro. Quiere decir que Freud y la escuela de Viena se pueden ir a tomar mucho por culo.
Ya estoy un poco harto de categorías y de etiquetas. Quiere decir que tienes algo que decir pero, por mucho que lo intentas y por muchos manuales de inteligencia emocional o de cocina que te leas, siempre acabas en el caos. ¿Cambias con los años? Sí, por supuesto, doctor, cambio a peor.
Cambia mi careto con respecto al que sale en la foto de mis compañeros de la escuela. Cambia mi carácter comparándolo con ese que reía siempre y hacía chistes de todo y en todo lugar. Cambia la ciudad y los bares y los taberneros y los amigos que bebían alegremente y las canciones que se escuchaban y los padres de quienes te apreciaban antiguamente y los bolsillos de todos también, a peor o a mejor, pero cambian. Cambian las personas, lo normal.
Cambia la camisa que llevaba puesta cuando me conocí, y que no encuentro ahora, que tanta falta me hace.
¿Eres capaz de valerte por tí mismo?
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Quien haya tardado más de X segundos en responder... siempre tiene otras cosas a las que dedicarse.
Aunque este año no he podido ir, prometo so-lem-ne-men-te que el año próximo estaré allí, donde se pude apreciar perfectamente lo que Uno es, sin más.
Muchas personas odian el desierto. No sé por qué tiene que ser incompatible la vida con esta visión interior, pero tampoco voy a hacer mucho por averiguarlo. Me parece que no hace falta más que escuchar y ver para apreciar el bien más sencillo y menos valorado que tenemos los humanos.
Mira y escucha, parece que no, pero hay cosas: eres tú.
El número 13 siempre ha tenido mala espina: martes y 13, viernes 13, los doce mandamientos bíblicos, que iban a ser catorce pero al final dice: Los doce se resumen en dos, bla, bla..., los doce apóstoles + Chus el Jipi en la última cena (sumen, sumen), las doce horas en las que dividimos el día, los 12+1 campeonatos del mundo de Ángel Nieto, los futbolistas que no se ponen el dichoso numerito en el dorsal y se lo encasquetan al portero reserva. El trece es un número maldito, de eso no hay duda, pero nadie se atreve a decir por qué.
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En un pueblo de la Alta Saboya el alcalde decide sancionar con impuestos graves a "aquellos conciudadanos que, no teniendo otra cosa mejor que hacer, gastan tiempo, fuerzas y dinero en visitar casas donde habitan señoritas de dudosa reputación".
Los vecinos aludidos han protestado enérgicamente, no tanto por el importe de la multa como por la inclusión de sus nombres mezclados con las palabras dudosa y reputación en el texto acusatorio, y tienen toda la razón, porque ellos son puteros, sin -re y sin que nadie lo dude.
-Y a mucha honra -dice el otro.
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La demostración de que la mayor parte del mundo vive en la inopia, felices y adormecidas las masas (ni con la heroína los de Bayer lo hicieron mejor), es que absolutamente todos llevan ropita de colorines con anuncios y marcas prestigiosas por los que pagan. Las camisetitas con el gigantesco logo de Nike, Adidas o lo que sea en el pecho y en el sobaco no sólo no las regalan, sino que encima a los que se las ponen les cuestan una pasta, felices y contentos todos, consumidores y consumidos, empresarios y empresariados, en la lucha final.
Acongojado por lo que parece un cambio radical en la autopercepción que los granujas tienen de sí mismos, observo que este anuncio de Caja Madrid dice, sin problema alguno, que El dinero nos hace libres. Cierto. Nunca ha sido incompatible ser un sirvergüenza con tener toda la razón. Lo mismo o algo parecido escribían los nazis en la puerta de los campos de exterminio: arbeit macht frei, el trabajo os hará libres. En este caso, además de una utilización asquerosa del sentido de la libertad, es que era mentira. Qué se iba a esperar de Goebbels y Cía, esa gente que tanto amaba el espectáculo y la propaganda.
Puta libertad, pues, en manos de otro que tiene el poder de quitártela.
Observemos algunas frases del anuncio:
En la versión para las revistas de colorines dominicales pone también: "Bienvenido al lado bueno del dinero. A un mundo donde sólo hace falta querer para poder". Si existe un lado bueno del dinero es que también hay un lado malo, el lado oscuro de la fuerza debe ser. A medio camino entre Matrix y La Guerra de las Galaxias, se nos da la oportunidad de salir del mundo real, el mundo triste de los mangurrinos, la tortilla playera y el furbol. El mundo de los desgraciados muertos de hambre que no saben que sólo tienen que dar un paso, crucial e inteligente, hacerse clientes de este banco, pedid y os será concedido. Como en el Nuevo Testamento. Como en Bienvenido Mister Marshall. Como en el sorteo de Navidad. Como siempre.
Y no hay más que hablar. Sólo le añadiría un pequeño detalle final a toda esa parrafada sobre las virtudes del vil metal. Les ha faltado un hombre señalando al otro lado de la pantalla diciendo: Somos un banco ¿Qué quieres?
Entonces sí que sería el anuncio perfecto.
Notas relacionadas:
[ Niños y bancos (I) ]
[ Revolución a 40 años de plazo ]
[ Los bancos son los ríos, que van a parar al mar ]
Si ya de por sí le tenía bastante tirria a esas cosas disfrazadas de alimento llamadas patatas Pringles y a su misteriosa democracia donde dentro de un bote todas son iguales, ahora me entero que sacan las papas personalizadas con mensajes impresos individuales en cada una. Chistes, anuncios, hasta un trivial musical. No es broma, aunque lo parezca. Ya no tienes que mirar la etiqueta, por si sospechabas que estabas comiendo mierda: no es mierda, es tinta lo que metes en tu barriguita.
Las campañas de marketing, cuando cogen el toro tecnológico por los cuernos, consiguen superarse día a día en probar la capacidad del ser humano de doblar cada cierto tiempo su coeficiente de imbecilidad. No sé que puede ser lo próximo para que nos sorprendan, ¿una rata escondida en una bolsa de palomitas? ¿gasolina diluida en un café de Starbucks? ¿un niño chorreando sangre dentro de un DVD de il Divo?
Sorpréndanme, por favor, lo necesito.
Notas relacionadas:
[ Grandes misterios de la humanidad (1): Las papas Pringles en Trapo ]
"Aaaah, Suiza". Robertico Superbroncas se queda pensando en ese país montañoso del centro de Europa, mientras saborea su dyc con pepsi. "Es que está en-el-pu-to-cen-tro, mira, mira", y me enseña al día siguiente un atlas más de miniatura que de bolsillo, con los picos de las portadas deshechos por babas infantiles o cosas peores. Y se pone a discutir con el personal, que si a ver quién coño es suizo y famoso, que si Suiza es una mierda, que si son una mezcla de lo peor de alemanes, franceses e italianos, que si allí solo hay vacas y prados, que si son unos neutrales cagaos...
-Hombre, Rober, ya han dado pasos para integrarse en el mundo. En la UE no quieren estar pero tienen la renta per cápita más alta del mundo.
-Y una mierda, ni siquiera están en la ONU.
-Sí, ahora sí que están.
-¿qué-ta-pues-tas que no?
Oooh, palabra tabú, silencio absoluto en el bar: qué te apuestas.
-Mira, no empecemos que luego no pagas.
-¡Que qué te apuestas, he dicho! ¡Lo que quieras!
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(breve pausa, nervios en la sala)
-Suiza, (Robertico ahora lo sabe, nunca te acostarás, etc) pertenece a la ONU desde el año 2002. Lo pone aquí. A ver, Eugenio, dame tres bifiters con cocacola y apúntaselos a este listo.
Y luego, por supuesto, está el origen de estas discusiones, que todo es porque la Confederación Helvética es uno de los equipos que podría enfrentarse a España en octavos de final de la Copa del Mundo de furbol. Y otra vez nuestro héroe: que es que son una mierda de país, no son nadie, etc.
-¿Y Nestlé? ¿No es nadie Nestlé?
-Ese chocolate es asqueroso, da cagaleras.
-¿Y los relojes?
-Bah, se rompen con mirarlos, ya todo lo hacen los chinos.
-¿Y el queso Gruyère?
-Bffff... qué chorrada, compras un queso y cuando lo abres ves que está lleno de agujeros.
¿Y los bancos suizos?
-Mentirosos, granujas y vendidos.
-¿Y la Guardia Suiza del Vaticano?
-Maricones del culo todos, que yo lo sé.
-¿Y los Alpes?
-Mucha gente muerta ahí.
-¿Y las vacas?
-Locas, y la leche, mala.
-¿Y la navaja suiza?
...
Robertico se queda mirando al techo.
-Hombre, pues sí, ese invento no está mal. Y si tiene luz mejor.
Y así sobrellevamos la vida, paquí pallá, paquí pallá con las pequeñas e ilusionantes vicisitudes del saber humano, que como los mocos, siempre se esconde donde menos te lo esperas.
Enlace:
[ Suiza en Wikipedia ]
Si los encuentros pseudo-deportivos o medio militares en los que los equipos no se juegan nada se llaman amistosos, entonces aquellos partidos en los que se juegan algo, el Mundial, la Liga, la Copa de Europa o lo que sea, serán, por deducción, conflictivos, bélicos, violentos.
Son ocasiones en las que utilizamos la lengua con un sentido pleno de significado, sin darnos cuenta. Es por eso por lo que cuando veo que en un partido amistoso entre, pongamos Inglaterra y Alemania, expulsan a siete jugadores por patadas y broncas, y sacan tarjeta amarilla hasta al masajista, lo que me produce es un deseo irrefrenable de saber cómo sería ese encuentro no-amistoso, contar el número de bajas, los heridos, los detenidos, el orgullo patriótico con que los aficionados, esa noche, tras beberse un colacao y con siete puntos de sutura en la cabeza, se irán a la cama diciéndose a sí mismos: "Ya os cogeremos la próxima vez".
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En el caso de que la fortuna depare un partido decisivo durante el Mundial de Fútbol que enfrente a las selecciones de Irán y EEUU, por favor, que no me llame nadie ni vaya a visitarme a mi casa, porque estaré poniéndole dos velitas a los dioses para que los dos belicosos presidentes y sus correspondientes ministros, asesores, ayatolás y resto de chupatintas asistan al campo y se lien a garrotazos entre ellos, a ver si se anima este aburrido principio de siglo, ¡hombre ya!
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Cuando antes de la ley anti-tabaco alguien en un quiosco pedía un paquete de Fortuna, en realidad lo que estaba haciendo es solicitar boletos para el sorteo del Juicio Final, justo el mismo donde podías pedir sólo paquetes de Sombra. El destino empaquetado en veinte unidades, no vayas a abusar de tu suerte. Qué fuerte (como se dice ahora) el significado de algunas frases:
-Déme vd. un paquete de fortuna.
-Pequeño o grande?.
-Extra-grande, que hoy llevo un día de perros.
Eso era antes, ahora estos paquetes sólo se pueden pedir en estancos o en los puestos de lotería, la vida es que es una pena.
Tuve un sueño: Después de que durante muchas horas, días, meses enteros, en un sitio donde sólo había un cielo donde las nubes rojas corrían mucho y la cabeza se me llenara de gritos, ruido y pájaros negros, observo como en medio de un valle, en medio de un estruendoso silencio, un samurai, vestido con su casco, su coraza y sus espadas, mira al horizonte.
Me acerco y le pregunto que qué hace.
-Luchar.
-¿Luchar contra qué?, aquí no hay nadie.
-Lucho contra mí mismo. Escucho a mi corazón, pero me dice que no puede hacer nada.
Al cabo unas cuantas horas, y habiendo comprobado que no puede hacer nada, que todo está ya perdido, deja las espadas en el suelo, el casco y los hierros, y se marcha, derrotado.
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Una vez me dijeron: "Cuando más quieras cerrarte, ábrete. Es la única forma". Luego busqué en diccionarios, enciclopedias y bibliotecas. Recorrí cuatro continentes y volví descalzo, porque nada ponía de esto en ningún sitio.
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Me pregunta mi sobrina que dónde está el pez que estaba aquí la semana pasada. Y yo, muy listo, le respondo que se ha ido porque se lo ha llevado la corriente. Y me vuelve a preguntar:
-¿Por qué?
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Escuchando Almost Martyrs en la banda sonora de 'The Life of David Gale', de Alex y Jake Parker, me viene al pensamiento la cantidad de sufrimiento que ha sido capaz de generar el ser humano a lo largo de la Historia. Si se pudiera medir, los pesares y tristezas ocupan mucho más que espacio que la alegría y la grandeza. Y eso es algo que curiosamente se identifica con la vida, porque si nos encontramos un sentimiento que se repite una y otra vez, una y otra vez, a través del tiempo, las clases sociales, las diferentes culturas, ese es el dolor, la capacidad de hacer que las demás personas o animales que nos rodean sufran, una y otra vez, una y otra vez...