Un futbolista puede ser seguido, admirado, elogiado, insultado, envidiado y, cuando pase su efímera época de fama, arrojado al pozo de la pequeña historia de su equipo. George Best me interesa mucho más como icono del auge y caída de una etapa revolucionaria y bella que como futbolista de éxito.
Se convirtió en 1968, con 22 años, en el mejor jugador de Europa, ganó ligas y copas continentales con el Manchester United, dejó atónitos a los aficionados durante cuatro o cinco años con su talento y su poderío, dentro de su frágil cuerpo. Se dejó barbas jipis y se sacó la camiseta por fuera, era guapo, alegre, inteligente, prototipo de ídolo de una masa que poco antes se desperazaba de la larga noche de la posguerra.
Al morir el Che Guevara mucha gente lo consideró imagen perfecta de la revolución y del cambio de las costumbres que empezaba (y terminaba, casi) en los años 1968-1971, pasó a ser un poster en las habitaciones de los adolescentes ingleses, pero el triunfo en ocasiones puede atragantarse. Gastó una fortuna en juergas y en destrozar su imagen idílica. Yo no lo ví jugar, pero he oído fantásticos relatos de sus jugadas, y de su calamitosa vida posterior, cuando dejó voluntariamente de pertenecer al olimpo para ser, simplemente, una persona libre que sólo quería hacer lo que le diera la gana en cualquier momento.
Como el fútbol es un espectáculo de masas muy elegante, el día del partido del siglo de este mes, es decir, el Madrid-Ronaldinho del 0-3, me fui al cine a ver una peli sin agobios de palomitas y telefonillos. Elegí la última de Woody Allen, 'Match Point'. El más joven en la sala era yo, que ya peino canas en las partes pudendas, así que perfecto.
Y yo que creía que iba a ver una de risa, así intelectual woodyallenesca, con su poquito de mala leche y sus palos a psiquiatras neoyorquinos, humoristas judíos y escritores progres. Que va, una peli seria en toda regla. Lo más cachondo que vi fue que mi vecino de dos filas patrás no podía abrir la lata de cocacola y blasfemaba en un idioma desconocido. Moraleja: cualquier día es bueno para aprender maneras sociales.
La película (no sé como me las apaño, últimamente sólo veo dramas de potentados, espero que sea una señal) va de problemas sentimentales de ricos. Un pobre profesor irlandés de ping-pong o golf o algo así de endiñarle a la pelota chiquitilla, criatura valiente y con aspiraciones, se las ingenia para colarse en la vida londinense de una familia de posibles y casarse con la hija soltera y colocarse de jefe en una empresa del padre, pero, amigo que mala suerte, mira tú que su futura cuñada es, aunque pobre, Scarlett Johansson, que está como el lomo y se lía con ella, la deja preñada, y duda entre irse con ella a una vida proletaria y mantener su feliz estatus billetesco. Shakespeare ya lo había inventado unos siglos antes, payo.
Claro, mata a la pobre embarazada y se acabó, y luego se come el coco, porque la policía es tonta y no lo pilla. Cómo coño va a enterarse de nada, si el investigador principal es uno de los colgaos de 'Trainspotting'. Woody Allen, haciendo una versión beautiful de la historia de 'Crimen y Castigo' del gran Dostoievski, nos dice que la penitencia peor es el remordimiento de conciencia por ser un hijo de la gran puta, y que dicha angustia le va a acompañar hasta entregar la cuchara, que el dinero no asegura la felicidad y que los humanos somos unos bichos más malos que el copón, mentirosos y trepas a más no poder.
Y la suerte, el elemento crucial de la historia, que el protagonista es un tío al que los dioses le sonríen por su cara bonita, aunque debe ser un actor de estos nuevecillos porque no me suena de nada.
En Xátiva, en el museo municipal de l'Almodí, había un cuadro del rey español Felipe V. Esta criatura, en su lucha contra las revueltas levantinas, decidió pegarle fuego a esa preciosa ciudad valenciana. Desde entonces a los setabenses se les conoce como socarrats, que para quien no lo sepa es el punto anterior a lo quemado. El arroz socarrat es lo mejor de la paella. El grano no está quemado por dentro, sólo por fuera, y mi madre siempre nos enseñó que es lo primero que hay que comprobar para que nuestra paella salga como debe.
Los vecinos decidieron hace unos cuantos años colgar el retrato de este Borbón infame al revés, por cabrón. Resulta bastante curioso comprobar que queda mucho mejor este hombre así, con la cabeza boca abajo y sus ridículas patillas borbónicas y pirómanas mirando al techo. Unos cuantos dirigentes más se merecían estre castigo, desde luego. Se podía haber dedicado a incendiar su casa en vez de las de los demás.
Vuelve el gran Superdrunk a las andadas. Como ahora parece que le han dado un trabajo por el que tiene que levantarse a las cinco o las seis de la mañana, resulta que todos los vecinos tenemos que despertarnos también a esa hora, y para ello se encarga de recordárnoslo cambiando de sitio todo el mobiliario pesado de la casa.
-Hola, soy el vecino de abajo y quería decirle que...
-No me diga nada, ya lo sé: vd. tampoco puede dormir.
-Eeee... sí, porque...
-¡Ay, yo también sueño con poder dormir un día tranquilo, hasta que me dé la gana, pero el pérfido e injusto capitalismo explotador me obliga a madrugar para dar de comer a mis hijos, que los pobres no ven a su padre...
---
Moraleja: Si tu vecino te despierta de noche moviedo muebles, piénsatelo bien antes de pegarle una paliza, aunque sea por su bien, pues con toda seguridad es un vendedor de seguros, ex-marxista, ex-seminarista o una mezcla de las tres, y quizá sea más práctico frustrarte un poco no ejecutando venganza que volverte a tu casa con la cabeza como un balón de Nivea. Cuidado.
Un señor bajito, con bigote hitleriano y panza botijera, voz más bien de acusica y aspecto menos marcial que ridículo, guerrero por profesión y político salvapatrias por vocación, estaba un día de maniobras en las tierras de Marruecos y entonces le pegaron desde lejos un tiro que no le alcanzó por poco, y fue en ese preciso momento cuando vio la luz. Este hombre se convertiría años después en uno de los jefes de un golpe militar contra la democracia y, tras deshacerse por accidente de sus colegas Sanjurjo y Mola en plena guerra, pasó a convertirse en jefe de estado durante los siguientes cuarenta años, hasta su fallecimiento por enfermedad en noviembre de 1975, cuando entregó su alma a Dios.
Amén.
Recuerdo cuando era niño el nerviosismo en mi familia ante un televisor en blanco y negro donde un hombre con bigotillo y aspecto de vendedor de seguros funerarios decía llorando: Españoles: Franco... ha muerto; recuerdo largas colas de súbditos desolados desfilando delante de su cadáver momificado; recuerdo portadas de periódicos con su rostro y su nombre en letras hasta entonces nunca vistas de tan grandes; recuerdo más miedo que silencio en la calle; recuerdo minutos de rezos por su alma en el patio del colegio con cientos de niños formados en escuadra ante una bandera con un pollo negro en medio; recuerdo chistes contados por lo bajini; recuerdo a una viuda enlutada llena de collares; recuerdo personas que se preguntaban qué iba a ser de nosotros, ahora, sin nuestro guía.
Recuerdo discusiones en casas donde alguien defendía su obra pantanosa e inmobiliaria frente a otro que le llamaba criminal; recuerdo viejos echando pestes de las elecciones y jóvenes melenudos preguntándose cómo era posible que Ese Hombre hubiera muerto en la cama, y recuerdo también que no entendía dichas cuestiones porque yo no sabía que hubiera otra forma de morir más que por enfermedad; recuerdo curas que salían en procesión debajo de una manta atada a seis palos; recuerdo que creía que ponerle sellos a las cartas con su careto era el siginificado de franquear; recuerdo que me hice un chichón enorme al tropezar subiendo las escaleras y que mi madre me puso una moneda grande (y libre, supongo) con su perfil.
Recuerdo que los españoles se enorgullecían ante los telediarios al escuchar que los franceses cobraban en francos; recuerdo a Franco Baresi jugando en la defensa del Milán; recuerdo gente que se gastaba el dinero que no tenían en máquinas tragaperras de Recreativos Franco; recuerdo una tienda de electricidad que tenía un cartel que rezaba: 'Iluminaciones Franco'; recuerdo a un hombre que se llamaba Blas y que decía: ¡Ya basta de Europa! ¡Ya basta de rock! en los mítines; recuerdo un guardia civil con una pistola gritando ¡Todo el mundo al suelo! delante de unos diputados agachados; recuerdo coches que pitaban por la calle con banderas rojas; recuerdo a un señor, también bajito y con bigote, fumando puros y poniendo los pies en la mesa de otro señor muy importante que hablaba en inglés, menos bajo y afeitado.
Recuerdo que los niños ahora no tienen ni puñetera idea de quién fue ese personaje, y recuerdo también que no sé si eso está bien o mal; recuerdo que me estoy haciendo viejo.
Moraleja: No juegues con pistolas, pues las almas las caga el diablo.
Notas relacionadas:
[ Por qué estoy invitado a la Boda del Siglo ]
Fui a que me cambiaran algunas piezas del ordenador a la tienda, pues al parecer mi placa ya no admitía más memoria, pero resulta que el médico tecnológico me recetó un ordenador nuevo, ya que mi procesador era ya caduco y el ventilador hacía mucho ruido y la tarjeta gráfica era de la época de antes de Nuestro Señor Jesucristo...
-Amén
-Bueno, siempre tienes la posibildad de escribir a lápiz y hacer fotocopias. Piensa que un ordenador ya es viejo en el momento en el que sale de la tienda.
Entonces pensé, durante varios días, una Ley Universal de la Imbecilidad Informática que sirviera para todas las personas, sobre todo aquellas que en estas cosas están cogidas por los huevos. Consiste en que cuando te digan que tu ordenador ya no sirve pregúntate si no te sería más rentable cambiar de vida, no sé, meterte a misionero o echarte a la bebida o pasear perros de personas ricas y ocupadas.
Serás mucho más autosuficiente, te preocuparás de que no se pasen los macarrones, de bajar la basura, de cambiarle el agua al periquito. He visto la luz, oh señor. El futuro de las personas que aspiran a una vejez tranquila pasa por mandar a tomar por culo estas mierdas tecnológicas que se autodestruyen cada dos años y te obligan a pagar el impuesto revolucionario de la actualidad.
Mi padre, por ejemplo, lleva siglos sin ordenador y ahí está, escribiendo a boli tan feliz.
Si tuviera que hacer una lista de profesiones que jamás ejercería, jamás de los jamases, bajo ninguna circunstancia, aunque me estuviera muriendo de hambre y de sed, aunque me dieran tantos millones como para alicatar un salón de bodas, aunque me jurasen o prometiesen una vida eterna llena de los vicios más lujuriosos y menos confesables, aunque me gratificaran con dos camiones de cestas de navidad hasta arriba de champán, ostras y señoritas en paños menores, aunque me ofrecieran tirar el último penalti de la final del mundial, aunque me torturaran con los discursos completos de los políticos españoles de los últimos treinta y cinco años traducidos por abajo al lenguaje de sordos, aunque me amenazaran con cortarme partes blandas del cuerpo con una cuchara de postre, ni aun así consentiría yo trabajar de:
hay alguna más por ahí, pero seguro que es un poco mejor que éstas, y en ciertos casos, aceptaría, como por ejemplo analista de mercado de empresa distribuidora de wáteres de bares, o payaso de fiesta en McDonalds, eso aún podría tener un pase.
Los que poseemos una letra manuscrita poco agraciada hemos tenido que soportar, unos más que otros, inacabables sesiones de caligrafía y reeducación de la escritura, según creo llaman ahora. Tardes enteras de pie, dibujando una vez y otra y otra letra 'script' de esa que pone la gente en las tarjetas de las bodas que les pagan los padres. "Don Fulano y Doña Mengana, etc. tienen el gusto de participarles el enlace de sus hijos..." Creo que por eso no me he casado, para que ningún ex-amigo se pudiera reir luego de un tarjetón de multa-boda diseñado por la abuela de Camila Parker Bouls.
Y encima esos cuadernos Rubio, con ese papel verde lija, que te rozabas y te hacías sangre, te decían hasta cómo había que coger el lápiz: BIEN y MAL. Y por supuesto, uno se miraba la mano y era REQUETEMAL, claro. ¿Pero quién coño agarra el lápiz con la mano extendida, hombre? Arrrgg, como me entere de quién es ese Rubio de mis pesadillas caligráficas lo tiño.
Y esos padres de mis amigos que amablemente iban a recogerlos, qué graciosos, luego me enteré de que tuvieron hijos sólo por verle el culo a las otras madres jovencillas a la salida de la escuela... Ahora tampoco soy libre, pero escribo cómo me da la gana.
En todos los sitios el fin de semana es igual: observo filas enteras de reyes-magos adolescentes (y mayores) que, cargaditos de etílicos regalos, se dirigen al portal del botellón. "Pero si hemos quedado a las dos, y es ya la una y media, vístete de una vez", oigo decir a una muchacha que enseña casi más las bragas que las piernas, y que parece recién salida del casting de Operación Fracaso Esc Operación Triunfo. Así que la gente está en su casa en pijama hasta las dos de la mañana se duchan, se visten, se pintorrean, y a la calle a pasear la carne y el pescao, a beber negritas con coca-cola.
Me recuerda esa fantasía que yo tenía hace unos años, que me acostaba temprano y ponía el despertador a las seis de la madrugada, desayunaba molletes y colacao, y después salía perfectamente afeitado y maqueado a una discoteca a ver si podía ligarme a alguien con la línea de flotación ya bastante baja, porque de algo tiene que servir la formación humanística que uno acumula, para saber que en el país de los ciegos el tuerto es el rey.
Moraleja: Si no te alimentas adecuadamente, te acuestas con lo mejor y te levantas con lo que te mereces.
Son muy grandes, sin duda. Y hacen ruido. Y asustan también a los niños que cuando pasan cerca de esas líneas blancas del horizonte ponen la mirada allí a lo lejos, y a través de la ventanilla del coche piensan que menos mal que no están cerca, porque si lo estuvieran nos tragarían a todos de un bocado. "Esto no puede ser obra humana", piensa.
-Son gigantes.
-Si. Y dan miedo, igual que al caballero andante.
Pasando por los campos castellanos veo más molinos, los mismos que funcionaban hace quinientos años. Don Quijote creyó que eran gigantes que agitaban violentamente sus brazos. Desafiantes en su inmensidad, poderosos, sabedores de su fuerza.
Gigantes eran y gigantes son, pardiez. Por eso intentó derribarlos, porque eran sobre todo chulos. Y la fanfarronería debe castigarse. Aunque siempre se pierda la batalla.
Jacobo Siruela siempre me ha llamado la atención porque, sin renegar de esa semirealeza española que es la Casa de Alba, es medio jipi, culto, le gusta leer, trabaja, y trabaja en una cosa que requiere esfuerzo: editar libros, antes en Siruela, ahora en Atalanta. Le gusta dedicarse a la cultura, y no teniendo problemas monetarios, tiene pintas de ser bastante feliz. Él mismo decía en una entrevista que era el primer Alba que curraba en los últimos 500 años. Es una rara avis en ese mundo de señorío y buena educación, o por lo menos así era de unos años hasta aquí, cuando es más fácil encontrarse en las páginas de sociedad al primo de un vecino de un donnadie que a alguien medio importante o que haya hecho algo destacable.
Hasta no hace mucho se utilizaba la palabra jet para referirse a la nobleza (o la bajeza, según se mire) y al glorioso mundo de las finanzas, mercaderes, prestamistas, puterío de lujo, en fin, las cosas que siempre hemos deseado los innobles. La palabra desapareció, al tiempo que dejaba de correr la cocaína y el Möet en casa de los duques de Feria, en Marbella, Sotogrande y en otros sitios así de gente bien.
Yo no descarto pedirle a la Real Academia que el término jet vuelva a incluirse en el diccionario. Y que me den un ducado por esta defensa apasionada.
PD: Con un fortuna también me apaño.