Da igual que estemos o no de acuerdo, porque en el fondo todo da lo mismo: hoy nos preocupamos de lo absurdo, nos enfadamos por lo nimio, y mañana estaremos todos envueltos en tierra y cenizas, unas personas nos recordarán con afecto, otras con rencor, y después vendrán a ocupar este suelo que pisamos quienes ni siquieran nos recuerden, y entonces punto final.
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Las mudanzas son un puto rollo. Llevo ya unas cuantas, una vez conté 20 casas en las que había vivido en los últimos 20 años. Muchas casas, muchos cambios de aperos. Limpiar, dar de baja el teléfono y la luz, pagar lo que se debe, catalogar los bienes, tirar a la basura media vida, bajar lo que sirve al coche, bajar lo que no sirve al contenedor, llorar lo perdido, limpiar la casa, entregar las llaves al dueño, aparcar el coche en la nueva cueva, descargar las cosas, empezar de nuevo otra vez.
Se deja uno la vida en estas cosas.
Dice el diccionario de la RAE de la justicia que es "una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece". Las otras son la fortaleza, la templanza y la prudencia. Platón dice que estas virtudes son sabiduría, valor, autocontrol y de nuevo la justicia. Las virtudes bíblicas, sin embargo, serían amor, humildad, caridad, paciencia, perseverancia, orden y serenidad. De todo ello podríamos escribir el resto de la vida, y aún faltaría tiempo para templarlo y asimilarlo en el fuego lento de cada experiencia personal.
Rebuscando regalos para los prójimos más próximos, para quienes merecen mi respeto, encuentro por fin una cosa por la que deberían darle inmediatamente el premio Nobel de la Paz a su inventor o inventora. Se trata de una bandeja de cristal que incluye una regla para dividir pasteles en justas medidas y acabar así con las trifulcas familiares que, probablemente, hayan hecho tanto daño al mundo como todos los dioses y religiones humanas juntas, además de bautizos, bodas, entierros y demás reuniones para repartirse dinero. Se puede encontrar en esta bonita tienda, Spitni. Esto se llama Justicia, y la bandeja también.
Niños de todo el mundo, repetid conmigo: NO MÁS REGALOS, DINERO.
NO MÁS REGALOS, DINERO.
NO MÁS REGALOS, DINERO.
NO MÁS REGALOS, DINERO.
Basta de engaños. Mayoría de edad a los cuatro años YA!!
Uno de los regalos más importantes que me han hecho en mi vida es una soberana bolsa de agua caliente del invento de goma fabricado a partir del liquidito que sale del árbol del caucho del Amazonas. Las he tenido de diferentes formas y colores, e incluso una vez tuve una marca Pirelli, sí, la de los neumáticos que sirven para que la gente se estrelle en un coche a doscientos km. por hora, pero eso sí, con la clase, elegancia, glamour y saber no-estar que proporcionan las marcas de prestigio a la muchachada borreguil semihumana.
Siempre me ha llamado la atención el placer que proporcionaba dicha cosa. Dicen que antiguamente la gente calentaba la cama, sobre todo en estados carenciales, con un instrumento metálico con asas que llevaba dentro brasas de fuego. Bonito, mucho mejor que las modernas mantas eléctricas, pero no tanto como las estupendas bolsas que me solía poner en los pies y que se mantenía caliente toda la noche hasta que por las rendijas de la persiana entraba la luz que anunciaba que otro puto día de perros se avecinaba lejos del amado catre. Todo el mundo sabe que la noche es el entrenamiento de la muerte, pero si estás calentito por la parte de los pies eso te mantiene en vigilia placentera, igual que si quieres refrescarte te mojas el pescuecito y todo el cuerpo vuelve a la vida.
Ahora se me ha roto el tapón de la última, que me regalaron hace un tiempo y que probablemente sería de fabricación chino-pastelosa, porque la goma del susodicho taponcillo se ha quedado atascada dentro de la boca y no hay forma de recuperarla sin cargarse la bolsa entera. Qué dilema, pardiez, estas cosas te las tienen que regalar, porque si las compras es como pagar por reirse con amigotes, una cosa sin sentido.
"Las cosas son como son, y además hay una alta probabilidad de sean mentira", decía Einstein. No soy yo doctor para demostrar lo contrario. Hace ya bastantes meses que no doy pie con bola en esto del blog, pero hasta ahora no se me había ocurrido demostrarlo: he aquí la prueba.
¿Qué hacer?, decía Vladimir Ilich Ulianov sobre no sé qué hostias sociales del proletariado ensimismado, puteado y hastiado. Pues eso mismo digo yo respecto a la falta de motivación para que Uno pueda escribir o seguir escribiendo estas breves pamplinas para grandes y pequeños, para los altos y bajos, para gordos y flacos, rubias, morenas y pelirrojas, para humanos y presuntas personas.
La estadística, esa ciencia que nos ayuda a comprender que si a tí te han dado en tu vida cincuenta palizas y a mí ninguna, nos han dado veinticinco a cada uno, y por tanto todos somos iguales, mal de muchos consuelo de tontos, más vale pájaro en mano etcétera... qué grandes son los números. No, amigos, no todo son cifras, lo que cuenta es la calidad, y más cierto es que peor que escribir mucho menos que hace unos años es escribir malamente, como es el caso.
PD: Curiosamente, al recurrir a la ciencia se me ha abierto de nuevo la grafomanía, y héte aquí que resurgen las ganas de teclear como una mariposa sale del capullo que a su vez salió de la boca del gusano, y por ahora, como dijo sumajes Benito XVI hace poco, ya basta de sexo.
Sigue siendo un grande misterio esto de las bolitas amarillas y los niños cantores de san Ildefonso de cada Navidad. Entre cosas evidentemente cutres y bajunas, villancicos, polvorones, aguardiente, regalos, papanoles, vecinos disfrazados de reyesmagos, borracheras, peleas, amor, compañerismo, mentiras, comilonas e indigestiones varias, familia, amigos, hipocresía y pamplinas surtidas de todo tipo, surje de entre los muertos vivientes el Gran Bolondrón, la cárcel redonda de las Bolas de la Suerte, el Gordo de la Lotería, el numerito divino: nuestra Esperanza en un Mañana distinto, en que nos alejemos del Resto, esa gentuza pobretona como Nos (por ahora).
No he dejado de ser uno de ellos, pero este año me ha tocado la lotería. No mucho (50 ebros), suficiente para creerme un afortunado en el juego, pero menos aún me había gastao, concretamente 25 , es decir una rata humana. Qué mala suerte, me digo, si hubiera metido 10 millones hubiera ganado 20, esa es la lógica del postcapitalismo mangurrinista estilo maoísta, la sociedad de bajo coste que hace creer que eres el Rey, cuando en realidad eres el que lo paga.
Ese es el chiste de las apuestas, que cuando ganas una mierda, como en este caso, que no te da ni pa invitar a comer a cualquier chuloputas al que le debas favores, crees que vas a ganar siempre, cuando lo único que ganas es la seguridad de que, en alguna parte, hay alguien que se está poniendo las botas a costa de nosotros los borreguitos de a pie.
Me agobia tanta pamplina política. Que si las elecciones futuras en España, que si el Rey, que si Chavez, que si el Betis ha echado al entrenador, que si patatín, que si patatán, mierda para todos.
Lo más importante de mi vida de los últimos tiempos es que he estado en la boda de mis amigos en Ubrique, y que me lo he pasado de puta madre, y he conocido más gente que en los últimos ocho años, y lo que es mejor, he visto a la mujer de mi vida por los siglos de los siglos amén. Hablé y canté en público, comí, bebí y dejé mi rastro, como cualquier bicho en edad de merecer. Las cosas accesorias son lo de menos.
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Me voy a Roma en Enero. Buena época para una ciudad caótica que lleva veinte siglos esperando a una persona como yo, que ponga un poco de orden en esa casa de lenocinio.
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Las expectativas de acuerdo entre Israel y Palestina que estos días se llevan a cabo no tendrían mayores problemas que los propios habitantes de la zona, que piensan que los mayores obstáculos son sus propios vecinos. Una vez me pasó eso mismo con mis vecinos del 4º, que se pusieron de acuerdo y no dejaban de ser felices, los hijoputas.
Basada en la obra de Patrick Süskind , El Perfume cuenta la historia de Jean Baptiste, un niño chiquitillo y pilidinguis al que su madre abandona nada más nacer en un mercado de París, entre basura de congrios y pescadillas: una mierda destinada a ser un esclavo, tiene todas las papeletas para seguir siendo la misma basura a la que le tiraron. Trabaja curtiendo pieles de esclavo, a lo largo del tiempo se cosca del poder de su nariz, huele lo que sea a mil metros, vaya que sí. Y eso lo hace indestructible.
Se carga a una pava que vendía ciruelas, y luego conoce a Dustin Hofmann, que hace perfumes fliposos, que ya no tanto, los pijos de París huelen otros aromas mas refinados, pero trabaja pa él y lo hace rico haciendo potingues pestosos para hijaputas ricas.
En fin, se va cargando a diez o doce pavas vírgenes de la zona, y de ellas saca la grasa (es realmente asqueroso, el hijoputa) para chupar su aroma, y lo pillan, y lo llevan a la horca, pero vamos, a él le da lo mismo porque va a lo suyo, y hace bien.
En la plaza del pueblo lo van a apiñonar con un bate de beisbol, pero saca un bote con la esencia de las chiquillas fiambres, lo esparce, y de repente todo el mundo se pone a follar. Esto sale en la peli, no me lo invento.
Lo último de la película me lo perdí porque me fui a mear y me lo perdí, pero vamos, muy importante no creo que sea.
Moraleja: Niños, la gente que huele bien, huele mal.
Otros destripamientos:
[ Infiltrados ]
[ 300 ]
[ Una historia verdadera ]
[ El fuego de la venganza ]
[ Piratas del Caribe. El cofre del hombre muerto ]
[ Poseidon ]
[ Flores rotas ]
[ La isla ]
[ Rey Arturo ]
[ Match Point ]
[ Cuando menos te lo esperas ]
[ Closer ]