Si los encuentros pseudo-deportivos o medio militares en los que los equipos no se juegan nada se llaman amistosos, entonces aquellos partidos en los que se juegan algo, el Mundial, la Liga, la Copa de Europa o lo que sea, serán, por deducción, conflictivos, bélicos, violentos.
Son ocasiones en las que utilizamos la lengua con un sentido pleno de significado, sin darnos cuenta. Es por eso por lo que cuando veo que en un partido amistoso entre, pongamos Inglaterra y Alemania, expulsan a siete jugadores por patadas y broncas, y sacan tarjeta amarilla hasta al masajista, lo que me produce es un deseo irrefrenable de saber cómo sería ese encuentro no-amistoso, contar el número de bajas, los heridos, los detenidos, el orgullo patriótico con que los aficionados, esa noche, tras beberse un colacao y con siete puntos de sutura en la cabeza, se irán a la cama diciéndose a sí mismos: "Ya os cogeremos la próxima vez".
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En el caso de que la fortuna depare un partido decisivo durante el Mundial de Fútbol que enfrente a las selecciones de Irán y EEUU, por favor, que no me llame nadie ni vaya a visitarme a mi casa, porque estaré poniéndole dos velitas a los dioses para que los dos belicosos presidentes y sus correspondientes ministros, asesores, ayatolás y resto de chupatintas asistan al campo y se lien a garrotazos entre ellos, a ver si se anima este aburrido principio de siglo, ¡hombre ya!
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Cuando antes de la ley anti-tabaco alguien en un quiosco pedía un paquete de Fortuna, en realidad lo que estaba haciendo es solicitar boletos para el sorteo del Juicio Final, justo el mismo donde podías pedir sólo paquetes de Sombra. El destino empaquetado en veinte unidades, no vayas a abusar de tu suerte. Qué fuerte (como se dice ahora) el significado de algunas frases:
-Déme vd. un paquete de fortuna.
-Pequeño o grande?.
-Extra-grande, que hoy llevo un día de perros.
Eso era antes, ahora estos paquetes sólo se pueden pedir en estancos o en los puestos de lotería, la vida es que es una pena.