En todos los sitios el fin de semana es igual: observo filas enteras de reyes-magos adolescentes (y mayores) que, cargaditos de etílicos regalos, se dirigen al portal del botellón. "Pero si hemos quedado a las dos, y es ya la una y media, vístete de una vez", oigo decir a una muchacha que enseña casi más las bragas que las piernas, y que parece recién salida del casting de Operación Fracaso Esc Operación Triunfo. Así que la gente está en su casa en pijama hasta las dos de la mañana se duchan, se visten, se pintorrean, y a la calle a pasear la carne y el pescao, a beber negritas con coca-cola.
Me recuerda esa fantasía que yo tenía hace unos años, que me acostaba temprano y ponía el despertador a las seis de la madrugada, desayunaba molletes y colacao, y después salía perfectamente afeitado y maqueado a una discoteca a ver si podía ligarme a alguien con la línea de flotación ya bastante baja, porque de algo tiene que servir la formación humanística que uno acumula, para saber que en el país de los ciegos el tuerto es el rey.
Moraleja: Si no te alimentas adecuadamente, te acuestas con lo mejor y te levantas con lo que te mereces.