Pasando por los campos castellanos veo más molinos, los mismos que funcionaban hace quinientos años. Don Quijote creyó que eran gigantes que agitaban violentamente sus brazos. Desafiantes en su inmensidad, poderosos, sabedores de su fuerza.
Gigantes eran y gigantes son, pardiez. Por eso intentó derribarlos, porque eran sobre todo chulos. Y la fanfarronería debe castigarse. Aunque siempre se pierda la batalla.