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17 de Marzo de 2005

Nuevo mandato deportivo: ¡A la orden!

Ya he dicho otras veces que el deporte profesional es una contradicción en los términos, una aporía. En el fondo se acerca más a la guerra y al simple intercambio mercantil de productos entre ejecutivos de empresas obesos, fumadores y viejos zorros de la economía y el derecho que al espíritu lúdico y saludable que se le supone.

Las olimpiadas, los desfiles de banderitas, los himnos, la entrega patriótica de las humillantes medallas a los vencedores, los campeonatos mundiales de fútbol o de petanca en pista cubierta, las fratrías de gente furibunda, ruidosa y coloreada para la ocasión delante de la televisión en la retransmisión de cualquier enfrentamiento, su carácter extraño, a medio camino entre las hordas pintorreadas de Braveheart antes de comerse al enemigo y el puro carnaval fiestero, todo ello hacen del deporte algo que me resulta fascinante desde un punto de vista antropológico, porque igual que los temas literarios principales se repiten una y otra vez por los siglos de los siglos, cambiando las formas y el estilo (si acaso), las pasiones por las que se mueven las masas tampoco han cambiado mucho desde Juvenal y su pan y circo, o antes: guerra y territorio, no sé en qué orden.


Balonmanista


Y sobre todo eso: orden. Es lo que deben pensar los responsables públicos del Ministerio de Defensa español al soltar sus buenos billetes para patrocinar las camisetas de las triunfantes seleciones nacionales de atletismo o balonmano: que como ya quedan pocas cosas que unan a la gente alrededor de la palabra España y sus colores (aparte de las borracheras en las fiestas mayores de los pueblos, las procesiones y el bonito espectáculo taurino), pues nada, que cada vez que logren estas criaturas una victoria humillando al vecino, sobre todo Francia, Inglaterra o Italia, se vea bien el logotipo de las Fuerzas Armadas en el pecho ardoroso y atlético de los héroes.

Y más ahora que parece que ni dios se apunta al ejército, quizá porque la mayoría de los borreguitos de a pie que antes íbamos por cojones a pegar barrigazos con el cetme y a oir misas de campaña en mitad del campo ya no sentimos más colores ni más patria ni más himno que los politonos y las lucecitas de Amena, Vodafone o Movistar.

...
Españolito que vienes al mundo
te guarde dios,
una de las tres telefónicas
ha de partirte el corazón
...


En cualquier caso, mucho mejor gastar el dinero militar en publicidad, como CocaCola o McDonalds que en tanques. Así pues, se lo agradecemos los de aquí abajo aunque no seamos (espero) jamás sus clientes. Lo que no creo es que patrocinen a un equipo ciclista, no vaya a ser que se vean metidos en un caso de tráfico de pastillas, anabolizantes u otras drogas euforizantes que usan algunos para subir el Tourmalet en diez minutos. Recuerden la primera ley: la guerra es una cuestión de honor, nada de hacer trampas. La segunda es que lo importante es participar, como en Waterloo, pero ésta nadie la cumple.


Notas relacionadas:

[ El ruido y las nueces (o El ruido y la furia, o El orgullo y la pelota) ]
[ Duelo de pamplinas deportivas ]
[ Olimpiadas 1 ]
[ Olimpiadas 2 ]

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