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18 de Agosto de 2006

Personas que ya sólo existen en la agenda

Me acaba de ocurrir una cosa un poco rara. Como mi hasta ahora viejo e irreductible telefonillo ya estaba más pallá que pacá, no me dejaba recibir llamadas (tampoco me llama nadie, pero bueno) y hacía tonterías variadas, he decidido cambiarlo por uno más modernito, de los de pantalla a color, adarga antigua y lanza en astillero. Trae un manual de instrucciones tan gordo que cuando termine de estudiarlo ya no existirán ni los móviles ni (probablemente) la humanidad. Viene con una serie de pamplinas, jueguecitos y colorines que no utilizaré jamás, de eso no hay duda: yo sólo le exijo que me deje hablar de vez en cuando.

La gente se va muriendo

Iniciando el trámite de pasar los números de teléfono que tenía la agenda del antiguo al nuevo, observo que llego al de una persona querida que ya ha muerto, y me quedo quieto dos, tres minutos, el tiempo de recordar. No sólo tenía el de su casa sino también el móvil. Y me he dado cuenta de que ya sólo existe el número, no la persona. No sé si su teléfono estará activo, si contestará algún familiar o alguien extraño. No me atrevo a probar, por respeto a su memoria.

...

Es una situación triste. He decidido pasar sus números a la nueva agenda, de esa forma podré recordar su figura, su risa y su conversación cuando, a veces, busque a otras personas, otros números, que sí estarán, pero que nunca serán como éste.

Trapo | Enlace permanente | Categoría: La Máquina

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