Paseando por la Feria del Libro de Córdoba me paro ante la caseta de la librería Anaquel y veo un cartel que dice 'Leo Bassi firmará ejemplares de su libro hoy sábado a partir de las 13:00 horas'.
Coño, me digo, hoy es sábado y son las trece horas, según el Royal Observatory de Greenwich. Y de pronto, rodeado de un olor a tabaco que si no fuera blasfemia diría que de la hostia, aparece a mi lado Leo Bassi en carne mortal. Mi ídolo humano desde su campaña anti-fútbol y resto de espectáculos, desde que alquiló la finca de al lado de la casa de Gran Hermano para chillar en su puta cara (equipo de sonido de concierto digno de los Rolling mediante) que los concursos de la tele, y la tele misma, son una gran basura. Un hombre de principios, y espero que de lejanos finales. Es humano, no una cosa que sale en la tele.
Pues ahí estaba, mi héroe el italiano calvo de gafas, con su cuerpo más ancho que largo, saludando humildemente a la gente que se le acercaba. Pero me acojoné y no le pude decir nada, me impresionó que fuera de carne y hueso. Le podía haber dicho, joder Leo, dáles caña a toda esta banda, que en este pueblo manda la Santa Madre Iglesia y su banco. Pero no pude, creo que todavía tengo en la cabeza la hostia de la primera comunión, y el contrato subsiguiente. Otra vez será.
[ El País: Leo Bassi invita al obispo a 'La revelación' ]
[ ABC: Leo Bassi contra la religión ]
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Son las 19:19h. Aún no he papeado nada. Y eso que tengo un hambre como pa comerme una vaca rellena de pajarillos. La última vez que hice una fideuá a estas horas me salió sosa e incomible, pero entre los comensales sólo estábamos la fideuá y yo, y ella no se queja. Es una buena cosa que el juez sea uno mismo, da una impronta de objetividad que te cagas, sobre todo a los que aspiramos a entrar en la guía Michelín, no como cocineros sino como sustitutos del muñeco.
No son horas de comer. Esperaré a la cena, a ver en qué plato metemos la pata.
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La hipocondria es una cosa mu mala. Anteayer leí algo que me impresionó bastante, como para no dormir en los próximos diez años. Una vez me preguntaron el nombre de la parte del cuerpo humano que es imposible de mantener abierta mientras estornudas. Tras unas vacilaciones de índole sexual sodomagomorrista, dije que los ojos. Y acerté.
Pero es que resulta que los párpados se cierran en el estornudo para que no se salgan los ojos de sus órbitas, y hay casos reales que lo corroboran. Rediós, eso es fuerza de la humanidad, y no la guerra.