Bien lo escribió Pla en su 'Viaje en autobús': nada hay como andar al azar por el mundo para descubrirse a uno mismo. Como me he quedado sin vehículo, debo transportarme por este valle de lágrimas en autobús. No pasa nada, hace diez años era mi medio de transporte y ahora lo será por algún tiempo.
Eso de 'no pasa nada' es un prejuicio, porque desde que salgo de mi casa hasta que llego a mi destino pasan tres horas y media para recorrer 72 kilómetros. ¿Esto es España? No lo sé. En la estación de Cabra capital me dicen que el autobús para Córdoba llega a las 16:30, y son las 16:10. Bien, voy con tiempo, como la gente de clase. Puedo descansar. A las 16: 40 me doy cuenta de que puedo descansar bastante. El autobús llega a las 16: 55. LLevo casi una hora esperando y ya estoy harto, como dice Danny DeVito de los diez mil abogados en el fondo del mar, un buen comienzo.
Cuando me meto en el bicho metálico veo que hay cuatro compañeros con los que compartir experiencia. Las ventanillas tienen tanta mierda encima que impide saludar a los familiares. Muchas de las cortinillas tienen los hilos en peor forma que el sudario de Jesucristo, y a bastantes de los reposamanos les falta la parte blanda, lo que deja al descubierto el esqueleto metálico del asiento. Bendito seas, Señor, que me has metido en esta joya mecánica. El conductor, palillo de dientes en la boca, decide llevarnos a nuestro destino a la hora en la que le sale de los cojones, lo cual es de agradecer. Pero no sin antes darnos un paseo por todos los pueblos de alrededor, qué menos. Ya sabemos que el turismo es la mayor industria de Andalucía. Nos pasea por Lucena, Monturque, Aguilar, Montilla, Montemayor y Fernán-Núñez, todo ello en un paseíto de tres horas antes de llegar a Córdoba, donde al bajar beso el suelo cual Juan Pablo II en su primer viaje polaco. Entre medias el chófer ha cortado la entrada a dos niños con bicicleta, impedido bajar a varios usuarios en medias paradas y abroncado a varios rumanos que bebían cocacolas.
Porque el 90 % del personal de la nave eran extranjeros inmigrantes, pobres para entendernos, que son los únicos clientes, junto a los jubilados, de las líneas regulares de transporte de viajeros por el interior andaluz. Y eso que la Junta de Andalucía paga sus buenos billetes para subvencionarlos, pero se ve a la legua que esto de los autobuses es un negocio ruinoso. Nada más hay que comprobar cómo tratan los cobradores a los clientes, como una mierda.
Claro, consecuencias de potenciar el consumo de coches entre las personas menos potentadas, para las cuales vale mas un coche que su propia vida. Ahora nos encontramos con un ejército de pastilleros mangurrinos armados de Audis y BMWs dispuestos a llevar a su abuela al hospital a cualquier hora, unas carreteras espléndidas, prestas a dejarse estrellar por cualquier descerebrado, y unos transportes públicos en estado agónico, por tren o por carretera, abandonados a la vida que cada uno se busque.
Un diez para los constructores y para el Estado, han sabido hacer su trabajo, acabar con el transporte de interés general. A tomar por culo el interés público.
Oye, y para volver, ¿otras 3 horas?. Es increible. Aunque para cutres, los trenes de la Renfe. En Mayo pasamos unos días precisamente en Córdoba, y en la vuelta nos encontramos con unos indeseables compañeros de viaje: ¡¡¡ nada menos que CHINCHES !!!, por supuesto nos quejamos y devolvieron el importe del billete de vuelta (eso sí, solo a quien picaron los chinches, que hizo una reacción hasta con fiebre). Eso en un tren de largo recorrido, pero aquí los de cercanías no veas lo guarros que están también, además de que tardan como el doble en llegar a Barcelona de lo que tardarías en coche, eso sí, si no hay atasco. En fín, que aunque no quiera, la próxima vez que vaya por Córdoba, me plantearé lo de ir en coche, qué se le va a hacer...
Escrito por Amethyste a las 13 de Diciembre 2006 a las 12:43 AM
Es cierto que cuando nos acostumbramos a ir en nuestros coches que nos hacen tan individuales e independientes.. no nos damos cuenta de qué era ir en transportes públicos. Cuando el coche se rompe y tenemos que coger buses y trenes para llegar a nuestro destino, nos damos cuenta qué mal está todo esto organizado.
Saludillos de por ahí.
Recomendaros, si podéis encontrar, el número 18-19 de la revista Archipiélago con su especial: "Trenes, tranvías, bicicletas, volver a andar".
El transporte público en vía de extinción.
Un saludo.