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30 de Noviembre de 2006

La mujer de la puerta del Mercadona

La primera vez que la ví metida dentro del contenedor, rebuscando la comida que la empresa obligaba a los empleados a tirar a la basura se me cayeron de golpe todos los complejos y problemas que me daban vuelta en la cabeza, porque si hay algo que se escapa al concepto de justicia es precisamente una persona afanada en su tarea de encontrar algo humano en el manantial de podredumbre, escarbando dentro de una caja metálica de despojos y restos de lo que nadie quiere, todo lo demás sobraba en aquel momento, todo se hacía leve. Lo que nadie quiere, de lo que nadie se acuerda, una metáfora perfecta de la persona cuando muere en vida.

La mujer era cualquiera de nosotros en otras circunstancias, en un día cualquiera de un año futuro. Tenía un bello rostro, como todo el mundo de un mundo imaginario. Seguramente tendría familia, como el resto. O no, eso da igual, porque nadie se preocuparía de ella ni de su belleza. Sólo de su pobreza, de su peligro para la estabilidad del mundo occidental: nacimiento-bautizo-escuela-juventud-trabajo-matrimonio-familia-senectud y entierro. Una mujer sola poniendo el peligro la continuidad de la Humanidad misma.

Isla de las flores

Me recordó el documental corto brasileño 'Isla de las flores', de Jorge Furtado, donde se explicaba irónicamente la lógica del sistema de producción capitalista, completamente contrario al sistema económico medieval, donde en principio unos pocos disfrutaban la riqueza sobre la explotación de la mayoría. Una película que sería de obligada visión en el sistema educativo de una sociedad normal donde se promoviera un mínimo espíritu crítico y un sistema de valores medio humano.

Ahora ya no es así, ya no existe el medievalismo de relación señor-vasallo. Ahora triunfa un brumoso contrato entre consumidores y explotados, una religión de la satisfacción inmediata de las necesidades menos necesarias. Una mayoría se ha pasado en masa a la parte blanda y líquida de ese sistema, y los que quedan fuera son una parte, pequeña pero llamativa. Eso en el mundo irreal, en la VOV (Versión Oficial de la Vida). En las Afueras es otra cosa: miseria y antenas parabólicas para ver cómo viven los de la VOV. Luego la gente se queja de los cayucos. Son esta mujer y los suyos, condenados a no pensar nunca en la palabra 'vergüenza', porque ni siquiera tienen la oportunidad de protestar, como en el siglo XIX.

Son invisibles, metidos en su contenedor. Y el resto, cómodamente, ciegos, sordos. Y lo peor, con el corazón tan duro como una piedra de afilar.

Trapo | Enlace permanente | Categoría: Paisajes

Comentarios

Es lo que tiene la sociedad de consumo. Lo que a unos les sobra para otros es imprescindible. Mientras la rueda sigue girando. :/

Por las fechas que se acercan, es cuando la hipocresía crece enteros y algunos ceden sus migajas a cambio de mejorar su ¿conciencia?.

En fin, buena entrada. :)

Escrito por corsaria a las 3 de Diciembre 2006 a las 12:52 PM

Mercadona tenía que ser... para acabar de darle un tufillo repugnante al asunto...

www.cnt.es/mercacoso

pasen y vean a una de las empresas más miserable del planeta...

enhorabuena por el blog!
saludos

Escrito por Fran a las 4 de Diciembre 2006 a las 07:44 PM
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