Nunca imaginé que odiaría palabras, pero así es.
Por ejemplo, 'exquisito'. La odio con toda mi alma, no puedo con ella. Una vez, en los preámbulos del banquete de una boda, y a traición, mientras me desataba la corbata, un ex-amigo soltó, como quien no quiere la cosa:
-Este jamón está ex-qui-si-to.
Al principio creí que era una variedad japonesa de algo, pero no, se comía la carne a dos carrillos. Ya no he vuelto a hablarle desde entonces, y de eso hace quince años. ¿Cómo va a ser exquisito un jamón, tú has visto al cerdo revolcándose en un charco de mierda? El jamón estará bueno, como máximo... ¡pero ex-qui-si-to!
Y ni hablar de los derivados... exquisitez. Suena a matarratas de polvos. Ésta se la escuché en una presentación de un libro de autoayuda a alguien de la pre-aristocracia local.
Dime qué palabras usas y te diré cuántas veces voy a cagarme en tus muertos.