Epifanios

Hoy es 6 de enero, el día de los reyes magos de oriente que llevaron al niño jesús oro, incienso y mirra, y un montón de cosas más en sus camellos. Los cristianos llaman a este día el de la Epifanía, que no se lo que significa.

Epifanía será la palabra de la que viene 'Epifanio', y yo al único que conozco es a San Epifanio, el gran Epi, uno que metía canastas de lejos cuando sólo valían dos puntos, el número 15 del equipo de baloncesto del Barcelona que jugaba junto a Chicho Sibilio (nuestro baloncesista negro pero sin estar cuadrado) de alero, Solozábal de base, y el feísimo pero efectivo De la Cruz, el azote de Tachenko (ese hombre soviético de aspecto frankesteiniano pero buena persona), de pivot junto a algún americano. Me acuerdo porque entonces me gustaba mucho ver el baloncesto por la tele, sobre todo los Madrid-Barça en los que ese equipo se enfrentaba a Rullán, Corbalán, el aparentemente-poco-listo Romay y el anunciador de cuajadas y showman Iturriaga, uno que estaba siempre de chupagoles o chupacanastas y era medio jorobado y con barba (como Rullán pero más bajo).

Sí, ya se que soy más viejo que el copón.

Ahora recuerdo que conozco a otro Epi. Es el muñeco que dormía con Blas en los muñecos de Barrio Sésamo, esos que el Vaticano recomendaba no ver porque incitaban a los niños a aprender comportamientos sexuales equívocos, tiene huevos la cosa. Epi era el que hablaba bajito, sonreía y nunca se cabreaba, no como Blas, el de la cabeza amarilla, el ceño fruncido y las voces. Igual que en Mortadelo y Filemón o los payasos, siempre tiene que haber uno sensato, serio y cabreado, la conciencia, y otro tonto, inocente y bueno. Supongo que serán los modelos universales de comportamiento y actitud ante la vida.

Que viejo soy.