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7 de Marzo de 2005

Restaurantes caros : posible tres-cero-cero

Hace unos meses me propuse tomarme una caña en un sitio cool, de los que salen en las revistas pijas, y me colé en un restaurante de esos de diseño con muebles de a mil ebros la silla, con las paredes vacías y musiquita new age, toda la taberna llena de luces pequeñitas, halógenas, no-directas, donde los camareros son todos guapos, perfumados y elegantes, y te llaman 'señor' y te ofrecen amablemente retirarte el abrigo como en las películas, y que cuando en vez de abrigo le das un trapo de jarapa comprado en el mercadillo, te dicen gracias. "Si quieres después no me lo devuelvas, tíralo, porque anoche mi perro durmió en él y me da un poquillo de cosa ponérmelo", y luego le dedico una educada sonrisa.

Nada más entrar, un tío trajeado como Al Pacino en El Padrino II, con un pinganillo colguerón en la oreja izquierda y las manos colocadas una encima de la otra sobre las partes pudendas, más o menos como los futbolistas de la barrera en un tiro directo a portería, pero sin el miedo al pelotazo, con pose chulesca y sobrada, se me acerca, me inspecciona de arriba-abajo y viceversa, me huele y, sin quitar la vista de mis zapatos de persona poco preocupada por su apariencia (por decirlo suavemente), dice algo por el mini-micrófono que seguro que lleva en la solapa de su traje mil rayas (mil rayas el traje, el tío no sé las que lleva en el cuerpo). Pero como yo fuí en mi juventud intérprete de sordomudos en una oenegé a tiempo parcial, le cojo de inmediato la conversación en los labios.

-Posible tres-cero-cero, pobre.

Asombro, Metrópolis, 1926

Claro, lo de pobre, teniendo en cuenta que llevo seis horas descargando cajas de despojos de sepias con una pala en la fábrica de comida deshidratada baja en calorías para gatos en la que trabajo, lógico, huelo a eau-de-porc que tiro patrás, y lo sufro en silencio, como las hemorroides. Y lo admito, que eso es lo importante, que sepas cuál es tu lugar en este bello mundo.

Pero eso de tres-cero-cero me mosquea. Me acerco y le pregunto a la criatura por el significado de sus palabras.

-Oiga, ¿qué es eso que dice usted que soy, tres-cero-qué?

-¿Perdón?
-Digo que haga el favor de aclararme lo que le estaba contando a los de las cámaras de seguridad esas de la bola negra de ahí arriba.

El figurín robotizado se pone un poco nervioso, se lleva la mano a la oreja del pinganillo, la misma mano que antes ha estado en contacto con su paquete, y me responde que debe ser un malentendido, que él no habla con nadie.

-No, si a mí me da más o menos igual que piense que soy pobre, se lo digo (y no me tire de la lengua) porque tiene usted que saber que voy así vestido para no despertar sospechas, porque yo soy crítico en prácticas de la guía Michelín, no sé si usted la conoce, la de los neumáticos, de incógnito, claro, y estaba viendo posibles sitios de dos estrellas y eso, pero vamos, que no se preocupe que ya me iba...

A partir de ahí venga bandejas, venga vinos caros, a tutiplén, sin miedo. Y venga gente sacando platos de caviar untado en gambas y en bichos que no sabía ni que existían. Y el tío de la pajarita se desvive en hacerse el simpático "Comprenderá el señor que...".
-Sí, si yo lo comprendo todo, pero esta vichisuás de almejas de Quintanilla de Burgos con frutas del bosque mediterráneo, no sé, no sé... y este pavo de Madagascar en tinta de calamar criado en cautividad con cariño ayer por la tarde... no sé, no termino de cogerle el punto de cocción, y este ribera del duero... sí ya sé que vale quinientos euros la botella, pero parece que deja posos en el paladar...

Total, que al final pido la cuenta y me dicen que no, que es invitación de la casa, y que no se preocupe el señor, que vuelva cuando quiera y que es un honor y que si esto y lo otro. Y me regalan un abrigo nuevecito. "Pero que las ancas de rana con tortilla de escalopes de Rute estaban pasadas, dígaselo al cocinero de mi parte. Por lo demás, bien", le digo al maitre. Quedar bien en estos sitios siempre es un lujo.

Que buenas personas hay por el mundo, de verdad, le ponen de comer de gratis al primero que llega y encima le dan hasta mecheros imitación de oro. Un día de estos cuento lo de Pelote, que es mi perro, y al que, a pesar de que le faltan las dos patas de alante, atendieron como un marqués en otro sitio de esos a los que vamos la gente con clase.

Trapo | Enlace permanente | Categoría: Ficciones

Comentarios

Me pareció haber puesto un comentario aquí...

Escrito por morri a las 8 de Marzo 2005 a las 02:38 PM

jajajaja mu gracioso el post XDD que sería el tres- cero-cero??? O_o lo descubriremos...

Escrito por Sara a las 9 de Marzo 2005 a las 02:02 PM

Tres cero cero, ¿ataque terrorista?, ¿sospecha de robo?, ¿avistamiento de ovni? A saber.

Escrito por Eva a las 9 de Marzo 2005 a las 11:47 PM
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