En la consulta

-Tiene vd. una dolencia muy extraña, la enfermedad de Smith.
-¿Y es grave doctor?
-Lo estamos investigando, sr. Smith.

Me acordaba de ese chiste cuando el médico se disponía a hacerme una exploración rectal. Si, ya sé que es una situación incómoda, pero al parecer necesaria para el diagnóstico certero del origen de mis males.

-¿Qué doctor, cómo ve usted la cosa?
-Pues siento decirle que lo veo bastante negro.
-¿????... (Parece que el doctor es un bromista, esto deben ser los humores aristotélicos)
-¿Se siente vd. mal?
-Hombre, exceptuando que me está tocando el culo...

Porque esa es otra, ya me imagino al galeno, tras haberme trasteado los esfínteres por arriba y abajo, diciendo: "Pues lo siento, pero voy a tener que hacerle una endoscopia" ... ¿Queeeeeeeeeeeee? ¿Meterme por el culo un tubo con una cámara de vídeooooooo? ¿Y encima padentro-padentro, avanzando, como en el baile de los pajaritos? ¡No, por Dios, haré lo vd. me diga, seré su esclavo, me convertiré chiíta, lo invitaré a gambas de-por-vida, pero eso no! Ya es que me veo al médico vendiendo imágenes de mis intestinos en el mercado negro de las aberraciones y guarradas a las que, a escondidas, se dedican los universitarios y doctorados de medio mundo, mi culo saliendo en primer plano en el Crónicas Murcianas de Hong-Kong, y encima todos esos chinos riéndose, arrrrggg, me muerooo.

Y es en estos casos cuando, para enfriar el ambiente y quitarle importancia, se ponen a hablarte de tu familia o del golazo del delantero centro de un equipo que nunca es el tuyo. Y empiezan a hablar de sexo camuflado de fúrbol o del tiempo.

-Parece que la borrasca penetrará por el norte... bla bla bla... el Athletic le metió seis al Numancia...
-Haga vd. el favor de no mentarme esas cosas, doctor, que aún soy virgen por esa parte, y además tengo prejuicios.

Los profesionales de la medicina tienen muchas cosas en común con los quiromantes, los curas, los asesores matrimoniales y los vendedores de lotería. De todos ellos echamos pestes, y a todos hacemos caso cuando las cosas se ponen feas. Aunque nos toqueteen partes que normalmente no nos atrevemos ni a pronunciar: el miedo, sobre todo.