Tras varios días de andar por las sierras de Cazorla, sin protección solar, vuelvo más quemao que la tablilla un coto. Parezco una gamba, pero da igual, la convivencia con los montañeros y senderistas en el albergue me sienta bastante bien. Conozco a muchas personas que me hablan de historia general y de historias particulares. Historias de noviazgos y perdones, de tristezas y rencores, de amor al fin.
Mientras tomamos poderosas tapas en la plaza del pueblo comprobamos que el Sevilla FC es, además de un presidente bocazas y especulador en Marbella que pegaba cadenazos en su juventud fascista, un buen equipo de fútbol capaz de ganarle al Barcelona. Vemos una buena obra de teatro con actores discapacitados, jugamos una partida de dardos en un bar abandonado a su suerte donde es imposible ligotear por falta de género, dormimos en camastros militares con mantas propias de las guerras civiles de César Augusto. Nos reímos de nosotros mismos. Impagable fin de semana.
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Siguiendo la costumbre de pasar a mp3 mis discos antiguos de vinilo de hace veinte años, redescubro el directo de Dire Straits, 'Alchemy'. Pa qué contar lo que siento. Ni punki ni jevi, que de los dos he mamado, raro del todo. Veinte años antes me habría parecido normal, ahora esta recuperación me iguala a quien redescubre a su padre sin conocerlo, no puedo explicarlo con palabras.
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Hablamos con confianza después de tantos años, como siempre, como los Panero, pero quitándole el elemento cainita. Nos llevamos bien, Elena, porque somos bastante parecidos. Paseas por las callejuelas, llegas en mi bicicleta, tomamos copas en la plaza de la Corredera al solecito del mediodía, placer de dioses, me explicas tus asuntos y conversamos sobre esta ciudad-pueblo que no termina de despertar mientras en Valencia revientan fallas y monigotes. Duermes plácidamente tras cenar una simple y estupenda tortilla francesa. No nos abandonamos, porque venimos de un tronco común.
Ya te lo dije, somos sicilianos.