Hace muchos años lo que más odiaba en el mundo era que me pusieran inyecciones. Por desgracia mi médico me recetaba un par de litros de medicina en inyección para cualquier catarro infantil. Después de las sesiones, y tras comprobar el daño físico y psíquico que me hacían, en las preguntas de la odiosa asignatura de religión acerca de quién representaba en la tierra al Mal absoluto, yo siempre contestaba: "Francisquito, el practicante". Ahora les llaman ateeses, como pa quitarle hierro al asunto.
Hasta que mi madre me llevó los viernes por la tarde a ponerme los dardos curativos a un hombre mayor que era inyeccionista pero simpático, y que siempre tenía puestas en la tele las películas de Stan Laurel y Oliver Hardy, el Gordo y el Flaco. También me cargué en esa sala de espera las obras completas y mudas de Harold Lloyd, de Chaplin y de muchos más.
Así mi desgracia se convirtió en alegría, y cada semana deseaba que me pusieran las inyecciones de la risa, como si fuera un yonqui en tratamiento de metadona. Las agujas me daban miedo, pero esta gente en blanco y negro que se pegaban trompazos eran los verdaderos médicos que me curaban. El praticante humorista se quedaba asombrado de que un niño pudiera prestar su cuerpo a los aguijonazos con esa actitud tan positiva.
Ahora los que me hace reir ya no salen en gama de grises, sino en color, y dentro del telediario dando mítines, conferencias de prensa y saliendo de los juzgados. Los tiempos cambian, pero ya estoy curado para siempre con mis dosis de aquellos años, y ya me importa tres pepinos todo lo demás.
Vaya, a mi me pasó igual. No se me olvidará jamas el olor a alcohol y el ruido de las jeringuillas de cristal contra la caja metálica al desinfectarlas. Mi técnica era soplar el mechero para que nunca quemara el alcohol, pero siempre perdía.
Escrito por quintogato a las 29 de Octubre 2004 a las 05:21 PMPos a mi inyecciones pocas, pero joe...si los recuerdos que tiens son asi de entrañables, no m hubiera improtado un par de inyeciones mas:-p je je
Qué diría Freud de ésto... :p
Recuerdo que mi madre me compraba siempre un Don Miki. Yo me lo ponía en el culo para que aquél hombre no me pinchase. El practicante. Qué mal suena.